El cerco a Mosul augura la entrada del Ejército en la «capital cristiana» del país, Qaraqosh, ocupada por Daesh, y da esperanza a los desterrados
Cinco mil personas ya han dejado la zona de Mosul y han cruzado la frontera para buscar refugio en Siria. Es el primer balance después de tres jornadas de ofensiva para recuperar el control de la que fue la capital del «califato» desde hace dos años, y que desde 2003, tras la caída de Sadam Husein, ha sido el bastión del extremismo suní en Irak. La organización Save The Children eleva a 5.000 el número de refugiados que han llegado al campo de Al Hol, con capacidad para unas 7.500 personas, pero donde ya hay 9.000 y las condiciones son muy duras. En el campo de Debaga, en la región autónoma del Kurdistán (KRG), han recibido ya a otras 1.500 personas y su director declaró a Reuters que «la media diaria es de 150 nuevas familias cuando la ofensiva solo ha dado sus primeros pasos».
Este camino del exilio lo conoce muy bien la minoría cristiana, una comunidad amenazada desde el final de la dictadura baazista en 2003 y que con la llegada del «califato» a la provincia de Nínive tuvo que abandonar localidades como Qaraqosh, conocida como la «capital cristiana» de Irak. Unas 50.000 personas vivían en este lugar situado en plena llanura de Nínive, quince kilómetros al este de Mosul, antes de la ofensiva de Daesh en agosto de 2014 y más de dos años después ha llegado el momento de su liberación. En la tarde del lunes entraron las primeras unidades del Ejército iraquí a los barrios de Qaraqosh, también conocida como Bajdida, y la noticia no tardó en llegar a Erbil, capital del Kurdistán iraquí, donde la comunidad cristiana allí desplazada encendió velas para dar gracias a Dios por la expulsión de los seguidores del «califa».
Nada más izar la bandera negra en Mosul, en junio de 2014, los yihadistas emitieron un comunicado pidiendo a sus seguidores la destrucción de estatuas «infieles», iglesias, tumbas y santuarios. Las catedrales caldea y sirio-ortodoxa de la ciudad están ocupadas desde entonces por unos milicianos que retiraron las cruces de los templos y pintaron las fachadas de negro. En unas declaraciones realizadas en diciembre, seis meses después de la llegada de Daesh a la segunda ciudad más importante de Irak y a la planicie de Nínive, donde hay numerosas aldeas cristianas como Qaraqosh, Qaramless, Bartala, Tell Keff o Ba’ashika, monseñor Amel Nona, arzobispo católico-caldeo de Mosul, señaló que los cristianos «han perdido la fe en su tierra y en la sociedad musulmana», pero «lo único que no han perdido ha sido la fe cristiana. Estamos orgullosos, porque de las 120.000 personas que había en esa zona nadie se ha convertido al islam». Más de dos años después se preparan para volver a unas aldeas donde la presencia cristiana es casi bimilenaria.