Los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús, preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?” Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegaran días en que les arrebatarán al esposo y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las cosas se conservan” (San Mateo 9, 14-17).
COMENTARIO
Hoy la palabra de Dios trae una nueva y buena noticia para muchas personas; creyentes y no creyentes.
Si damos una vuelta por el pensamiento humano a lo largo de la historia nos encontramos con muchos postulados sobre la religión, unos a favor y otros en contra, algunos consideran a la religión como la principal alienación del ser humano, por ser esta irreal y perteneciente al ámbito de lo que no existe. La afirmación para estos pensadores es que Dios no existe y por tanto la religión es una alienación y los creyentes se convierten en los inventores de Dios. Este pensamiento pertenece al ámbito de lo antiguo cuando la religión se impone, o bien a lo que llama Jesús odres viejos y prácticas de ayuno y sacrificios por mero cumplimiento.
Con Jesucristo aparece en nuestro mundo lo nuevo y queda atrás y cumplido lo viejo y antiguo. Hay que decir que el cristianismo es una buena noticia y no es una religión en su significado más académico donde el cumplimiento de los preceptos es el valor principal. Dios es Padre y es amor y por tanto aparece en el mundo el concepto de que todos los seres humanos somos hermanos: esta buena noticia tiene que ver con la relación que tenemos los unos con los otros y como consecuencia de esto, los cambios sociales y económicos no se hacen por la imposición de los unos sobre los otros, se hacen teniendo en cuenta a todos los seres humanos, mujeres, hombres, niños y mayores. Estamos en el mundo finito, no para cumplir normas sino para amar y para hacer de este mundo sometido a guerras y envidias un mundo donde pueda reinar la justicia y la paz. Es en este mundo donde se comienza a disfrutar de los nuevos cielos y la nueva tierra. Si prescindimos de esta buena noticia tenemos la sospecha de que a los hombres no nos queda otra que seguir viviendo bajo la ley del más fuerte. Animo a leer y meditar el Evangelio de hoy que nos recuerda que Jesucristo es el Hombre Nuevo y el que renueva todo lo caduco que se va pegando a la humanidad a lo largo de los siglos.