«En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma. Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado, y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer”. El les replicó: “Dadles vosotros de comer”. Ellos le preguntaron: “¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?”. Él les dijo: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Cuando lo averiguaron le dijeron: “Cinco, y dos peces”. Él les mandó que hicieran recostarse a la gente sobre la hierba en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. Los que comieron eran cinco mil hombres». (Mc 6,34-44)
El Evangelio de hoy, no por conocido deja de tener muchos aspectos interesantes para la vida del cristiano y por qué no, para los paganos, que ante la incredulidad de la multiplicación de los panes y los peces no ven más que una fábula; un cuento más, según dicen, de la Palabra de Dios
Pero la verdad y la realidad es la allí escrita; no porque la creamos los cristianos, sino porque es una experiencia y un nuevo milagro que, tras dos mil años, se realiza hoy día en la vida del hombre.
La multiplicación de los panes y los peces no solo significa el alimento corporal, como así es, sino también el espiritual. Cuando los hombres esperan con deseo escuchar la palabra de Jesús, la palabra alimenta, y no solo a un hombre sino a cientos y miles.
Hoy, en esta sociedad consumista donde pocos comparten de lo suyo con el prójimo, donde se ha terminado la Navidad con muchos pobres y hambrientos por nuestras ciudades, El Señor nos invita a dar de comer de eso que nosotros tenemos; de ese pan que se puede partir en dos o de esa comida que se puede repartir al que no tiene. Y cómo no, de ese billete que tenemos en el bolsillo agarrado que muy bien se puede dividir en no solo dos ni cuatro, sino en muchos para repartir al necesitado.
Jesús nos dijo que pobres habría siempre entre nosotros y que Él estaría poco tiempo. Con esos pobres que son imagen de Cristo es con quien Él quiere que multipliquemos nuestros panes, nuestros peces, nuestros bienes, en definitiva.
Y también es importante saber como también dijo El Señor, que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene del Señor. Todo el que lo escucha, lo cree y cumple su palabra no pasará hambre jamás. Yo doy testimonio de que cuando uno confía y se entrega al Señor, Él nunca deja a su hijo abandonado.
Juan Antonio Tuñón