La secularización interna en la Iglesia es señalada como gran obstáculo para la evangelización en la instrucción pastoral presentada esta mañana por la Conferencia Episcopal Española (CEE). El documento afirma que la dimensión «espiritual» tiene primacía sobre la social
«El primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada persona y a la humanidad entera en el mundo actual es el anuncio de Jesucristo». Esta es la afirmación central de la instrucción pastoral Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo, aprobada por la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal el 21 de abril, y presentada públicamente esta mañana.
El documento llega un año después de la instrucción Iglesia, servidora de los pobres, en la que los obispos mostraban «su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española y su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufrían las consecuencias de la crisis». Ahora la CEE resalta que «la acción filantrópica y humanitaria» no sustituye, sino que acompaña, al anuncio de Cristo. Aún más, reivindica que hay que «otorgarle la primacía a la realidad espiritual que constituye la Iglesia» –continuadora de la obra de salvación de Cristo en el mundo– frente a su «dimensión visible y social».
La jerarquía de prioridades queda clara con el subrayado de que la misión es una obligación ineludible para el cristiano, por lo que toda la acción de la Iglesia –con palabras o con obras– debe ir encaminada a difundir el Evangelio. «Comprende el cristiano, con sabiduría que no es obra suya, que el mayor servicio a los hombres consiste en anunciar a Jesucristo, y que no hay tarea que más humanice y dignifique a la persona humana que la evangelización. Mas ¿cómo podrá el cristiano anunciar a aquel de quien no tiene experiencia, a quien no siente vivo y operante en su propia vida?», se pregunta el documento, cuyo principal redactor ha sido el obispo de Almería y presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, monseñor Adolfo González Montes.
Con esta instrucción pastoral los obispos se proponen «confirmar a los creyentes en Cristo en la fe de la Iglesia». «A los cristianos tibios o no practicantes» se les anima a «retomar su fe cristiana», y a los no creyentes se les invita «a no rechazar la luz que viene de Cristo para iluminar el sentido de la vida».
El desafío de la secularización interna
En su vertiente más práctica, la instrucción aborda los factores que dificultan hoy la evangelización: los externos (la mentalidad laicista) pero sobre todo los internos. «La peor tensión a la que podemos sucumbir no viene de fuera de la comunidad eclesial, sino de dentro de la misma; y tiene lugar cuando el espíritu del mundo se apodera de sus miembros», sostiene el texto. Especialmente preocupa a los obispos el alejamiento de «tantos fieles que, aun estando bautizados […], no reconocen ya la presencia viva de Cristo en su Iglesia, en los sacramentos, o en los más necesitados».
En continuidad con la instrucción Teología y secularización en España, aprobada en 2006, la CEE achaca «las tensiones y dificultades padecidas en algunos momentos» en la Iglesia española durante las últimas décadas a «la aceptación por muchos en la Iglesia del espíritu del mundo y las formas secularizadas de vida», lo que termina sembrando «confusión», «agitación» y «zozobra» en muchos fieles. Sin señalar a teólogos concretos, se apunta como causa de la secularización interna en la Iglesia a las «desviaciones de la doctrina de la fe» de algunos autores, que pese a que puedan «estar motivadas por el deseo incluso apologético de acercar a los alejados a Jesús», presentan «una imagen reduccionista» de Cristo.
Hay también buena dosis de autocrítica cuando, citando a Benedicto XVI, se lamenta que se haya dejado de predicar sobre el Juicio Final. «Renunciar a esta idea es podar el anuncio del Evangelio, que haría fracasar la obra evangelizadora de la Iglesia». En esa línea, se afirma que la Iglesia no puede dejar de «llamar a la conversión al Evangelio para recibir el bautismo y el perdón de los pecados», puesto que entonces «dejaría de colocar al ser humano ante la opción final de la vida eterna».
Cristo y la Iglesia, únicos mediadores
En los diez años transcurridos entre Teología y secularización en España y el nuevo documento de la CEE, ha aumentado considerablemente en España la presencia de personas de otras confesiones, y «no pocos se preguntan si la Iglesia debe seguir manteniendo» que solo hay salvación en Cristo, al considerar esta afirmación «arrogante y excluyente».
«Cuando los cristianos afirmamos que Jesucristo es el único mediador de todos los hombres, no negamos la salvación que Dios otorgará por su misericordia a los no cristianos –responden los obispos–; señalamos más bien que las “fuentes de la salvación” de las que proféticamente habló Isaías están en Cristo».
Al mismo tiempo que se proclama la necesidad del diálogo ecuménico e interreligioso, se rechazan aquellas interpretaciones que consideran a los otros credos «como caminos, incluso ordinarios, de salvación queridos por Dios», lo cual no contradice que existan en ellos «elementos de verdad y bondad» mediante los cuales actúa el Espíritu Santo, como afirmaba el Concilio Vaticano II. Pero Cristo es el único salvador y, por voluntad suya, la Iglesia «continúa su presencia y su obra de salvación» en el mundo. «Debemos, por tanto, creer que la salvación, también la de los no cristianos, viene de Cristo y guarda una misteriosa relación con la Iglesia».
Sostener afirmaciones como estas, aclaran los obispos, no significan querer «imponer ideas a otros». «El Papa Francisco nos ha recordado que nuestra relación con el mundo ha de ser de diálogo con quienes salen a nuestro encuentro demandando razones de nuestra esperanza, que hemos de ofrecer con rigor, pero no como enemigos que señalan y condenan. Por eso el cristiano, antes que erudito de la doctrina revelada, es testigo de la persona de Cristo. Su sabiduría más preciada es saber de su Señor, y su propuesta, realizada con la limpieza de alma de un niño, tiene el poder de convicción de quien ha visto y oído (1 Jn 1,1-3). La confesión de Cristo como Salvador único y universal, y de la Iglesia como instrumento querido por Dios para realizar su mediación salvífica, es ofrecimiento propositivo de aquel que hemos conocido como el único que puede sanar al hombre en su libertad».
Ricardo Benjumea