Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.” Pero Jesús dijo: “No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Marcos 9, 38-40
En el paralelo de San Lucas en lugar de utilizar el nosotros se utiliza el vosotros y esto no deja de ser una curiosidad, si jugamos con los pronombres personales, nosotros, vosotros y ellos observamos que son las partes de la unidad que corresponde al género humano. Seres todos capaces de lo mejor y también de lo peor. Hoy día observamos y percibimos que los seres humanos hemos hecho la apuesta de vivir prescindiendo de Dios, seguimos diciendo que Dios ha muerto, estamos solos, y por lo tanto tenemos que buscarnos la vida, valernos por nosotros mismos y comenzar a tener una nueva relación con nosotros y con los demás.
Las consecuencias de estas afirmaciones son importantes a saber: decir que Dios ha muerto es lo mismo que decir que el Amor ha muerto porque de toda la vida y sobre todo desde que los hombres balbucearon la palabra Dios hasta que se nombró a Dios como Padre no hay otra afirmación que no sea rotundamente que Dios es AMOR, y si el Amor ha muerto ¿cómo podremos relacionarnos en el aquí y en el ahora? Para empezar deberíamos ponernos de acuerdo en la definición ¿qué es el AMOR?
Sugún los literatos hay muchas, diferentes e interesantes definiciones pero ninguna clarividente.Dan vueltas a ese misterio que parece constituir el centro mismo del amor pero que como no podemos nombrar al misterio nos quedamos con unas reflexiones que nos han ofrecido algunas mentes pensantes de la modernidad literaria y son:
Kurt Vonnegut, “El propósito de la vida humana, sin importar quién esté en control de ella, es amar a quien esté alrededor nuestro para ser amado”
Anaïs Nin dice: “¿Qué es el amor sino la aceptación del otro, sea éste lo que sea?”
Stendhal nos dice: “El amor es como una fiebre que va y viene independientemente de la voluntad… no hay una edad límite para el amor”.
C. S. Lewis dice: “No hay inversión segura. Amar absolutamente es ser vulnerable. Ama algo y tu corazón se exprimirá sin duda y posiblemente se romperá. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes dar tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo, evita todos los enredos y enciérralo en el cofre y en el ataúd de tu egoísmo”.
Y así podemos seguir viendo lo que dicen otros pensadores:
Charles Bukowski que afirma: “El amor es una niebla que se quema con la primera luz del día”.
William Shakespeare, en Sueño de una noche de verano, dice: “El amor no mira con los ojos, sino con la mente”.Lo que dice Ambrose Bierce del amor: “Locura transitoria que se cura con el matrimonio”. Fiodor Dostoievski, en los hermanos Karamazov le da la vuelta y pregunta “¿Qué es el infierno? Y responde: “Yo sostengo que es el sufrimiento de ser incapaz de amar”. Antoine de Saint-Exupéry, en Airman’s Odyssey dice: “El amor no consiste en mirarse el uno al otro, sino en mirar juntos en la misma dirección”.
Es interesante lo que dice Honoré Balzac. “Cuanto más juzga uno, menos ama. Esta es sin duda una actitud propia del ser humano, el juicio. Lo juzgamos todo, hasta lo que hacen los que no son de los nuestros. Ya en el libro de los Números Moisés dice al muchacho que denuncia a Eldad y Medad porque están profetizando en el campamento “¿Es qué estás tú celoso por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo de Yhavé profetizara porque Yhavé les de su Espíritu!”.
Han pasado tres días de la fiesta de Pentecostés, y no estaría nada mal que recogiéramos el Espíritu Santo que se nos envía para que se pueda ver en la Iglesia el Amor de Dios. Amaos los unos a los otros como yo os he amado y como yo os sigo amando.