Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás,
a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados.
Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos (San Lucas 6, 12-19).
COMENTARIO
Uno elige, pero lo mejor es ser elegido. El mundo no piensa así, pero es así. Elegir me refiero al estado de vida en el cual uno desarrollará el resto de su vida. No es infantilismo ni inmadurez, todo lo contrario. Dejarse elegir por Dios requiere unas dosis de madurez extraordinaria compuesta de fe, amor y humildad. Son estas tres virtudes las que hacen al hombre maduro y bien dispuesto para desarrollar su camino por esta vida.
Lo que sucede es que el mundo, con sus criterios, no piensa así en absoluto. El mundo consiste en pisar fuerte apoyándose en el criterio propio. Que la vida dependa de otro que no sea yo es algo inadmisible, pero que ese otro esa Dios, ya resulta insuperable.
Naturalmente que la vida propia requiere una responsabilidad personal y nadie puede responder por mí. Pero el ser humano debe aceptar su origen que no es otro que Dios. Depender de él en la elección de vida no es más que un capítulo de una dependencia mas radical y anterior, que es la dependencia en ser, no solo en el modo de ser. Existimos porque Dios nos da la existencia. Y vivimos porque Dios nos la vida. Por eso no solo Dios tiene derecho a disponer de nosotros con amor, sino que sabe como nadie cómo realizar nuestro ser, porque es Dios creador, y Creador amoroso.
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, elige después de hacer mucha oración a unos hombres que serán fundamento de la Iglesia, pero también fundamento de sufrimientos para el Señor. Le abandonarán, y Judas…
Los llama por su nombre y al llamarlos les da nombre, es decir, su puesto. Dios no es enemigo del hombre. Habrá que repetirlo tantas veces como tantas veces se diga que lo es. Llama con ternura y abre el mayor horizonte a la persona que llama.
En otro pasaje del evangelio se dice que muchos son los llamados y pocos los elegidos. Dios llama y elige. Pero se da una misteriosa o misteriosísima colaboración en el hombre. Y si no se da puede perderse la preciosa llamada que viene de Dios, se puede malograr. Dice san Pablo que nos toca sufrir lo que falta a la pasión del Señor. Cristo ha querido necesitar. Necesitó de Pedro para edificar su Iglesia. Necesita de nuestra cruz para una mayor unión con él. Necesita por fin mi respuesta y colaboración para que la elección que él hace madure, se realice y sea todo lo fecunda que se pide.
Es misterio asombroso, casi terrible. La colaboración de un Dios que nos toma tan en serio. Parece que no es posible que nos tome tan en serio. Pero nos toma así no solo porque ha muerto por nosotros sino también quiere que yo le tome en serio a él. Es gracioso, es tierno, y puede ser trágico también.
Jesucristo escoge para acompañarle en su misión redentora. Sanar al mundo de tanta dolencia, pecado y error. Es él quien lo hace, pero los doce fueron llamados para su compañía y unión.
Y siempre Judas. El tema de Judas, tan doloroso y difícil. El Señor lo eligió para misión egregia, divina, insuperable. Pero él no supo, no quiso, no… Es el caso de Judas.
La elección de Cristo vino precedida de su propia oración. Otro tema asombroso. Dios hecho hombre haciendo oración a Dios Padre. Diríamos de Dios a Dios. Y tiene que hacerlo y así convenía. En la oración el mismo Dios hecho hombre encontró la luz electiva y el impulso para algo decisivo.
La oración, siempre la oración, como necesidad de primera magnitud. Es enseñanza básica y a la vez profunda. En la intimidad con Dios me hago accesible y capaz de elecciones propias de un Hijo de Dios. Con la oración freno o disuelvo las asechanzas malignas que tiene por fin apartarme del fin. La oración tan temible para el enemigo y tan amiga de los amigos de Dios. No se puede perder de vista, si queremos acertar, el discernimiento que brota del alma orante, unida a Dios por lazos de amor.
Jesucristo pasó la noche haciendo oración. Es frase fuerte, con carga de misterio. Hay que repetirla en el corazón una y otra vez para incrementar el espíritu de oración tan necesaria para el alma y el mundo.
Oración, llamada, respuesta y… beneficios para los hombres.