El Concilio Vaticano II en su constitución pastoral Gaudium et Spes, 36 afirma:
“La investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios”.
Así pues, nada debemos temer los creyentes de los avances de la ciencia. Pero hemos de considerar cómo la Iglesia no concede legitimidad a toda investigación científica, pues también ésta debe sujetarse a las normas éticas y morales.
prioridad de la ética sobre la técnica
A este respecto es ilustrador algunos de los párrafos del discurso que Juan Pablo II dirigió a los hombres de ciencia reunidos en la sede de la UNESCO en París, el 2 de junio de 1980. Decía así:
‑“Mientras que la ciencia está llamada a estar al servicio de la vida del hombre, se constata demasiadas veces, sin embargo, que está sometida a fines que son destructivos de la verdadera dignidad del hombre y de la vida humana. Eso es lo que ocurre cuando la investigación científica está orientada hacia esos fines o cuando sus resultados se aplican a fines contrarios al bien de la humanidad. Esto se verifica tanto en el terreno de las manipulaciones genéticas y de los experimentos biológicos, como en el de las armas químicas, bacteriológicas o nucleares.
‑Es necesario convencerse de la prioridad de la ética sobre la técnica, de la primacía de la persona sobre las cosas, de la superioridad del espíritu sobre la materia. El hombre de ciencia ayudará verdaderamente a la humanidad si conserva el sentido de la trascendencia del hombre sobre el mundo, y de Dios sobre el hombre”.
la dignidad de la persona como límite insalvable
Y en esta línea de orientación a la investigación, cabe reseñar otra intervención de Juan Pablo II, esta vez a los participantes de un congreso médico celebrado el 27 de octubre de 1980. Decía entre otras cosas:
‑“Consideremos la implícita peligrosidad que respecto al derecho del hombre a la vida deriva de los descubrimientos hechos en el campo de la inseminación artificial, del control de la natalidad y fertilidad, de la hibernación y de la “muerte lenta”, de la ingeniería genética, de los fármacos de la psique, de los transplantes de órganos, etc. Es cierto que la investigación científica tiene sus propias leyes a las que atenerse. Pero esta investigación debe reconocer, sobre todo en medicina, un límite insalvable: el respeto a la persona y su derecho a vivir de un modo digno, propio del ser humano. La norma ética fundada en el respeto de la dignidad de la persona debe iluminar y disciplinar tanto la fase de investigación como la de la aplicación de los resultados alcanzados antes”.