En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me tenias esté en ellos, y yo en ellos’’ (San Juan 17, 20-26).
COMENTARIO
Que importante es levantar los ojos al cielo. Mirarte siempre a ti Padre mío. Hablar contigo cada día, cada instante de mis problemas, mis penas y compartir contigo mis alegrías. Esto es algo que necesito practicar cada día porque sin tu Palabra sin tu luz y tu consejo me puedo perder en los avatares del camino de mi vida. Es tu Hijo el que a través de su Iglesia me ha enseñado y me sigue enseñando a hablar contigo a entender el vocabulario que utilizas en los acontecimientos de cada día para animarme, para ayudarme y alentarme siempre en las adversidades y a disfrutar de los inmensos regalos que pones a mi disposición y que tantas veces la polvareda y los ruidos del camino no me dejan ver y escuchar más allá de los enredos en los que mis razonamientos me quieren confundir y distraer para que me aparte del camino de tu voluntad.
Hoy como cada día volveré a poner varias veces en mi boca la oración que aprendí de tu Hijo y te volveré a llamar Padre. Diré que eres “nuestro” porque tengo muchos hermanos de los que preocuparme y atender y diré que quiero que sea santificado tu Reino en mi persona si realmente yo me hago uno contigo y me das de tu naturaleza que es amor, amor, y más amor con mayúsculas y desinteresado. Y esperaré que se cumpla en mí tu voluntad aunque no la entienda o me contraríe. Y te rogaré que me des el pan tanto material como imperecedero que alimente mi cuerpo y mi espíritu aunque a lo mejor me pueda parecer “pan duro” Porque ya se y tengo experiencia que tu escribes la historia de mi vida siempre en derecho aunque vea los renglones algo torcidos. Padre ayúdame a descansar en ti mis afanes. Descúbreme los pecados que en mi altivez y mi orgullo soy incapaz de ver, porque si los descubro te los podre dar a ti para que me sanes y desde ahí yo podré ser realmente uno contigo y podré cargar y perdona las ofensas que me puedan hacer los que has puesto para mi bien en el camino. Y venceré la tentación para no caer en las redes del acusador librándome de su maldad.
¡Cristo ha resucitado! Buen día con nuestro Señor!