En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.» Algunos de los escribas se dijeron: «Éste blasfema.» Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad (San Mateo 9, 1-8).
COMENTARIO
¡Levántate y anda! Cada día siento dentro de mi esta palabra tuya invitándome a caminar, a no estar parado, a no acomodarme, a no instalarme en mis problemas y preocupaciones sino mirándote a ti y escuchando tu palabra ponerme en movimiento para, con tu ayuda, afrontar aquello que me aguarda en este dia y para ello tengo que abandonar mis pecados, mis perezas, mis egoísmos…, tantas ataduras que intentan impedirme que camine. Hoy al escuchar tu palabra y poner en mis labios la oración del padrenuestro, que tu nos enseñaste, he saboreado de nuevo el pan de tus palabras que me animan, que me liberan porque me perdonas, porque me comprendes, porque me aceptas y sobre todo porque me quieres. “El pan nuestro de cada día dánosle hoy” aliméntame con un alimento imperecedero que sacie mi alma Señor, dame de esa agua viva que me llevará a no tener mas sed como le dijiste a la samaritana: “…si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: -Dame de beber-, tu le habrías pedido a él, él te habría dado agua viva” (Jn 4,10). Yo necesito de tu agua Señor, necesito de tu espíritu para discernir donde poner cada paso que dan mis pies en las huellas que tu has marcado en el camino. Quiero seguirte, quiero parecerme a ti, quiero que me lleves de la mano en mis pensamientos, en mis decisiones, en mis conversaciones, en mis obras… que seas tu dentro de mi y no ese yo que tanto quiere ser sin contar contigo.
Hoy quiero coger en peso mi camilla, la camilla de mi vida y poner rumbo a mi casa que no es otra casa que la tuya, la que tu has preparado para mi, pues cuando me pensaste, no sólo me hiciste tu creatura si no que me has adoptado para ser hijo tuyo y abrirme las puertas de regreso para ser y estar siempre en ti. No lo podre conseguir sin tu ayuda Señor, pero de nuevo vuelvo a ponerme en tus manos para que se cumplan las palabras del santo: “El que te creó a ti sin ti, no te salvará a ti sin ti” (San Agustín) ese es mi deseo, como el paralitico esperar que en tu misericordia me hagas levantarme y sobre todo: ¡seguirte1
Buen día con el Señor…