Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés a Esrón, Esrón a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed a Jesé, Jesé engendro a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón (…). Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel (…). Eleazar a Matán, Matán engendró a Jacob y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: “Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel que significa “Dios con nosotros” (San Mateo 1,1-6.12-15.18-23).
COMENTARIO
En la genealogía de Jesucristo no todas las personas brillaron por sus virtudes y honestidad. Tal como manifiesta la Biblia, hubo hasta prostitutas. El propio rey David tuvo un hijo con la mujer de Urías, al que mandó matar para ocultar su pecado. Pues bien; este hijo, Salomón y su madre son un claro ejemplo de la poca “limpieza” (según los criterios humanos) de la ascendencia del Mesías. O sea, que Jesucristo no ha menospreciado a ninguna persona por indigna que pueda parecer ante los que se consideran mejores que los demás.
Por eso, esto que normalmente hubiera ocultado cualquier personaje importante que quisiera presumir de su alcurnia, no es ningún baldón para Jesucristo; al revés, es una prueba más de su asombrosa humildad y una gran lección para nosotros que tenemos criterios tan equivocados, pretenciosos y farisaicos.
En Jesucristo, camino, verdad y vida, resplandece una manera de pensar y comportarse que está muy lejos de acomodarse a los criterios del mundo. Es necesario que cambiemos nuestros criterios y los acomodemos a las enseñanzas de Cristo para llegar a su presencia, el día que nos tenga señalado a cada uno, en las mejores condiciones posibles.
Por otra parte, San José nos da un claro ejemplo de humildad al aceptar inmediatamente las explicaciones del ángel y acoger a María sin ninguna reserva.