XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
(Mlq 3, 19-20a; Sal 97; 2Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19)
Estamos terminando el Año Litúrgico El próximo domingo celebramos la solemnidad de Cristo Rey y el final del Año Jubilar de la Misericordia, año de gracia y de experiencia de la bondad entrañable de Dios. En este contexto, la Liturgia de la Palabra nos presenta algunos textos que ayudan a resolver y a encontrar el significado de cuestiones existenciales que nos asaltan en algún momento de la vida, como es la pregunta por el sentido de la existencia, descubrir para qué hemos nacido, comprender por qué el mal en el mundo, por qué la muerte, creer que hay algo después de la muerte…
El papa Benedicto, en el libro de Peter Seewald, “Benedicto XVI, últimas conversaciones”, ante la pregunta: “¿Ha habido en su vida alguna de tales “noches oscuras”?, responde: “Digamos que no de las totalmente oscuras, pero sí he experimentado la perplejidad de qué pensar de Dios, la pregunta de por qué existe tanto mal, etc., de cómo puede conciliarse eso con su omnipotencia, con su bondad. Eso me asalta una y otra vez, según la situación”.
La Palabra de Dios nos revela el destino del hombre y el sentido de la vida. “A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”. San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, aborda la meditación del principio y fundamento y afirma: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado”.
El salmista se sitúa en la perspectiva de la venida del Mesías: “Aclamen los montes al Señor, que llega para regir la tierra”, y este anuncio se puede leer proféticamente, en relación con el encuentro que cada uno debemos tener con el Señor, al final de nuestra peregrinación por este mundo.
Jesús nos aconseja de qué manera alcanzar la meta: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.” Y san Pablo nos ofrece el testimonio de su propia forma de vida: “Por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan”.
Con la conciencia de haber sido creados por Dios, poniendo nuestras manos en la tarea de acrecentar la belleza de la creación y con la esperanza de ser recibidos por los santos y por Jesucristo, avancemos por el camino de la vida con esperanza, y en caso de turbación, por circunstancias dolorosas o inesperadas, dando un voto de confianza a la Providencia divina.
Ángel Moreno.