La audiencia general de los miércoles convoca multitudes
La plaza de San Pedro volvió a quedarse pequeña para la audiencia general de los miércoles, en la que Francisco desató de nuevo el entusiasmo con sus improvisaciones al margen del texto escrito. A la catequesis sobre el Año de la Fe, el Papa añadió comentarios muy vivos sobre la misericordia divina, el perdón de los pecados, el empuje de los jóvenes o el retraso del avión de Sassari (Cerdeña), que provocaron aplausos ensordecedores.
Por el momento, las improvisaciones se limitan a sus discursos en italiano, mientras que se atuvo al texto en el resumen que él mismo hizo en español, incorporado ya de modo estable al formato de las audiencias desde la semana pasada.
Salta a la vista que Francisco atrae multitudes, pues la plaza de San Pedro se queda pequeña en un día laboral antes de que empiece la temporada turística. Pero resulta todavía mas llamativo su talento para la comunicación natural con los italianos. De hecho, lo más apreciado y aplaudido de cada audiencia general son las frecuentes improvisaciones para recalcar algunas ideas o para añadirlas.
Cuando se refería a Jesús resucitado, añadió fuera del texto que «es nuestro abogado, es decir, nos defiende desde el cielo. Nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados». Recordando que un abogado siempre ayuda, Francisco invitó vigorosamente a los fieles: «¡No tengáis miedo de hablarle! ¡Él nos perdona siempre! ¡Él nos defiende siempre!». Gracias a esa ayuda «no estamos nunca solos».
En los saludos a los grupos de italianos, el Papa informó que tenían que haber venido también peregrinos de Sassari (Cerdeña) junto con su obispo, «pero el avión ha sufrido un retraso de tres horas y no llegan. En todo caso, les tenemos presente en el corazón». Los fieles se lo confirmaron con un gran aplauso.
Al final, refiriéndose a los jóvenes, les invitó a seguir a Jesús con entusiasmo, añadiendo que «¡No se puede imaginar un joven sin entusiasmo! ¡Servid al Señor con entusiasmo!». El aplauso fue ensordecedor.
Ese mismo estilo sencillo y personal tienen las brevísimas homilías de la misa que Francisco celebra cada día a las siete de la mañana en la Casa Santa Marta, y a la que asisten por turnos empleados laicos de distintos departamentos del Vaticano. El Papa les anima, les valora, y saluda a cada uno al final de la misa, aportando un ejemplo de cercanía y afecto muy positivo para toda la Iglesia católica.
JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO