En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Y Marta, se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.»Lucas (10,38-42):
Evangelio muy conocido y propicio para interpretarlo de diferentes formas, e incluso podemos atrevernos a tildarlo de injusto por la contestación que Jesús le da a Marta. No sé que quería enseñar a sus catecúmenos la Iglesia ―en aquellos primeros años de existencia― pero para mí ―pobre e inculto pecador― es una llamada a descubrir mi vocación. Este evangelio nos quiere revelar el secreto de la santidad. Esta palabra la miramos siempre desde lejos ya que nuestra mente racional la adjudica a personas que consideramos excepcionales.
San Juan Crisóstomo dice a los catecúmenos ―adultos― en su preparación para el Bautismo, que el que no se ha dado cuenta de que el hombre nuevo, este que es descrito en el Sermón de la Montaña, es un don gratuito, no ha aprendido nada. El Santo lo llama la «virtud sin esfuerzo». Pablo lo expresa mucho mejor al decir que ya no es él el que vive, sino que es Cristo el que vive y realiza todas aquellas obras que sus discípulos veían en él. Para mí Marta y María no son ―cómo algunos plantean― dos carismas diferentes: «actividad» frente a «contemplación»- ¡No! Para mí es una catequesis que me enseña cómo debo de servir con mi «carisma», con los dones que he recibido de parte de Dios. Marta, abre la casa al Maestro, y le sirve; eso está muy bien, pero… ¿dónde está el fallo? que al servicio le sigue el cansancio, en primer lugar, y después el juicio. No es este el «servicio» cristiano. Dice el «Siervo de los siervos» a unos griegos que querían conocerlo: «Si el grano de tierra no cae en tierra y muere, se queda solo» Este es el secreto de los santos; no son súper hombres sino pobres vasijas de barro repletas de Dios. Son como aquella zarza que contenía al Todopoderoso y no se consumía: la virtud sin esfuerzo como decía San Juan Crisóstomo. Por eso María había elegido el mejor camino para llegar a la Santidad para hacer que los dones que Dios había plantado en su vida «murieran para que luego dieran fruto».
Pidamos a nuestra madre María ―maestra del servicio y de la disponibilidad― que no nos busquemos a nosotros mismos a la hora de compartir con los demás los dones recibidos por gracia, sino que como la vela se derrite por mostrarnos la luz o la flor se marchita para deleitarnos con su fragancia, podamos «caer en tierra» para dar a conocer el amor infinito de Dios plasmado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
2 comentarios
Cual es la cita concreta de S. Juan Crisostomo donde dice a los catecumenos que pueden recibir el bautismo hatsa que no realicen sin esfuerzo la virtud de Amar como Cristo nos ama?
No consigo encontrarla…
Muchas gracias
cristianos antes que al resto de hombres les está prohibido corregir los traspiés de los pecadores por la fuerza (…). Es necesario hacer de un hombre mejor persona no a la fuerza, sino a través de la persuasión. No disponemos de la autoridad que nos confieren las leyes para dominar a los pecadores, tampoco, de tenerla, sabríamos como usarla, puesto que Dios entrega la corona a aquellos que se alejan del mal, no a la fuerza, sino por elección propia”.
He encontrado esto. Se parece.