«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: “No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará”». (Mt 10, 17-22)
Celebramos hoy la fiesta de San Esteban primer mártir de la Iglesia. El evangelio de hoy nos invita a ser prudentes (guardaos de los hombres), pero veraces. No se trata de ir a buscar el martirio premeditadamente, sino de ser fieles a la Verdad. Esta fidelidad hará, sin duda, que las situaciones de martirio, de testimonio, vengan solas a nuestra vida. Jesús no se apresura a entregarse, sino que van a por él y es entregado por otro en el Huerto de los Olivos, aunque no se resiste al mal.
Quien es testigo de la Verdad no necesita preparar discursos, porque quien se ha hecho uno con Cristo no habla ya por sí mismo, sino que el Espíritu del Padre, el Espíritu de Cristo, habla por él. Quien prepara las respuestas ante sus acusadores no solo pierde el tiempo, sino que acaba defendiéndose a sí mismo, a cualquier precio, incluso traicionando a la Verdad.
En el caso de Esteban, el Espíritu le regala un gran discurso que irrita aún más a sus asesinos, pero esto no tiene por qué ser siempre así. Me llegó la fotografía del sacerdote Martín Martínez Pascual, fusilado en Valdeagorfa (Teruel) el 18 de agosto de 1936. Esta instantánea, hecha un minuto antes de su fusilamiento, lo dice todo, sobran las palabras; el Espíritu se desborda en una sobrenatural sonrisa, tan cautivadora que deja en último plano su aspecto desaliñado. Como Esteban, Martín parece estar viendo los cielos abiertos, y nosotros vemos en su rostro un reflejo de la gloria de Dios.
Parece que la Palabra hoy se dirige a quienes están en una situación verdaderamente difícil, de persecución por la fe, pero muchos, muchísimos cristianos no vivimos ahora mismo en tiempos ni lugares de martirio cruento. ¿Es que hoy no viene a nosotros la Palabra? Ciertamente, sí. El nombre de Jesucristo no siempre se manifiesta en el testimonio de manera explícita. En la vida ordinaria está de manera implícita, cuando se pone en la verdad a un hermano, cuando se corrige a los hijos, cuando los esposos se hablan francamente. Y muchas veces el decir la verdad provoca enfrentamientos, y en no pocas ocasiones nos cuesta la salud, o la vida literalmente, por el orgullo de aquellos que son corregidos.
Mantenerse en la Verdad hasta el final, esta es la salvación. Para ello se requiere tener mucha paciencia con todos, incluidos nosotros mismos, y huir de todo juicio. Si permanecemos en la Verdad, seremos liberados de toda atadura para amar… incluso a quien nos quita la vida. El testimonio en la vida ordinaria tal vez no sea tan espectacular como en el caso de los mártires, pero también llama la atención de quien busca la Verdad. Se puede decir que quien persevera hasta el final no solo se salva él, sino que ayuda a otros a salvarse.
Miquel Estellés Barat