En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará» (San Juan 16, 12-15).
COMENTARIO
Los apóstoles compartieron tres años de convivencia personal con Jesús y este les dice, al final de ese tiempo: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora”. Pues si a los mismos apóstoles que convivieron con Jesús todo ese tiempo no se les comunicó todo lo referente a la fe, ¿qué será a nosotros, pobres cristianos de a pie en el año 2019? Y es que las cosas de Dios tienen sus tiempos y sólo el Señor las conoce y las dosifica porque sabe lo que podemos o no “cargar” en cada momento.
Jesús no nos cuenta toda su Verdad a la vez, de golpe y lo hace así porque nos quiere, por aliviar la carga de esa responsabilidad. Un joven de 16 años que descubre a Cristo, conoce lo necesario, lo que puede cargar para seguirle con entusiasmo. Es Cristo, el mismo que se revela, el que sabe cuanto y cuando se comunica. Cuando ese joven tenga 40 años descubrirá otras verdades de la fe necesarias para perseverar y seguir caminando, verdades que al principio no hubieran sido necesarias o incluso excesivamente duras.
La verdad no se conoce de golpe se nos va descubriendo poco a poco.
Pero hay Verdades de Dios que entusiasman y otras que duelen. Las primeras suelen llegar al comienzo, para poder llevarlas y crecer en la fe con la necesaria alegría. Las otras cuando ya la fe es madura y firme, nos ayudan a la unión más íntima. Las primeras llegan cuando Dios quiere y lo cree oportuno y en la medida que así le parece. Las más tardías también.
Cuando un padre de familia pide ayuda a sus hijos al llegar al destino de sus ansiadas Vacaciones para descargar el maletero del coche, va repartiendo a sus hijos los bultos del equipaje según su capacidad, a los adolescentes las maletas pesadas, a los medianos las bolsas y los más pequeños llevan entusiasmados su cubo y su pala de playa; eso es lo que pueden llevar y lo hacen entusiasmados, convencidos de que ayudan como los demás. Nos creemos a veces, en las cuestiones de fe, como jóvenes adolescentes fortachones, capaces de cargar con lo que el Padre nos pida y estamos sólo para “cubito y pala”, sin saberlo. ¡Qué importante es la humildad en todo lo referente a Dios! Todo lo hace El, hasta el reparto de su propia verdad a plazos soportables. Hoy cubito y pala, mañana bolsita y pasado maleta gorda. Y eso pasa sin darnos cuenta.
Lo que de jóvenes no teníamos claro o simplemente no entendíamos de la fe, de viejos nos parece evidente y muchas veces eso que nos resultaba duro entonces ahora nos parece dulce, y no es mérito nuestro, es el Espíritu que susurra poco a poco esa Verdad dosificada. Esto pasa con la Cruz de Cristo. El Espíritu del Señor decide cuando estamos en condiciones de cargar con ella, cuando podemos conocer las verdades de la fe mas profundas, las que se acercan más a la verdad plena y nos identifican con Cristo y este crucificado.
“El Espíritu de la Verdad os guiará hasta la Verdad plena”. Ese Espíritu Santo que comunica, debe ser escuchado para crecer en esa Verdad y esa es la oración, el momento de crecer en el conocimiento de la Verdad
Creemos saberlo todo de Dios, del Evangelio, de las cuestiones morales y sólo estamos de camino hacia la Verdad plena, a un conocimiento pleno, más perfecto cada vez, mas maduro. Nunca lo sabremos todo hasta el final, siempre tendremos lagunas, dudas, miedos, dificultades. La Verdad plena es la meta, el abrazo final y el cara a cara con Dios que no es posible en esta vida. Si perseveramos en la escucha del Espíritu de la Verdad creceremos en nuestra fe y avanzaremos en el camino. Esa es nuestra única obligación, escuchar al Espíritu en la oración, en la práctica de los sacramentos y en la práctica de la caridad para llegar a la ansiada meta de la Unión plena con el Señor en donde ya no habrá verdades pendientes de conocer. Seremos entonces como los niños en unas eternas vacaciones: cubito y pala.