(RV).- En la tradicional rueda de prensa que tuvo lugar durante el vuelo de regreso del Santo Padre Francisco tras concluir el domingo 2 de octubre el 16º Viaje Apostólico internacional de su Pontificado que lo llevó a Georgia y Azerbaiyán, el Papa Bergoglio respondió a las diversas preguntas que le formularon los periodistas que lo acompañaron. Como es costumbre, el Pontífice comenzó agradeciendo el trabajo realizado con las siguientes palabras:
“Buenas noches. Y muchas gracias por su trabajo y su ayuda. Es verdad, ha sido viaje breve – tres días – pero ustedes han tenido tanto trabajo. Estoy a su disposición, y les agradezco mucho el trabajo. Pregunten lo que quieran”.
Tras el agradecimiento de Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la primera pregunta la formuló Ketevan Kardava, de la televisión de Georgia, quien manifestó al Pontífice su agradecimiento por su primer viaje a esta nación, cuyos ciudadanos – le dijo – se conmovieron con su discurso y especialmente al ver la foto con el Patriarca de esta nación que fue compartida miles de veces en las redes sociales, por lo que fue una visita sumamente alentadora para esta pequeña comunidad católica.
Y le preguntó al Santo Padre si tras su encuentro con el Patriarca de Georgia, ha visto el camino para una futura cooperación y un diálogo constructivo entre el Obispo de Roma y las iglesias ortodoxas y católicas. A la vez que destacó – tal como el Papa ha dicho a este pueblo – en cuanto a las diferencias doctrinales, que lo que los une es más que lo que los divide.
“Yo he tenido dos sorpresas en Georgia, una la misma Georgia: yo nunca me había imaginado tanta cultura, tanta fe, tanta cristiandad, un pueblo creyente y de una cultura cristiana muy antigua, un pueblo de muchos mártires. Y he descubierto una cosa que no conocía, lo grande de esta fe de Georgia. La segunda sorpresa fue el Patriarca, es un hombre de Dios, este hombre me ha conmovido, las veces que lo he encontrado, he salido con el corazón conmovido y con la sensación de haber encontrado a un hombre de Dios. Verdaderamente un hombre de Dios.
De las cosas que nos unen y nos separan, yo diría no ponerse a discutir las cosas de doctrina, esto dejarlo a los teólogos, ellos saben hacerlo mejor que nosotros, discuten y son buenos, tienen buena voluntad, los teólogos de una parte y de la otra.
¿Qué debemos hacer nosotros, el pueblo? Rezar los unos por los otros. Esto es muy importante la oración. Y segundo hacer cosas juntas, si hay pobres, trabajamos juntos por los pobres, si hay un problema y podemos hacerlo juntos, lo hacemos juntos, si hay inmigrantes, hacemos cosas buenas por los demás, juntos, esto podemos hacerlo y éste es el camino del ecumenismo, no sólo el camino de la doctrina, esto es el último y se llegará al final, pero comenzamos a caminar juntos, con buena voluntad. Eso se puede hacer, se debe hacer.
Hoy el ecumenismo se debe hacer caminando juntos, rezando unos por otros. Y que los teólogos sigan hablando y estudiando entre ellos. No sé… Pero Georgia es maravillosa, es algo que no me esperaba, una nación cristiana, pero en la médula, ¡eh!”.
La segunda pregunta la formuló el periodista alemán Tassilo Forchheimer, de la radio alemana Ard, quien preguntó al Pontífice si después de haber hablado con las personas capaces de cambiar la historia entre Armenia y Azerbaiyán, ¿qué debería suceder para llegar a una paz permanente que tutele los derechos? Y ¿cuáles son los problemas y qué papel podría tener Su Santidad?
“Dos veces, en dos discursos he hablado de esto, en el último he hablado del papel de las religiones para ayudar en esto. Creo que el único camino es el diálogo, el diálogo sincero sin cosas sobre la mesa, sincero, cara a cara, la negociación sincera. Y si no se puede llegar a esto, se debe tener el coraje de ir a un tribunal internacional, ir a La Haya por ejemplo, y someterse al juicio internacional. No veo otro camino.
Lo otro es la guerra, pero la guerra destruye siempre, ¡con la guerra se pierde todo! Y para los cristianos la oración, orar por la paz, porque estos corazones emprendan estos caminos de diálogo y negociación, o ir a un tribunal internacional. Pero no se puede tener problemas, así: piensen ustedes que los tres países caucásicos tienen problemas. También Georgia tiene un problema con Rusia: no se conoce tanto, pero hay un problema, que puede aumentar… no se sabe. Y Armenia es un país sin fronteras abiertas. Tiene problema con Azerbaiyán. Se debe ir a un tribunal internacional, si no se hace el diálogo y la negociación no hay otra salida. Y la oración, la oración por la paz”.
A continuación, María Elena Ribezzo, de la revista suiza “La Presse”, preguntó al Santo Padre acerca de la guerra mundial en acto contra el matrimonio, tal como el Papa Francisco había afirmado el día anterior, cuando usó palabras muy fuertes en contra del divorcio, como que ensucia la imagen de Dios, mientras que en los meses pasados y durante el Sínodo, se había hablado de una acogida para los divorciados… De ahí que su pregunta haya sido ¿de qué manera se lleva esta acogida?
“Todo lo que he dicho ayer con otras palabras, porque ayer he hablado improvisadamente, está en la (exhortación apostólica) Amoris Laetitia, todo. Cuando se habla del matrimonio como unión del hombre y de la mujer, como lo ha hecho Dios, a imagen de Dios, es hombre y mujer. La imagen de Dios no es el hombre: es el hombre con la mujer. Juntos. Que son una sola carne cuando se unen en matrimonio. Ésta es la verdad.
Es verdad que en esta cultura los conflictos y los tantos problemas no bien gestionados, y también ‘filosofías’ de ‘hoy hago esto, cuando me canso hago otra cosa, después hago una tercera, luego hago una cuarta’, es esta guerra mundial que usted dice contra el matrimonio. Debemos estar atentos a no dejar entrar en nosotros estas ideas.
Pero primero: el matrimonio es imagen de Dios, hombre y mujer en una sola carne. Cuando se destruye esto, se ensucia o se desfigura la imagen de Dios. Después la Amoris Laetitia habla de cómo tratar estos casos, cómo tratar a las familias heridas y ahí entra la misericordia.
Hay una oración muy bella de la Iglesia que la hemos rezado la semana pasada. Decía así: ‘Dios que tan maravillosamente has creado el mundo, y más maravillosamente lo has recreado’ – es decir con la redención y la misericordia –. El matrimonio herido, las parejas heridas: entra la misericordia. El principio es ese, pero las debilidades humanas existen, los pecados existen y siempre la última palabra, no la tiene la debilidad, la última palabra no la tiene el pecado: ¡la última palabra la tiene la misericordia!
A mí me gusta contar – no sé si lo he dicho, ¿eh?, porque lo repito mucho – que en la Iglesia de Santa María Magdalena en Vézelay – ¿lo he dicho o no? – hay un capitel hermoso, del 1200 más o menos.
Los medievales hacían la catequesis con las esculturas de las catedrales. En una parte del capitel está Judas, ahorcado, con la lengua afuera, los ojos afuera, y en la otra parte del capitel está Jesús, el Buen Pastor que lo toma y se lo lleva con él. Y si vemos bien la cara de Jesús, los labios de Jesús por una parte están tristes, pero por otra tienen una pequeña sonrisa de complicidad. ¡Ellos habían entendido qué cosa es la Misericordia! Con Judas ¡eh!
Y por esto en Amoris Laetitia se habla del matrimonio, del fundamento del matrimonio, como es, pero después vienen los problemas: cómo prepararse para el matrimonio, cómo educar a los hijos, y en el capítulo VIII, cuando vienen los problemas, y cómo se resuelven. Se resuelven con cuatro criterios: acoger a las familias heridas, acompañar, discernir cada caso e integrar, rehacer. Esto sería colaborar en esta segunda… en esta re-creación maravillosa que ha hecho el Señor con la Redención. ¿Se entiende, así? Y sí, ¡si tomas una sola, no va!
En Amoris Laetitia – quiero decir – todos van al capítulo octavo. No, no: Se debe leer desde el inicio hasta el final. Y ¿cuál es el centro? Bueno… depende de cada uno. Para mí el centro, el núcleo de la Amoris Laetitia es el capítulo cuarto: sirve para toda la vida. Pero se la debe leer toda, y releer toda y discutirla toda, es todo un conjunto. Pero existe el pecado, existe la ruptura, pero también existe la misericordia, la redención: la cura. ¿Me he explicado bien, sobre esto, no?».