En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: -«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Marcos 1, 12-15
Como ya es de esperar, el primer Domingo de Cuaresma sabemos que toca el “evangelio” de las “tentaciones”: Jesús, al principio de su vida pública, después de pasar 40 días en el desierto, es tentado por Satanás con las mismas tentaciones que el Pueblo de Israel en su travesía de 40 años de desierto; pero Jesús sale vencedor. Punto y guión…
Y esta puede ser la primera tentación, tirar de comentarios tópico, que si bien pueden resultar de gran ayuda piadosa, al menos en una primera lectura, no se ajustan al texto de Marcos.
Es posible que muchos exegetas bastante más doctos en la materia que este humilde comentarista tiren por tierra con fundados argumentos teológicos y hermenéuticos las conclusiones que hoy saco de este breve sumario del inicio de Marcos, parco en palabras pero de gran profundidad. No pretendo llevar razón, ni tan siquiera suscitar polémica si esta reflexión ayuda a alguien en medio de su desierto vital y resulta ser como el puyazo del tercio de varas que por un lado humilla al toro, y por otro le saca el encaste, pues bienvenido sea.
De los tres sinópticos, Marcos es el más antiguo y fuente de Mateo y Lucas, que son los que desarrollan las tentaciones. Luego estos ulteriores redactores debieron componer un “texto midráshico” en el que, dejando correr su imaginación y con clara intención catequética, como corresponde a este género literario, hicieron experimentar a Jesús las mismas tres tenciones que el pueblo de Israel y de todo ser humano, en general: El “pan”, “dinero”, “tener”; los “milagros”, “éxito”, “fama”; y los “ídolos”, “poder”, “dominio”…; tentaciones que, a lo largo de su vida pública, quedan apuntadas en los diferentes relatos evangélicos.
Si nos ceñimos al texto de Marcos es prácticamente un sumario: “El Espíritu lo empujó al desierto”, el mismo Espíritu que en el versículo anterior lo proclamó “Hijo amado” (¿Niño de “papá”?)
Se quedó en el desierto 40 días (40 hace referencia a tiempo completo), siendo tentado por Satanás (no al final del periodo, sino de continuo). Vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Y en este último versículo es dónde encuentro la clave del evangelio de hoy.
La experiencia de desierto es, en definitiva, vivir entre alimañas. La poca vida que hay alrededor es enemiga y, por tanto, hay que estar a la defensiva de las eventuales agresiones. Las pocas plantas que crecen endurecen su piel y se cubren de pinchos para que nadie le arrebate la poca agua que retienen en su interior. Pero… ¿y si en medio de este desierto, hostil, encuentras “ángeles” que te están sirviendo? Pues es posible que aparezca la tentación: “Yo de aquí no me muevo”. ¿O acaso no es ésta la tentación de los “treintañeros”?: “Todavía es pronto para salir de casa”, o “Aun es pronto para formalizar un compromiso con mi pareja”, o “mejor disfrutamos ahora y, más tarde ya veremos el tema de los hijos”… vamos cómo decía aquél: “Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. Y, cuándo decides dar el salto, el mismo tentador que te decía:”todavía es pronto”, ahora te suelta: “¿A dónde vas, si y eres un vejestorio?
¿Acaso no le interesaba a Satanás que Jesús hubiese seguido en su vida oculta al menos otros treinta años más? “Que sí, que hay alimañas” le diría, pero “acaso no es un signo de los tiempos mesiánicos que el lobo y el cordero pacerán juntos”, le tentaría. “Además, mientras tengas a tu lado a tu Madre… ¿qué más “ángel” quieres que te cuide?… ¿Acaso la vas a dejar sola ahora que va siendo mayor?… “Sigue en tu casa…” “Tú a lo tuyo”…
El Papa Francisco, en su mensaje de cuaresma nos advierte de la “tentación de la indiferencia”: “Ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia… Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia…” (Francisco, mensaje Cuaresma 2015)
Continúa el papa en su mensaje: “La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real para los cristianos” (por ello, también el Tentador intentaría utilizarla contra el mismo Cristo). “Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan” (Francisco, o.c.)
¿Acaso no sonaría como un aldabonazo en los oídos de Jesús, según su naturaleza humana, la disyuntiva de los discípulos que Juan envía desde la cárcel, sobre si era Él el que había de venir, para que descubriese que era el momento del inicio de su “misión pública”? (Cf. Mt. 11, 3) Lo cierto es que, según se deduce del pasaje de hoy, es el encarcelamiento de Juan el desencadenante para que Jesús proclame a modo de ultimátum: “Se ha cumplido el plazo”: ¡Hasta aquí podíamos llegar…!!
Así, reducido al silencio el último de los profetas, deja lugar al que es la misma Palabra, porque… “la Palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim. 2, 9)
“Conviértete y cree en el Evangelio”, se nos dijo el miércoles en la imposición de la ceniza. “Convertíos y creed en el Evangelio”, escuchamos hoy de boca del mismo Jesús. O, quizás, al revés: “Creed en el Evangelio y convertíos”, porque “Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes… Su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede… Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre.” (Francisco; o.c.)
Pablo Morata.