Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos lo estaban espiando.
Había allí, delante de él un hombre enfermo de hidropesía y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos:
«¿Es lícito curar los sábados, o no?».
Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo:
«¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca en seguida en día de sábado?»
Y no pudieron replicar a esto.
Un sábado entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos lo estaban espiando. Había allí, delante de Él, un hombre enfermo de hidropesía, y, tomando la palabra, dijo a los maestros de la Ley y a los fariseos: “¿Es lícito curar los sábados, o no?”. Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: “¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?”. Y no pudieron replicar a esto. (Lc 14, 1-6)
Y es que Jesús es lo que de alguna forma, podríamos decir, “un provocador”; un provocador al servicio del hombre. Son muchas las veces que Jesús hace milagros en sábado, día sagrado para los judíos. Y esto no nos puede pasar desapercibido. En principio, ingenuamente, diríamos: ¿No podía hacerlo al día siguiente? ¿Es tan urgente, tan perentorio, hacerlo ese día, que no puede esperar ni tan siquiera a la noche, vencido el día? ¡Pues no! No vamos a enmendar la plana a Jesús. Eso quiere decir que hay algo de mucha importancia en un hecho que, en principio puede no parecerlo. Y es que, como dirá Jesús: “…mis caminos no son vuestros caminos, ni mis pensamientos son vuestros pensamientos…”.
Le Ley de Moisés, en efecto, con más de seiscientos preceptos, obligaba a no trabajar ni hacer nada en sábado. Nada es nada. Y Jesús es Señor del sábado, como nos recordará Jesús en (Mt 12,8), cuando los discípulos, hambrientos, comen del fruto de las espigas en sábado. Evidentemente, Jesucristo ha venido a dar cumplimiento a la Ley; no la cambiará, sino que dará claridad y plenitud a esta Ley, porque una pesada carga, al final, hace que el hombre se revele, y abandone. Actualmente no cuestionaríamos nunca, aun sin ser religiosos, que ante una curación milagrosa esperásemos a otro día para realizarla; el Señor atiende a los ruegos en el momento, no espera.
Sin embargo, a veces, podemos tener la sensación contraria; sobre todo, cuando no se realizan las cosas con la celeridad que nosotros queremos…y entonces flaquea la fe. ¡Cómo Dios no me hace caso! ¡No me escucha! Y un montón de etcéteras más.
Y el Señor va moldeando nuestro corazón con paciencia, con el amor de un padre, Padre con mayúsculas. Y pone a los fariseos, acérrimos enemigos suyos, que están deseando pillarle en lo que sea, el ejemplo del asno o del buey que cae al pozo y es rescatado…cuántas veces ocurriría eso y los mismos que le interrogan ahora actuarían de la misma forma que Jesús les propone…
Naturalmente no pudieron contestar nada; era obvio. De la misma manera que no pudieron contestar nada cuando, ante la pecadora, insta a que el que esté limpio de culpa la lapide…(Jn 8,11)
Jesús es el Gran Pedagogo que conoce el corazón humano; sabe de nuestras debilidades, y también de nuestras maldades. Pero, como dirá el Salmo, no nos castiga como merecen nuestros pecados:
“…Yahvé es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y lleno de amor
No se querella eternamente, ni para siempre guarda rencor
No nos trata según nuestros errores, ni nos paga según nuestras culpas…” (Sal 103, 8-11)
Alabado sea Jesucristo