Hace ya cinco meses que vivo en el Plan 3000, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, colaborando con el Proyecto Hombres Nuevos que dirige el Padre Nicolás Castellanos. Es este un barrio pobre y marginal donde los haya; uno de los suburbios más grandes del país. Este enclave fue creado en 1983 para albergar a las familias que se quedaron sin casas tras el desbordamiento del río Piraí, pero casi tres décadas después, de los 3.000 habitantes alojados en un primer momento se ha pasado a más de 250.000.
Aquí no hay asfalto; caminas por arena, barro, sin alcantarillado ni desagües, entre vertidos y basura, que son focos de infección (todo se echa a la calle). Los mercados muestran en sus puestos al aire libre, carne, pescado, pollo y demás alimentos llenos de moscas, mosquitos, gérmenes, polución… Aquí es donde solemos hacer la compra, pues la asignación no llega para comprar en los supermercados, exquisitos y caros, solo asequibles a la gente pudiente. De vez en cuando acudo a ellos aunque solo sea para admirar la higiene de sus productos envasados y adquirir algún artículo que me haga olvidar por un momento el lugar en el que me encuentro.
En el Plan 3000 no existen cafés, bares, ni restaurantes; solo ventitas donde se vende de todo, y en donde las gallinas picotean la fruta y verdura que luego uno compra. Caminar por sus calles es convivir con todo tipo de animales: cerdos, gansos, caballos, vacas, gallinas y sobre todo perros, perros enfermizos y trasmisores de cualquier enfermedad. A veces creo que hay más perros que personas en este barrio empobrecido, hiriente, donde sus gentes intentan sobrevivir día a día. Solo un 20 % de su población hace tres comidas diarias; el resto, una, y otros, de vez en cuando, si tienen la suerte de echar algo a la olla.
es el vínculo de la
en medio del dolor, vidas que desbordan vida
Pero lo que más me impresiona es la mirada de sus gentes, profunda, intensa, brillante y llena de vida. Aquí faltan razones para existir, pero les sobran razones para vivir. En nuestro mundo occidental tenemos de todo para vivir y sin embargo nos faltan razones para dar sentido a nuestra existencia.
Por mi trabajo me acerco a todo tipo de colectivos: niños, ancianos y mujeres. Hay muy pocos ancianos en todo Bolivia; solo un 2% de su población son mayores de 60 años, ya que, aunque la natalidad es alta, un pequeño número supera el año de vida. Respecto a las mujeres, son estas las más pobres, esclavizadas, incultas y maltratadas por sus parejas. Aquí el machismo es inmenso y la mujer es considerada un cero a la izquierda. Es habitual encontrarte con mujeres abandonadas por sus parejas y con bastantes críos que sacar adelante.
Aquí todo vale; la promiscuidad, el alcoholismo, la prostitución y masticar coca son prácticas normales entre su población empobrecida. Evo con su política plurinacional está llevando a este país a la pobreza extrema.
En el Plan 3.000 nada se planifica, se vive el día a día; en cada amanecer estrenas vida pues nunca se sabe lo que puede acontecer. He visitado sus cárceles, hospitales, colegios, sus cuartitos, donde viven hacinados en colchones tirados por el suelo y el más pudiente cuenta con una pequeña cocina donde preparar, al menos, una agüita de té con un panecito. Dada la climatología del país la gente vive en la calle, solo se acercan a sus cuartos para dormir, hacinados en colchones tirados por el suelo, donde se da todo tipo de promiscuidad.
“si no tengo amor, nada soy”
A pesar de todo soy feliz entre sus gentes. Cualquier cosa que haga, por muy pequeña y sencilla que sea, es inmensa: una sonrisa, un beso, un abrazo, o simplemente escucharles. Tienen necesidad de hablar, y de sentir amor. Han vivido entre el maltrato, el abandono, la promiscuidad, la pobreza y a cualquier gesto de cercanía, de humanidad responden con profunda gratitud. Por eso uno se siente lleno, pleno y feliz, porque su respuesta es siempre desmesurada, gratificante y plena.
Aquí es más fácil encontrar al Dios de Jesús que se acerca a los sufrientes, a los empobrecidos. En sus miradas veo el rostro cercano y amigo del Jesús que se nos presenta en el evangelio, cercano, gratuito y compañero del camino. A veces acusamos a Dios de no solucionar los sangrantes problemas que existen en muchas zonas del mundo, y no es justo. Dios nos tiene a nosotros, a los que decimos creer en Él. Espera que seamos sus manos para repartir y sus pies para ir al encuentro del hermano necesitado.
Otra satisfacción inmensa es trabajar desde la gratuidad, desde la entrega a los demás, desde la vivencia, sin especulaciones salariales, sin presión, sin competitividad, ansiedad o estrés. Aquí todo se hace por pura gratuidad, donación y entrega sin medida, y eso hace que se te ensanche el alma, que te enamores y vivas desde la donación y amor a los demás.
Es vivir a contracorriente, desde otra dimensión, esa que en los días de hoy no se entiende. Es darte y entregarte sin más preocupación que amar, solo amar.