El pasado mes de febrero se celebró la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) en Madrid, el cual normalmente conlleva el prejuicio del público creyente que asume que encontrará alguna pieza blasfema o algún cuadro contemporáneo incongruente, que además hiere nuestra sensibilidad. ¡Pues no siempre es así! Y hay que estar abierto a las sorpresas, como la que me llevé con la escultura de Marina Vargas (Granada, 1980) titulada La muerte por las manos, en la Galería de Javier López.
Paseaba por ARCO como el que deambula por una feria de cacharritos, con curiosidad circense y espíritu lúdico, cuando de repente me frena y me impacta una imagen que grita con belleza, con profundidad y con desgarro: era la Piedad “invertida” que gritaba ante mis ojos. Me encontré con una talla de tamaño natural de un Jesús sereno, pausado y doliente, sosteniendo en brazos la agonía de su Madre, como un cadáver yaciente, cogiendo su corazón sangrante en la mano. Era una interpretación actual de la famosa Piedad de Miguel Ángel, pero en la que el hijo es el que lleva en brazos a la madre.
Me impactó reconocerme humanamente como madre ante la imagen divina de la Virgen: Madre sufriendo de tal forma la muerte de su hijo que es como si ella muriera también con Él. Además, la figura de la Virgen sujeta en una mano un corazón arrancado del cuerpo, describiendo la muerte de un hijo como si le arrancaran el corazón a la madre.
Hablando con la artista, Marina Vargas, me aclaró que para ella este corazón sangrante puede también ser símbolo de toda la humanidad, adquiriendo un concepto más universal. Desde una interpretación personal, este corazón en carne viva en las manos de una Virgen agonizante podría significar el Sagrado Corazón de la Virgen sufriendo y amándonos en total entrega a cada uno de nosotros como Madre universal.
“Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre”
Esta relación madre-hijo/hijo-madre como vasos comunicantes es apasionante. Mariana Vargas intenta reflejar la dicotomía de si se muere una madre, no existe el hijo. La artista me explicaba que hay una “paz” que solo genera la mujer y que la sociedad está necesitada de este poder de lo femenino. Traducido a mi idioma, el mundo necesita la presencia de la Virgen para cobrar fuerza, serenidad y templanza.
Una amiga anglicana me decía un día que le sorprendía el papel vital de la mujer en la cultura católica. Algo que ella extrañaba en su educación anglosajona protestante, en donde María no existía como pieza fundamental ni en la fe ni en la vida. Me explicaba que veía que el concepto de familia, relación de pareja, incluso relación entre amigas tenía un cariz diferente, donde la mujer adquiría para ella una sensación de respeto y casi de sacralidad, que sin duda venía dado de una creencia en el amor presente de la Virgen en nuestro ser que se traducía a todo lo que nos rodeaba: algo que ella añoraba…
A primera vista hemos comprobado cómo la magnífica escultura de Marina Vargas hace referencia a la imagen emblemática de La Piedad de Miguel Ángel. Pero también se inspira en las famosas piezas de Bernini llamadas “Theatrum Sacrum”, como, por ejemplo, El éxtasis de Santa Teresa y el de la Beata Ludovica Albetoni. La escenografía estructural berninesca llega a su culmen con estas obras que emiten una convulsión interna casi teatral. Vargas asume esta herencia barroca y la traduce en la actualidad procurando reflejar ese vértigo, el precipicio entre la vida y la muerte en el momento del éxtasis. Como dice ella, “reflejar el momento donde la palabra no llega, una muerte plácida”. Esa muerte de entrega por amor, el “muero sin vivir en mí” que diría Santa Teresa:
Vida, ¿qué puedo yo darte
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarte?
Quiero muriendo alcanzarte,
pues tanto a mi amado quiero,
que muero porque no muero.
Esposa de Cristo, Madre fecunda
Es importante destacar el revestimiento de la escultura, que parece esgrafiada con hilos dorados que se entrelazan como finas ramas posándose sobre la figura. Para la artista son como venas —ella misma las llama “entrañas”—, buscando de esta manera sacar fuera lo que escondemos, como un campo energético interior descrito con un entramado de líneas de luz.
Dando un paso más, podría significar la valentía de abrirse, de exponer el alma en carne viva; el abandono total al Amor de Dios en una entrega sin límites, sin barreras, ni siquiera físicas ni corpóreas. Como si el alma se hubiera electrocutado del Sagrado Corazón, latiendo con energía irradiante hacia la humanidad sin límites ni fin.
Esta escultura se presta a múltiples interpretaciones; lo interesante sería que tú, espectador, la analizaras y escucharas el significado que tiene para ti. Hablando con un amigo, me dijo al ver la imagen: “Para mí representa la Iglesia sujeta por Cristo”. Y cuando le pregunté por qué estaba la Iglesia representada por la Virgen agonizando y con un corazón sangrante en la mano, me contestó que la Iglesia a lo largo de su historia había vivido episodios donde estaba muerta y, precisamente, en esos momentos era cuando se encontraba lejos de Jesucristo; la Iglesia aparece con el corazón roto por nuestros pecados, que matan a Jesucristo y a su vez causan su propia agonía. Me pareció un análisis teológico, humano y espiritual impresionante y quería compartirlo contigo, para abrir tu visión y tu alma a que percibas esta obra de una manera individual, escuchando el mensaje que late en su interior destinado únicamente para ti.
María Tarrruella
Comisária de Arte + Fe