“Lo que para los hombres es imposible, es posible para Dios”
Isabel y yo llevamos casados ocho años, y esta que os presento es nuestra cuarta hija: se llama Isabel María. María porque está consagrada a la Virgen desde el día de su nacimiento. La historia de nuestra hija, probada a fuego en varias ocasiones, es una vida precedida de una gracia especial y fundamentada en el encuentro personal con Dios. Esta experiencia se ha convertido en un encuentro con Dios para mi familia, donde ya no somos los mismos. Felicidades en tu cumpleaños, Isabel María, por tu tercer milagro con nosotros.
Me voy a remontar a marzo del 2009. Por aquel entonces me acababan de despedir de la empresa y en la parroquia se preparaban para hacer la peregrinación a Tierra Santa, acompañando al Papa Benedicto XVI en su viaje. La noche anterior nos enteramos de que íbamos a tener otro hijo. Mi mujer y yo, con mucho miedo, partimos para esa tierra tan especial conocida como “el Quinto Evangelio”. Fue un regalo para nuestro matrimonio y el Señor nos concedió aceite para vivir todo lo que nos tenía preparado. La peregrinación terminó con el recibimiento del Arzobispo de Valencia, D. Carlos Osoro, en el aeropuerto. Le pedimos que nos diera la bendición para nuestra hijo que estaba en el seno materno.
Al poco tiempo comenzaron los problemas en el embarazo. Después de dos días con abundante sangrado, el Domingo de Pentecostés tuvieron que practicarle a mi mujer un legrado pensando que ya no había latido del corazón. Estábamos en paz, con la paz que concede el Espíritu Santo. Rezamos y abrimos una lectura de la Biblia al azar antes de entrar al quirófano. Decía así, en referencia a Sansón: «Porque vas a concebir y dar a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será consagrado de Dios desde el seno de su madre” (Jc 13,5).
En aquel momento no le vimos sentido pero, como la Virgen María, lo guardamos en nuestro corazón. Después de cuatro días de la intervención, mi mujer acudió a la revisión ginecológica y entonces fuimos testigos del primer milagro. En plena ecografía apareció el latido cardiaco: ¡Nuestra hija seguía viva! Me explico: Isabel, tiene el útero dividido por un tabique; ese pequeño detalle se le olvidó al ginecólogo. Cuando le realizaron el legrado, por obra de la Divina Providencia se le practicó en el hemiútero en el que no estaba Isabel María. Era como si se hubiera escondido para agarrarse a la vida.
Después de aquello, el embarazo transcurrió con muchísimas dificultades. En la semana 27 empezó con dinámica de parto. Consiguieron frenarlo pero después de dos semanas empezó a ponerse en marcha otra vez, y en la semana 29 “la pequeña Isabel”, como posteriormente la bautizarían las Hermanitas del Cordero, nació en el Hospital La Fe de Valencia, con un peso de 1200 gramos.
la enfermedad
Después de cuarenta días en la incubadora, nos fuimos a casa con un bebé de apenas 1750 gramos. Transcurrido un mes, Isabel notó que la niña no respiraba bien y volvimos al hospital. Lo que esperábamos fuera una visita rutinaria se convirtió en un ingreso en la UCI y en el inicio de una verdadera pesadilla. A partir de ese momento se sucedieron las malas noticias; cada parte médico era peor que el anterior. La niña presentaba un “síndrome apneico-bradicárdico” cuyo origen desconocían y además, a raíz de intubarla cogió una infección tan grande que estuvo a punto de morir, con lo que se le administró el sacramento del Bautismo de urgencia. Tras varios intentos fallidos de desentubarla, le realizaron una traqueotomía y estuvo en la UCI un mes. Sin embargo, a día de hoy podemos decir que, a pesar del sufrimiento —posiblemente el más horrible que habíamos vivido hasta ese momento— estuvimos atribulados, mas no desesperados, y que la Virgen acariciaba su carita cuando nosotros no podíamos entrar a verla.
Al salir de la UCI estuvo en la sección de neonatos casi dos meses más. Allí el Señor no paró de poner ángeles que cuidaban de nuestra hija y que nos enseñaron todo lo referente al manejo de la traqueotomía. El 25 de marzo, día de la Anunciación —no por casualidad— nos dieron el alta. Nos fuimos a casa con mucho miedo, Isabel María llevaba además una sonda nasogástrica para alimentarse por la noche. Nuestra habitación parecía un hospital de campaña. Múltiples bacterias poblaron la tráquea de nuestra hija durante los meses siguientes. Ello suponía un alto riesgo de infección y siempre sobre ella planeaba la sombra de la neumonía (la misma que casi termina con su vida apenas dos meses antes). En numerosas ocasiones acudimos a las urgencias del hospital, pensando que la dejarían ingresada, y siempre gracias a Dios y contra todo pronóstico volvíamos a casa. Con especial cariño recordamos la primera vez que volvíamos a urgencias, una noche de Pascua, y providencialmente apareció por allí el que luego sería su neumólogo, el Doctor Cortell, al que estamos especialmente agradecidos por su dedicación, tanto en horario de consulta como fuera de él, que nos mandó a casa con mucha precariedad.
agradecimientos
Cuando estuvo tan malita en la UCI por un mes intubada, el día que le realizaron la traqueotomía, en la misma puerta del quirófano, me llamaron del trabajo para decirme que no me incorporara al día siguiente a trabajar. Dios es sabio, porque de una mala noticia saca una bendición (ya tenía pensado todo esto para poder cuidar de mi hija). Desde ese momento tenía una misión en casa mucho más importante que trabajar, que era cuidar de mi hija Isabel María. Es como si la misma Virgen María me dijera: cuídamela.
Me acuerdo que le dije al Apóstol Santiago que si se ponía buena iríamos toda la familia a peregrinar. Pues bien, el día 25 de julio, fiesta de Santiago Apóstol, ingresó en el hospital y en apenas tres o cuatro días le quitaron la cánula. ¡Pero cómo podré olvidarme del amor de Dios en esta pequeña! Le pido a Dios que no se me olvide y poder peregrinar a Santiago algún día.
Ante todo os quiero dar las gracias por vuestras oraciones, y todos aquellos que han rezado por esta hija mía: abuelos, familiares, amigos, conocidos, incluso gente que no nos conocía, y especialmente las Hermanitas del Cordero que la adoptaron en sus oraciones (con una dedicación especial a la hermana Pía, que ahora está de misión en Chile y la acogió en su corazón). También al equipo de neonatos del Hospital de la Fe de Valencia y al personal sanitario que ha atendido a nuestra hija durante sus ingresos hospitalarios.
la fe
Yo digo que mi hija es hija de la fe y del domingo, porque nació un 25 de octubre en domingo, la bautizaron en domingo en la UCI (el mismo domingo que se celebra el bautismo del Señor), pasó la prueba de fuego de un legrado el día del domingo de Pentecostés. El Santo Padre la bendijo un domingo dentro de las jornadas de la JMJ. En principio no íbamos a llevar a ninguna de nuestra hijas, pero misteriosamente la mano de la Virgen intervino desde el cielo, y acabamos llevando a nuestras cuatro hijas: Ana (5 años), Clara (4 años), Belén (3 años) e Isabel María (22 meses), al encuentro de los voluntarios que se celebró en el IFEMA. Pudieron ver al Papa personalmente y sentir esa pequeña emoción desde lo pequeño. No sabemos cómo pero Isabel María acabó dentro del papa-móvil, sin hacer nada. Creo que la oración de su madrina Maribel, que le pidió a la Virgen que el papa la bendijera, fue escuchada.
la vida
Nuestra hija ha cumplido tres años y, aparte de las revisiones periódicas a las que se ve sometida, está perfectamente y puedo decir que es la alegría de la casa, y al mismo tiempo el trasto, por lo consentida y protegida que ha estado estos años. Ha sido un regalo para esta familia: sus padres y sus hermanos así lo atestiguan. Otro milagro es que después de tanto sufrimiento, mi mujer y yo hayamos podido abrirnos a la vida y tener nuestro quinto hijo: Manuel Santiago, que ahora tiene cinco meses de vida. Le pusimos este nombre porque necesitábamos que Dios estuviera con nosotros, y Santiago, en agradecimiento por la recuperación de salud de Isabel María y para que no se nos olvide que tenemos pendiente peregrinar a Santiago de Compostela.
Javier Garcés Elorza