En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra» (San Lucas 8, 19-21).
COMENTARIO
Vinieron al Señor su madre y parientes, pero no podían llegar hasta él. Es decir, acuden, pero no pueden. Esto sucede numerosas veces en el camino espiritual de las personas. Ciertamente se mueven, trabajan, etc., pero por motivos varios no alcanzan al Señor, se les escapa esa cercanía que en tal o tal momento desearían. Han de recurrir a mediaciones para alcanzar su objetivo.
En este caso es su Madre, la más cercana de las criaturas a Dios, la que no puede acceder directamente a su Hijo. Ella se somete gustosa a los planes de la Providencia y acepta con amor esa mediación. Su humildad nunca le falló. Está llena de gracia, de amor y sencillez. No hace un problema histérico de una dificultad. No puede acudir a su Hijo en este momento y acata con reverencia los planes de lo Alto. No pasa nada. Todo está bien. Así convendrá. Así le convendrá a Él.
Ella sabe y conoce el estilo de su Hijo y sabe que todo lo hace bien. En este caso, también estará bien esta dificultad social para acceder a su Señor. Algo bueno se entrevé y ella lo intuye.
Hay que dejar hacer a Dios. Una y mil veces, y siempre. Dejarle hacer. San Ireneo afirma que es lo propio de la criatura, dejarse hacer. San Ignacio de Loyola invita a lo mismo, a dejarse hacer por el Criador de todo para alcanzar ganancias santas. La carmelita santa Madre Maravillas exactamente igual: “Si tú le dejas…” Es la línea de todos los santos. Dejar hacer a Dios y dejarse hacer por Él. Ahí está todo realmente.
La Virgen María acude y sin embargo no puede llegar hasta su Hijo. No importa que no nosotros acudamos a las citas del Señor y no podamos realizar determinadas acciones espirituales a nuestro gusto. Buscamos al Señor, estamos muy cerca y…, no lo tenemos como habíamos pensado o deseado. Todo está bien. Todo está controlado. Existe un porqué de esta impotencia.
La causa en este caso del no poder acceder al Señor era la muchedumbre. Era una imposibilidad relativa y social. No es creíble que no pudieran acercarse más, siendo ella su madre. Ella se queda en su sitio en ese momento, el que la Providencia le asignaba. María incluso colabora, con este comportamiento, al plan de Dios de no poder acceder directamente a su Hijo. Podía haberse rebelado, podía haber hecho valer sus derechos divinos y humanos. Pero respondió como siempre lo hizo, con santidad y a tono con su misión sacrosanta.
Llega a oídos de Jesucristo la intención de su Madre y parientes. Desean verlo, estar con él. Sea ese nuestro deseo más profundo, querer verle. Solo verle. Hacer esto es llenar el alma de Cielo. La visión del Hijo del hombre. Contemplarle, ver sus comportamientos y su figura, ver sus gestos, oír su voz… estar con él. Viéndole.
Es un deseo santo inspirado por el Espíritu santo. El profeta Simeón también fue alcanzado por el mismo deseo. Deseaba ver al esperado de las naciones antes de morir. Son deseos santos introducidos por la gracia.
Siempre resulta sorprendente la respuesta que el Señor da, sea cual sea la interpretación que se le dé. Cualquier otra respuesta humana hubiera sido más acorde con nuestros gustos. Lo que le dice es que su familia es aquella que cumple la voluntad de Dios una vez que ha sido previamente oída y asimilada.
El asunto era ver a Cristo, y ahora Cristo salta resaltando la importancia de la Voluntad de su Padre. No se cómo se quedarían los que eran encargados de transmitir el mensaje del Maestro. No se cómo se quedaría la Virgen al oírlo. No se cómo se quedarían los demás.
Responde a lo que no se le ha preguntado. Y ante una actitud de búsqueda reacciona indicando el valor de la familia espiritual.
Hay quizás un cierto desconcierto. Y yo me pregunto qué decir o comentar, teniendo en cuenta que su madre cumplía y cumple perfectamente todos esos requisitos en grado excelso para hacer la voluntad de Dios.
Y opto por entrar en el desconcierto divino, sabiendo que es de gran valor para los vuelos de la fe. Los desconciertos divinos dan orden y concierto al que se sitúa en el nivel sobrenatural de la vida. Abrahán no quedaría menos desconcertado al oír aquel mandato de matar al hijo regalado, Isaac. Desconciertos que solo piden fe y amor.
Me gustan los desconciertos que hacen encajar mi alma en su sitio. Las sorpresas de Dios o son sorpresas o no lo son. Ese no entender. Ese no comprender. Ese… tormento intelectivo o volitivo son de importancia mayúscula para los avances del espíritu.
La voluntad de Dios no es para oírla, sino para ponerla en práctica. La audición es solo paso previo para la realización, pero lo que cuenta es la puesta en escena de la misma.
No tengamos miedo de las cosas que el Señor hace o dice. Es Padre amoroso que desconcierta para concertar felicidades inimaginables.