La recta final del metraje de una película, aquello que está más allá del final de la historia propiamente dicha, se llama “títulos finales”, aunque se conoce popularmente como “títulos de crédito”. ¿Qué son los títulos finales? ¿Para qué sirven? ¿Por qué son tan controvertidos? ¿Por qué son tan largos?
Los títulos finales suscitan en los espectadores todo tipo de reacciones. Algunos, cuando los ven, salen corriendo, ya que en la tele siempre los omiten, y si en la tele lo hacen así, por algo será; allí trabajan los sabios de nuestro país (sí, sí y de otros muchos). También hay quien abandona la butaca prematuramente porque el dueño de la sala de proyecciones decide que es el momento de encender las luces —como aquel que mata la fiesta antes de tiempo encendiendo las luces para provocar artificialmente el desalojo— o por motivos de fuerza mayor (“llego tarde a casa”; “espero que no me hayan puesto una multa”, etc.). Otros, en cuanto aparecen los títulos finales se sienten incómodos, desconcertados, no saben qué hacer y sacan el móvil. Hay quienes permanecen en su caduco escaño para reírse de los nombres de los inmigrantes del este que engrosan los departamentos de efectos especiales. A otros se les activa un resorte que los impulsa a estirarse como primates, orientando el cráneo de izquierda a derecha, emitiendo ronroneos y sentenciando la jugada con la siguiente frase pronunciada guturalmente: “Ha molado, ¿no? Bueno. ¿Nos vamos?”. Y luego están los que se quedan por diversas motivaciones cinematográficas y estéticas (los hay bastante raros, reconozcámoslo). No olvidemos que puede haber mestizaje entre unos comportamientos y otros que acabamos de enumerar.
Además, existe una actitud muy curiosa y cada vez más habitual que resulta la mar de divertida. Se trata de una corriente de pseudopensamiento excesivamente razonable y sensata que gusta de ridiculizar —entre otras cosas— todo lo que la realidad tiene de auténtico, pero no es evidente. Esta perversión del sentido común también tiene unas palabras para los títulos finales, tachándolos de inútil objeto de culto de aquellos que se las dan de intelectuales y cinéfilos. “Ver los títulos de crédito de una película y decir que son fundamentales es postureo”, dicen. Lo que no dicen es que la primera actitud de postureo es aquella que denuncia el postureo. Casi nunca faltan quienes manifiestan su incomprensión de una realidad concreta atacándola.
En cualquier caso, la acusada falta de espíritu contemplativo y el exceso de espíritu consumista son las características espirituales del espectador actual. Muchos consumen imágenes y pocos ven películas. Sin embargo, los títulos finales ofrecen una gran cantidad de posibilidades que, en último término, nos llevan a comprender mejor lo que acabamos de vivir cuando hemos visto una película.
contemplación
Cuando la persona vive una experiencia que le golpea, o una experiencia susceptible de interpelarle en lo profundo, necesita pensar en ella, reposarla, hacer un sitio en su mente y en su corazón para aquello que acaba de recibir. Necesita contemplar. Este proceso no es automático. Precisamos de nuestro tiempo para situarnos debidamente frente a una obra de arte del tipo que sea. La disposición es importante no solo antes, sino, también, durante y después. Es conveniente pensar en aquello que nos pasa, desde un encuentro con un amigo, hasta un sentimiento o una película.
Aprovechar los títulos finales de las películas entronca con nuestra tradición contemplativa. Nos vincula a aquellos hombres y mujeres que se resistieron a que las realidades valiosas pasaran por encima de ellos sin dejarles huella y buscaron que todo lo que merecía la pena y se topaba en su camino tuviera su poso en ellos. También es tremendamente enriquecedor comentar la película después de verla, pero se dirían muchas menos tonterías si antes se pensara un poquito, quietamente. ¿Cuándo? Durante los títulos finales, por ejemplo.
El cine nos puede ayudar a vivir mejor, pero le tenemos que dar la oportunidad. Los títulos finales nos ofrecen una experiencia diferente y reflexiva para adentrarnos en una película. Pero ¿cómo están hechos los títulos finales para ayudarnos a contemplar la obra de arte cinematográfica? ¿Tiene su correspondencia con la realidad estas cosas que decimos sobre los títulos finales?
lo mejor de la banda sonora
Hace pocas semanas escuché a un locutor de Radio 3 asegurar que en muchas películas la mejor parte de la banda sonora es la de los títulos finales. Teniendo en cuenta que el sistema de sonido de muchos cines es un auténtico privilegio, se trata esta de una buena razón para quedarse hasta el final en una proyección (aunque no es la principal). Comparto la opinión de este melómano. Estamos tan desquiciados que no somos capaces de sentarnos a escuchar una pieza musical o una canción sin hacer otra cosa. Pareciera que la música no es más que el fondo sonoro de nuestras horas dedicadas a las tareas domésticas, o nuestra compañera de atascos, o el recurso motivacional cuando salimos a correr, o qué sé yo (falta de espíritu contemplativo). Aunque sea por disfrutar de la música, ya tenemos una buena razón para no abandonar la sala.
Además, en muchísimas ocasiones, la música de los títulos finales no la hemos escuchado en el resto de la película. Esto ocurre porque la música de los títulos suele estar especialmente compuesta o elegida para ese momento. Es decir, no se trata de las canciones que les sobraban a los productores. La música de los títulos finales tiene como objetivo dar conclusión a la película y evocar los momentos centrales de la narración para ayudarnos a recordar, volver a traer al presentes partes de la película, pero con la diferencia de que, cuando los vivimos, no teníamos la perspectiva de la obra terminada y, ahora, tras el cierre de la historia, sí. Esto es tremendamente valioso.
Un caso reciente en el que vemos esto de forma sencilla y eficiente es el de la singular Gravity (Alfonso Cuarón, 2013). El final de la película supone un descubrimiento y un renacer respaldado y amplificado por una música orquestal que cada vez es más intensa. Su fuerza va creciendo incluso cuando han terminado las imágenes y comienzan a aparecer los nombres en pantalla sobre el fondo negro. Esto es así porque en ese momento el espectador continúa descubriendo lo que significa la acción del último plano (muy extenso en tiempo). Cuando desaparece este tema musical, comienza la música que recorre toda la película sonoramente. Los primeros minutos vuelven a hacer presentes el comienzo del filme, cuando el espectador está sobrecogido por ese largo plano-secuencia repleto de belleza y movimientos de cámara suaves a la vez que imposibles. Después, sin avisar, la armonía se vuelve casi histriónica y recuerda cuando vinieron los diversos incidentes, cuando la muerte comenzó a rodear y marear a la protagonista. Todo el hilo musical está plagado de sonidos que recuerdan a la tecnología y las estaciones espaciales que va visitando la protagonista, puntos narrativos que van entretejiendo su camino espacial. En definitiva, toda la pista de sonido está diseñada para evocar los momentos de la historia contando con la perspectiva de su completitud. Así, descubrimos nuevos aspectos y nuevas posibilidades se abren ante nosotros para seguir descubriendo la riqueza de la obra.
narración
Con lo que acabamos de decir sobre Gravity, resulta evidente que los títulos finales son como un sumario inspirador y sugestivo sobre la obra cinematográfica que acabamos de ver. En otras palabras, el primer paso contemplativo. En su caso este recuerdo es sonoro, ya que el resto de los títulos finales se componen de la habitual letra blanca sobre fondo negro. Pero, incluso, ese recurso tan habitual tiene mucho que ver con los mecanismos que nos ayudan a volver sobre la película. Los títulos pasan por la pantalla de forma ascendente, van avanzando. Ese avance evoca el avance de la trama y nos motiva a avanzar en nuestros pensamientos y emociones. Es algo así como un recurso visual que expresa rudimentariamente el proceso que hace el espectador en ese momento: avanzar en su comprensión de la obra.
Nuestro avance por el relato puede ser de forma sumarial, pero también puede traer al presente los momentos que más nos han llegado de la película y nos ayuda adentrarnos más profundamente en ellos.
En otras ocasiones los creadores se toman muy en serio esta parte final de la película y ofrecen una ayuda especial al espectador. Las películas de superhéroes y otros subgéneros de acción y fantasía suelen cuidar mucho este aspecto. En esto son especialistas en Pixar y Wall-E (Andrew Stanton, 2008) es un caso paradigmático. Los títulos finales consisten en un recorrido a través de un árbol, comenzando por la copa y terminando por la raíz. Lo más increíble de estos títulos finales no es que a través de una idea tan sencilla y en sintonía narrativa con la historia vuelvan a traer a nuestra memoria toda la narración; lo más increíble es que estos títulos ponen la guinda antropológica de la película y nos revelan su sentido profundo (eso sí, hay que saber mirar y leer, requiere el movimiento de un par de neuronas).
una oportunidad para crecer
Los títulos finales son el ámbito de reflexión primera sobre la obra cinematográfica. Muchos de ellos están diseñados para acoger al espectador y ofrecerle la oportunidad de tomar en serio esta experiencia reciente a la que le ha dedicado dos horas de su vida. Los títulos finales nos ayudan a no quedarnos en la fascinación por los recursos más sorprendentes para poner el foco en los aspectos más importantes. Es cierto que, como muchas veces pasa con otros aspectos de las películas, no todas las partes están igual de cuidadas. Por eso, existen películas en las que los títulos finales son un simple trámite de producción, pero ello no resta importancia a esta parte fundamental de una película.
Pensando en la educación —audiovisual— de las generaciones futuras y presentes (y ¿por qué no? pasadas) urge formar a las personas en un espíritu que supere la estrechez de miras propia del pragmatismo y el consumismo que devora el espíritu y deja escuchimizado nuestro carácter. Para ello es necesario vivir la realidad de una forma diferente. Puede que quitarle la pegatina de anatema a los títulos finales de las películas sea un paso más en el camino por la construcción de un modo de vida coherente, más acorde con la verdad, más contemplativo.
Arturo Encinas Cantalapiedra
Licenciado en Comunicación, Máster en Cinematografía