Ante más de 3.000 fieles, y la presencia del consejero de Administración Territorial Pedro Rollán, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, ofició la ceremonia y calificó de «página oscura contra personas indefensas e inocentes» el período vivido en España entre 1936 y 1939. Amato resaltó que «son 60 los mártires que hoy el Papa Francisco eleva al honor de los altares» e incluyen sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos», asesinados «por ser católicos».
El cardenal insistió en que «en aquellos años, abandonada la idea de fraternidad, de respeto a las ideas y a la vida de los demás, en muchos lugares reinaba el hostigamiento y la arbitrariedad más absoluta con el único objetivo de aniquilar a la Iglesia católica». Por ello, agregó: «Los lugares de culto fueron incendiados, los conventos clausurados, las escuelas ocupadas y la gente encarcelada y asesinada». «No hubo ningún respeto por la libertad y la dignidad de las personas. Fue una tormenta que azotó violentamente la nación, cubriéndola de polvo, de humo y cadáveres. Fue una macabra exaltación del mal y del odio». A juicio de Amato, los mártires respondieron a esta persecución «ciega e inhumana» como les había preparado su fe «para el supremo sacrificio de su vida por Cristo».
Familia Vicenciana
Los arzobispos de Madrid y Valencia agradecieron al Papa la beatificación de estos mártires que «derramaron su sangre en defensa de la fe».
Los nuevos beatificados pertenecen a la Familia Vicenciana y entre ellos hay 40 misioneros paúles –veinticuatro sacerdotes y dieciséis hermanos–, dos hijas de la Caridad, trece laicos de las asociaciones vicencianas y cinco sacerdotes diocesanos de Murcia, asesores de esas asociaciones.
La mayoría de ellos (39) murieron en Madrid entre los meses de julio y diciembre de 1936. Cinco lo hicieron en Barcelona, uno en Gerona, tres en Valencia y doce en Murcia.
Para el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, estos sesenta mártires dieron su vida por amor a los demás y para construir un mundo sin rencores ni envidias. La beatificación coincide con el 400 aniversario del comienzo de carisma vicenciano en la Iglesia.