«El inventor del lápiz, antes de meterlo en la caja y enviarlo al mundo le dijo: «Cinco cosas debes saber y recordar siempre si quieres ser el mejor lápiz del mundo:
1) Podrás hacer grandes cosas, pero solo si permites que alguien te guie con su mano.
2) Experimentarás dolor cuando te saquen punta, pero lo necesitarás si quieres ser el mejor lápiz del mundo.
3) Corregirás todas las faltas que cometieres.
4) Tu parte más importante está siempre dentro de ti.
5) Dejarás tu huella sobre toda superficie sobre la que seas usado.
“Y a pesar de todo, sigue escribiendo”».
El lápiz lo entendió, prometió recordarlo siempre y entró en la caja con este propósito en su corazón.
Ahora ponte tú en el lugar del Lápiz. Recuerda siempre estos cinco puntos y llegarás a ser la mejor persona que puedes ser.
1) Podrás hacer grandes cosas, pero solo si permites que Dios te tenga y te guíe con sus manos. Y deja también que otros seres humanos tengan acceso a ti por los muchos dones que puedes ofrecer.
2) Experimentarás, de vez en cuando, un dolor agudo cuando los problemas de la vida te saquen punta y te saquen de quicio. Es necesario porque así crecerás más fuerte.
3) Podrás corregir los errores que cometieres.
4) Tu parte más importante está dentro de ti.
5) Debes dejar huella sobre toda superficie que camines. Y pase lo que pase, sigue haciendo tu tarea».
No es fácil ser como el lápiz, tan sencillo y útil; todos queremos ser excelentes plumas estilográficas, que imponen, llaman la atención, pero que no se les puede sacar punta. Si te descuidas, echan un borrón y te estropean el documento. Nos hace falta una buena dosis de humildad, a todos los niveles y en todos los estamentos. Se evitarían muchos problemas, muchos disgustos y situaciones lamentables si supiéramos escribir cada página con la sencillez de un lápiz; si nos dejáramos llevar por la mano experta y amiga del que nos quiere bien.
donde hay humildad, hay sabiduría
Casi todo el mundo piensa que lleva razón, y los demás han de agachar la cabeza como mansos corderos y adularnos con lo políticamente correcto. El caso es llenar el bolsillo, encaramarse en los pedestales sociales, tener a todos a mis pies. Ya andan cayendo muchos dictadores totalitarios que se sirven del pueblo para sus intereses. La humanidad, los pueblos, van despertando poco a poco a la realidad, y quieren defender su dignidad. Todo el movimiento que se está experimentando en el mundo árabe no sabemos en qué quedará. Pero si el objetivo es que el pueblo defienda sus valores, su libertad, sus derechos, en contra de los corruptos, bien venidos sean las demandas y las exigencias justas. Lo malo es que pueda derivar en una revolución cruenta y la paguen los de siempre. Habrá que pedir a Dios que no perdamos la cordura, y que los que están en el poder aprendan la lección.
Debemos ser dóciles, como el lápiz que, humildemente, se pone en manos del pintor o el escritor, y hace posible que de su interior salga una obra de arte. La soberbia nos convierte en elementos inútiles para las obras grandes. Dios siempre se fija en la humildad, como hizo con María y con todos los santos del calendario. La mina del lápiz es la que menos se luce, pero de ella sale el prodigio por dejarse envolver de una mano que hará posible el milagro de una nueva creación.
Nuestra sociedad está necesitada de sencillos pero valiosos lapiceros, para llevar un poco de vida y de belleza a esas páginas en blanco que somos todos nosotros. Debemos decir con San Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me da la fuerza». Pídele a Dios que te haga un buen «lápiz» en Sus manos, capaz de hacer maravillas. Tal vez el mundo descubra la grandeza de lo pequeño.