¿Qué fue del joven rico? ¿Se arrepintió de haber rechazado seguir a Cristo? De él poco cuentan los evangelios, pues ni siquiera conocemos su nombre. Sabemos que por su negativa a despojarse de los bienes y compartir su propio destino con quien es fuente de vida eterna, encadenó su existencia a la tristeza y el desaliento. Por miedo a desprenderse de lo superfluo renunció a lo primordial: ser testigo de la Verdad. Edu y Clara, como todo bautizado, han recibido también esta llamada a seguirle en comunión con la Iglesia nuestra madre; pero, en su caso particular, como familia en misión en Taiwán, para llevar su Luz a los atrapados en un mundo sin Dios. Y es que donde hay Espíritu del Señor, hay valentía y libertad.
¿Cómo conocisteis el amor de Dios en vuestras vidas?
Edu: Nací en una familia cristiana donde mis padres nos han transmitido la fe a los cuatro hijos desde pequeños, aunque en la adolescencia me separé un poco de la Iglesia. Fueron años en los que llevaba dos vidas: una en la parroquia como punto de encuentro con mis amigos del barrio y, la otra, con los compañeros del colegio emborrachándome, tomando drogas, buscando la afectividad en las chicas, etc. Si por un lado no le veía sentido acudir a la Iglesia, por el otro tampoco me satisfacía hacer mi voluntad. En cambio me llamaba la atención que yo no conseguía ser feliz y mis padres y demás gente de la parroquia sí lo eran. Un buen día caí en la cuenta que, al igual que mi padre me castigaba pero no por ello dejaba de quererme, Dios hacía lo mismo. Ahí empecé a reconocer su amor por mí.
Clara: Yo también he nacido en una familia cristiana y mi adolescencia fue bastante parecida. Empecé a idealizar la manera de divertirse de mis amigas del instituto y a creer que el acudir a la Iglesia era una imposición de mis padres que me quitaba libertad. Buscaba afectividad por todos los lados, pero me sentía vacía y sola. Poco a poco fui descubriendo el amor de Dios. Mis hermanos son muy inteligentes y yo siempre me he visto obligada a dar una talla que no me correspondía. El saber que Dios me quiere como soy para mí ha sido un descanso. Sigo siendo exigente conmigo misma, pero ahora es de otra manera.
mensajeros de la reconciliación
Os casáis y decidís ofrecer vuestra disponibilidad para marchar a cualquier parte del mundo a evangelizar. ¿Cómo surge esta llamada?
Edu: Yo sentí esa inquietud a los 17 años, cuando comencé a tener intimidad con Dios, pero mis catequistas me aconsejaron centrarme en el noviazgo con Clara y ya Dios diría.
Clara: Es verdad que él me lo comentaba, pero yo lo desechaba. Si bien a mí esa idea me removía por dentro y me emocionaba sobremanera oír cualquier testimonio al respecto. En una convivencia nos ofrecimos y, lo que creíamos iba a ir para largo, ha ido sobre ruedas y en poco tiempo nos hemos visto en Taiwán.
¿Estáis hechos de una pasta especial que os permite ser misioneros? ¿Sois diferentes del resto de la gente?
Edu: Para nada. Nosotros no somos valientes ni aventureros sino todo lo contrario. Además yo peco de burgués; me gusta vivir bien y sin problemas, tener un buen trabajo y una buena casa.
Clara: Los que nos conocen saben lo débiles que somos, con lo cual es evidente que Dios es el que lleva la misión.
-¿Cómo reaccionaron los familiares y conocidos?
Edu: Al ser un lugar tan lejano y desconocido cuesta hacerse a la idea, pero nuestros padres se lo tomaron bien. Están contentos porque ven que es voluntad de Dios, aunque se preocupan por nuestra situación allí.
Clara: Generalmente la gente que no está en la Iglesia no entiende que dejemos nuestras seguridades de aquí para marcharnos a otro país simplemente a vivir como una familia cristiana.
¿Cómo es Taiwán?
Edu: La isla de Taiwán o Formosa es la República de China (no hay que confundirla con la República Popular China, que es la China continental, regida por los comunistas). En 1949 el hasta entonces gobierno de China y más de un millón de sus habitantes huyeron a la isla después de perder la guerra contra el régimen comunista. Desde entonces se vive en Taiwán como en la China anterior al comunismo.
¿Con qué realidad os encontrasteis al llegar allí?
Edu: Después de 23 horas de vuelo desde Madrid llegamos a una isla con mucho calor y humedad. En nuestro pueblo aterrizaron los dominicos hace cincuenta años y hasta ese momento ningún católico había estado allí. Cerca de nosotros todavía existen pueblos que no conocen a Dios y eso se nota en todo.
Clara: Cuando llegamos a la casa no me podía creer lo que veían mis ojos, ya que es un pueblo feo, sucio, con una mezcla de olores muy especial… La gente masca y escupe un tipo de droga proveniente de unas semillas que les deja toda la boca roja y con unos dientes bastante estropeados. Fueron pasando los días y la vista se fue acostumbrando, pero la primera impresión fue muy dura.
no es tener, es darse
¿Cómo son sus gentes?
Edu: Nosotros vivimos al sur del país con los aborígenes. Así se llama a los nativos de la isla; es decir, aquellos que habitaban en el país antes de que llegaran los chinos y los relegaran a las montañas.
Clara: Yo los comparo con los gitanos por ser también una cultura que guarda celosamente sus tradiciones, sus costumbres, forma de vivir y de vestirse, etc., y nunca se mezclan con otras culturas.
¿Existe libertad de culto?
Clara: Sí. En Taiwán no ha habido nunca problema con la libertad religiosa, de hecho nosotros no nos sentimos amenazados para nada. El budismo es la religión oficial, pero convive pacíficamente con el taoísmo, el sintoísmo, confucionismo y otras religiones minoritarias. Es un pueblo que no tiene tradición cristiana. Sólo el cuatro por ciento de su población son cristianos, de los cuales la mayoría son protestantes y una mínima parte católicos. La mitad de los sacerdotes católicos de Taiwán son extranjeros.
Edu: En nuestro pueblo hay una comunidad cristiana formada por unas sesenta personas, que participan activamente de los sacramentos, rezan el Rosario por las casas, etc. Nació hace cincuenta años por la predicación de los dominicos y se mantiene hasta el día de hoy; pero como faltan sacerdotes, el obispo de la diócesis solicitó al seminario “Redemptoris Mater” de Taiwán que le ayudara. Mandaron dos sacerdotes italianos y un español, y fue este último, José Antonio, el que pidió familias en misión para que le apoyaran en la evangelización.
¿Cuál es vuestra misión pastoral?
Edu: Por mi parte ayudo al sacerdote en lo que sea necesario en la parroquia: bendecir las casas, llevar la comunión a los enfermos… A ellos les llama la atención nuestra presencia, pues no han visto extranjeros más que por la televisión. Nosotros no queremos llenar una afectividad mundana, pero, pese a la limitación del idioma, les transmitimos cercanía y ellos nos devuelven mucho cariño.
Clara: Yo no hago nada particular, pero les gusta estar con nosotros y conocer nuestras costumbres. Ellos están acostumbrados a vivir entre desorden y les llama la atención una casa limpia y acogedora.
¿Están necesitados de descubrir el amor de Dios en sus vidas?
Edu: Sí, como todo hombre. Aparte de la droga que mascan continuamente, también beben mucho licor de arroz y están, tanto hombres como mujeres y ancianos, borrachos todo el día. Eso les lleva a descuidar a los niños, que andan solos por las calles. En nuestro pueblo existe una parroquia católica y otra protestante, pero hay pueblos de alrededor que no han sido evangelizados. Hay días que cojo la bicicleta y me voy con nuestra hija Marta a dar una vuelta por los alrededores. Me impresiona ver pueblos sin ninguna referencia cristiana, donde no saben quién es Dios, Jesús ni la Virgen. En muchos de ellos hay un templo dedicado a los antepasados. Se experimenta una rara sensación al ver a esas gentes vacías, como sin alma.
Clara: Aquí como en todos los lados necesitan a Dios urgentemente. Las familias están desestructuradas por el problema del alcohol, que las lleva a tener conductas agresivas, maltratos, abusos sexuales en las familias… Ellos no se dan cuenta de la gravedad porque es algo cultural.
¿Cambian sus vidas cuando conocen a Jesucristo?
Edu: Los aborígenes son gente sencilla que no tiene ningún prejuicio ni rechazo inicial, como hay actualmente en España, contra la religión católica y eso se nota a la hora de acoger la Palabra de Dios. Cuando les decimos “Tu vida tiene solución, puedes dejar de beber, te puedo ayudar a reconstruir tu familia”, la gente se convierte, porque realmente su vida cobra un sentido. También les llama la atención que su vecino sea un europeo que ha dejado las comodidades para anunciarles este amor. Por eso se lo creen, porque saben bien que no puede ser una farsa.
Clara: Desde luego es Jesucristo quien hace la misión, nosotros sólo somos siervos inútiles, ya que a pesar de no hablar chino, cuando hemos hablado de Dios, nos han salido palabras que otros podían entender. Hemos visto que sólo por decir “¡Dios te ama!”, la vida de quien se lo cree cambia, incluso físicamente; dejan de beber y mascar droga, adquieren una dignidad en su manera de vestir y de comportarse, recomponen su matrimonio, etc. Hasta llegan a quemar en la parroquia el dragón que tienen en casa y que representa a sus antepasados, como un signo de que destruyen los ídolos y se acogen a Jesucristo.
Dios lo es todo
¿Cómo es vuestra vida diaria en Taiwán?
Edu: Llevamos una vida sencilla y normal. Caminamos en una comunidad neocatecumenal formada por tres chinos, un matrimonio sudamericano también de familia en misión y nosotros. Como he dicho, ayudo en lo que puedo en la parroquia, incluso a pintar iconos, pues en Madrid trabajaba de pintor y delineante, pero aquí no tengo un oficio que desempeñar. Vivimos de la Providencia y eso me ha permitido descubrir en este tiempo cómo Dios es mi Padre, que provee realmente, hasta el punto de que, sin nosotros pedirlo, nos dejan bolsas de fruta y sacos de arroz en la puerta.
Decía la Madre Teresa de Calcuta que, cuando se sigue la voz de Dios, no hay nada que temer y mucho que agradecer. ¿Compartís esta idea?
Edu: Desde luego. Los beneficios de la misión son para nosotros, pues no sé si recogeremos algún fruto de ella, ya que anunciar el Evangelio con la vida es muy difícil, porque, en mi caso, en seguida aparece mi pecado; pero sé que el Señor lo puede todo. Este tiempo en Taiwán ha sido un descendimiento en nuestra vida por no tener un trabajo ni una seguridad económica, en el que ha tenido que desaparecer el yo —todo orgullo, ira, egoísmo, envidia— para que aparezca Jesucristo —todo humildad, sencillez, entrega—, y experimentar que es una persona real y palpable que acontece en nuestras vidas.
Clara: Es verdad que vinimos con miedo, pero en ningún momento hemos sentido que Él nos dejara de lado, al contrario. En mi caso me ha curado de idolatrías, neuras, complejos tontos que tenía en Madrid y ahora me siento completamente libre. Aquí mi vida es un “sola a solo” con Él, que me hace estar alegre. Siento que cuanto más fiel, más feliz.
sal, luz y fermento
¿Cómo va vuestro combate con el Maligno, como siempre tan interesado en frustrar la misión?
Edu: Desde el principio el demonio ha tenido un interés especial en hacernos desistir de la misión de muchas maneras: haciéndonos creer que estábamos locos, que íbamos a desperdiciar la vida, a no tener jubilación…. Conmigo insistía continuamente presentándome lo desconocido como la muerte. Además, la cultura europea me ha marcado y el hecho de no tener un trabajo fijo me hacía sentirme un inútil, que no cumplía con mi obligación. Sin embargo, he descubierto que la vida es de Dios, quien todo lo permite y todo lo concede. El demonio se encarga de acabar con esto, pero si Dios se empeña, se sigue adelante. Hay tres momentos de combate muy decisivos: la Navidad, porque es un desarraigo de la familia; la Pascua, por el desarraigo de la comunidad; y el retornar a la misión después de un tiempo en casa, por el desarraigo con la vida que dejas. Luego te das cuenta que Dios lo suple con creces. Teniendo a Dios, se puede con todo y en cualquier parte. El lugar es lo de menos.
Clara: El combate ha sido a muerte desde el primer momento y sólo hemos sentido alivio con la oración; si no nos acogiéramos a ella ni siquiera podríamos levantarnos de la cama. Pero es verdad que el Señor al mismo tiempo nos ha dado palabras de ánimo y nos ha regalado muy buenos momentos. Sabemos que la fe, el conocer y apoyarse en Jesucristo, es lo mejor que les podemos ofrecer a los hijos. Y esto en la misión es fácil verlo.
Puesto que la gracia siempre es superior a la prueba, ¿cómo sentís la presencia operante del Espíritu santo?
Edu: El poder ver la gratuidad y generosidad de Dios en cosas concretas, como cuando me llamaron a pintar un mural en una iglesia jesuita en la China continental, o que nada más llegar a España en este tiempo me llamó mi antiguo jefe y me ofreció seguir trabajando hasta que me volviera a marchar en septiembre.
Clara: Para mí concretamente en muchas ocasiones, por ejemplo, el haber estado diez meses conviviendo en todo momento, sin casi separarnos y poder perdonarnos, tener paciencia… También lo siento presente por el don de la alegría que nos concede aun en tiempos duros de soledad, precariedad y combate. A veces entro triste en la celebración de la Eucaristía y salgo realmente contenta.
Para acabar, y haciendo balance de vuestra vida, ¿creéis que Dios ha sido bueno con vosotros?
Edu: Sí y estoy muy agradecido por todo. Me ha sacado de muchas situaciones difíciles por las que me han llevado mis pecados. Yo creía que Dios me iba a quitar algo y no ha sido así; me ha llenado la vida, me ha regalado aquello que no me podía ni imaginar, como a Clara, Marta e Inés que nacerá en estos días. El Señor me ha ido cuidando y preservando en cada momento, siendo como soy tan débil. Por fiarme un poco de Él, me ha dado el ciento por uno.
Clara: Conmigo ha sido muy bueno también. Empezando por la familia que me ha dado, con una infancia tan feliz y una adolescencia en la que me ha cuidado siempre; por el marido que tengo, por mi hija Marta y la que va a nacer; por haber conocido la Iglesia y sentirla como una madre, etc. Sé que me va a costar volver ahora en septiembre a Taiwán y con una nueva hija recién nacida; pero también sé que con el Señor todo irá bien, porque ha sido, es y seguirá siendo muy bueno con nosotros.