“Los ojos orgullosos serán humillados, será doblegada la arrogancia humana; solo el Señor será exaltado. Será doblegado el orgullo del mortal, será humillada la arrogancia humana; solo el Señor será exaltado en aquel día” (Is 2, 11.17).
“A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado” (Act 2, 32-33).
“El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados” (Act 5, 30-31).
Signados con la Cruz
Lo primero que hacen el sacerdote, padres y padrinos, en la ceremonia del bautismo, es signar al bautizando con la Cruz, y desde ese momento la persona queda marcada con la señal del Cristo, como pertenencia suya, miembro del rebaño del Buen Pastor.
Ungidos con la Cruz
En el bautismo y en la confirmación: En los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Ministerio Ordenado y Unción de enfermos, somos ungidos con el óleo santo y con el crisma sagrado, por los que se nos infunde la fortaleza, el Espíritu Santo, y se nos eleva a la dignidad de miembros del Pueblo de Dios, sacerdotes, profetas y reyes.
Presididos por la Cruz
En la celebración: Nuestro ojos están puesto en el Señor. Toda celebración litúrgica está presidida por la Cruz, y en nuestro caso por Cristo Crucificado, levantado en alto, exaltado, triunfador del dolor y de la muerte, del acoso del Tentador. Jesucristo en la Cruz nos muestra como hito en el camino la dirección verdadera. El que quiera ir donde Él va, deberá tomar su cruz e ir detrás del Nazareno.
Protegidos por la Cruz
Cada uno sabemos lo que nos ha sucedido gracias a la intercesión del Mediador. Jesús en la Cruz se convierte en escudo protector. Sus brazos levantados obtienen de Dios, su Padre, los beneficios de la Redención y de la Santificación. Con experiencia histórica, se pueden narrar momentos providentes en los que se ha percibido la protección del Señor.
Atraídos por la Cruz
Nos atrae por la prueba de amor. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Cristo en la Cruz nos ofrece permanentemente el testimonio de su amor por nosotros. Es una opción de por vida. Quien contempla al Crucificado siente la fascinación de la mayor belleza, la que brilla en el rostro de quien nos amó hasta el extremo.
Conocidos por la Cruz
Se nos conoce por el icono y señal: Tenemos el privilegio de venerar una imagen de Cristo de más de ochocientos años sobre la que se han fijado los ojos de tantas generaciones. En los últimos tiempos se nos distingue por los rasgos de una cruz limpia, sencilla, de proporciones cósmicas, los cuatro brazos iguales y abiertos en sus extremos, para significar el triunfo y la victoria de Cristo, en resonancia de las cruces bizantinas.
Bendecidos con la Cruz
Como participación en la Redención: Cada día nos santiguamos y recibimos con la señal de la Cruz la mejor de las bendiciones, la que nos une a la vida de Cristo. Cuando lo hacemos, no sentimos que se eche sobre nosotros un peso insoportable, sino, por el contrario, se nos ofrece la ayuda de quien nos precede, y nos enseña a avanzar por el camino de la vida llenos de confianza.
Ángel Moreno