«En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el ángel». (Lc 1.26-38)
A San Ireneo debemos esta percepción del Misterio de la Anunciación como el paradigma de toda evangelización. San Ireneo nació en Esmirna. Fue discípulo de San Policarpo, que a su vez había sido discípulo del apóstol San Juan. Pasó de Oriente a Francia y, al poco tiempo, fue nombrado obispo de Lyon. Escribió varias obras para defensa de la fe católica contra los herejes de su tiempo. Su Tratado contra los herejes es el primer ensayo de reflexión cristiana sobre la fe. Padre de la Iglesia y Apóstol de Francia, suministra tal riqueza de elementos mariológicos en sus escritos: maternidad divina de María, virginidad perpetua, corredentora, maternidad espiritual e intercesora, que justifica el título de “primer teólogo mariano”. El concilio Vaticano II, en el c. VIII del Lumen Gentium, que trata de la Santísima Virgen, cita dos testimonios marianos de San Ireneo, donde aparece María como cooperadora a la salvación de los hombres por su fe y obediencia.
Helos aquí con todo el contexto: 1º) El paralelismo Eva-María: «La Virgen María se presenta en acto de obediencia al decir: “He aquí la esclava del Señor: hágase en Mi según tu palabra”. Eva, empero, en acto de desobediencia; pues no obedeció cuando era virgen… Hecha desobediente, vino a hacerse lo mismo para sí que para todo el género humano, causa de muerte. Así también María, que tenía destinado marido, pero aún era virgen, mediante la obediencia —o como traduce el Vaticano II obedeciendo— fue causa de salvación propia y del género humano entero». (Adv. Haer. III, 22,4; PG, VII, 959). Y de esta suerte «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María: lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe». (Ib, ed. Hervey, II, 124). «Porque así como ella —la virgen Eva— fue seducida mediante la palabra del ángel —malo—, para escapar de Dios, prevaricando de su Verbo; así también Esta —la Virgen María— fue evangelizada mediante la palabra del ángel —bueno— para llegar a Dios, obedeciendo a su Verbo. La primera se había mostrado desobediente a Dios; la otra, por el contrario, dócil a la divina Sabiduría. Le obedeció tan perfectamente que la Virgen María pudo convertirse en abogada de la virgen Eva. Así, de la misma manera que el género humano había sido entregado a la muerte por una virgen, así ahora por una Virgen ha sido salvado; compensando la obediencia de una Virgen la desobediencia de otra». (Ib, 1, V, 19,375).
El “sí” de María nos ha traído la salvación al mundo entero. También tu “sí” al anuncio del Evangelio traerá salvación, felicidad y plenitud a una multitud incontable de personas que están ligadas a tu existencia (familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, desconocidos, etc.).
La tarea más apremiante que tiene encomendada la Iglesia hoy es la de la EVANGELIZAR a tantos bautizados que ya no conocen los rudimentos de la fe. María es el modelo de todo evangelizado que sabe decir “sí” al plan de Dios. El Papa Francisco en Evangelii gaudium nos presenta a María como «la Madre de la Iglesia evangelizadora» (n. 284) “Estrella de la nueva evangelización” (n. 287) y a Ella le dedica todo un elenco de advocaciones marianas nuevas. Oremos con ellas a la Virgen María, icono de la iglesia evangelizada y evangelizadora, y pidámosle que nos ayude a todos a ser «evangelizadores con espíritu»:
* Amiga de los hombres. R/ Ruega por nosotros
* Contemplativa de Dios en el mundo
* Esclavita del Padre
* Esposa de las bodas eternas
* Estrella de la nueva evangelización
* Icono femenino
* Llena de la presencia de Cristo
* Madre de la Iglesia evangelizadora
* Madre del Amor
* Madre el Evangelio viviente
* Madre nuestra
* Madre para todos los pueblos
* Manantial de alegría para los pequeños
* Madre del corazón abierto por la espada que comprende todas las penas
* Misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida
* Mujer de fe que vive y camina en la fe
* Mujer orante y trabajadora
* Regalo de Jesús a su pueblo
* Señora de la prontitud
* Sierva del Espíritu Santo
* Virgen de la escucha y la contemplación
Juan José Calles