En los tratados sobre teorías políticas, podemos encontrar tres palabras que responden a conceptos especialmente vilipendiados por los más reputados maestros: Plutocracia, Cleptocracia y Oclocracia.
Plutocracia, del griego “plutos” (riqueza) y “Kratos” (poder) es una forma de Oligarquía o forma de gobierno a cargo de unas pocas personas que, en ese caso suelen ser de las que nadan en la opulencia y, consecuentemente toman a la Política como la ocasión de mantener y acrecentar las “diferencias de clase”. Clásicas referencias históricas de esta forma de gobierno nos la dan las repúblicas de Génova, Venecia, Florencia en los tiempos de los “príncipes mercaderes”.
En la sociedad actual, siguen existiendo formas “plutocráticas” hacia el monopolio del poder político, una de ellas es la representada por la interesada financiación de los medios de comunicación con el objetivo de encauzar el fervor popular hacia el exclusivo beneficio de los inversores, aunque ello implique la sacralización de cualquier tópico en boga.
Cleptocracia, del griego “Clepto” (robo) y “Kratos” (poder) se da cuando los dirigentes políticos (no menos de “izquierda” que de “derecha” ) toman como principal motivación y consecuente acción de su cargo el “aprovechar la ocasión” para apropiarse de los bienes ajenos en una imparable carrera de corrupción.
Formas de “cleptocracia” llegan a ser los mecanismos de gobierno cuando, para subsidiar el “ocio voluntario” o el “servilismo a cualquier precio” usan de abusivas coacciones fiscales con supina ignorancia de elementales derechos de la “clase productiva en todos sus niveles”, Cleptócratas son los tiranos y tiranuelos de hecho o en potencia que, para pagar complicidades y fidelidades perrunas no encuentran mejores medios que el de las ilegítimas expropiaciones, torticeras comisiones por tal o cual concesión administrativa o el de la supina ignorancia de los compromisos internacionales adquiridos mientras que, en cuanto pueden, practican el “lavado de dinero” con los consiguientes depósitos en “paraísos fiscales”.
Para paliar los males derivados de las bajas pasiones de “plutócratas” y “cleptócratas” no faltan “mercaderes de ideas” que apelan al viejo slogan de que “los explotadores se conviertan en explotados” cuando a la vista está que “explotados”, lo que se dice “explotados” por unos y otros son los que cargan con el peso de mantener el bienestar general a base de trabajo, sentido común y generosidad, justamente lo que, en términos políticos, es identificado con la “clase media”.
Cuando esa clase media es marginada por unos y por otros como consecuencia de que una minoría ruidosa e irreflexiva presta poder de decisión a los que, para hacerse valer a sí mismos, no han esgrimido mejor argumento de “el otro es malo luego yo soy bueno” de forma que “ven la paja en el ojo ajeno mientras se niegan a ver la viga en el propio”… puede abrirse camino lo que, dos siglos antes de Jesucristo, el célebre historiador griego Polibio (200-118 a.C.) definió como Oclocracia, es decir, el gobierno de la masa, sistema que ya se puede ver apuntado por Aristóteles cuando previene del peligro de que la Democracia, por obra de lo que estamos llamando “mercaderes de ideas”, termine siendo identificada con la Demagogia.
¿Cuál es la alternativa para que nuestra “perfectible” Democracia no caiga víctima de “plutócratas”, “cleptócratas” y “oclócratas”? Que prive entre los “Padres de la Patria” esa Buena Voluntad, efectivamente constructiva a base de generosidad, sentido común y libertad nos aparece como la respuesta de la mayoría en la actual “circunstancia” española.
Ese mayoritario criterio ¿será suficiente para colocar en el lugar que les corresponde a los vendedores de paraísos imposibles para que, al final, se imponga la menos mala de las resoluciones posibles?