Cualquiera de nosotros hemos podido experimentar en algún momento de nuestra vida cierta ansiedad, tristeza, mal humor, baja autoestima…, como síntomas adaptativos que se superan en poco tiempo. Sin embargo, en caso de persistir, cabría sospechar que puede tratarse de algo más serio. La depresión es uno de los trastornos psicológicos más incapacitantes y con mayor prevalencia en el mundo; de cada cinco personas, una sufrirá esta dolencia en algún momento de su vida. Con más de seis millones de personas diagnosticadas de depresión en España, hoy día es la segunda causa de baja laboral.
Existen diferencias entre el hombre y la mujer a la hora de sufrir y afrontar la depresión. Así, por ejemplo, las mujeres son más propensas a sufrir este trastorno, sin embargo, la tasa de suicidio es cuatro veces mayor en el hombre; mientras en ellas los síntomas más evidentes son la tristeza, el llanto y la culpa, los hombres deprimidos manifiestan irritabilidad y conductas agresivas.
Las consecuencias de este trastorno, desgraciadamente tan generalizado, pueden llegar a dañar más la salud que enfermedades crónicas como el asma o la diabetes, la artritis o la angina de pecho. Además, siempre existe una causa que lo origina: enfermedad orgánica, muerte de un familiar, problema afectivo, postparto, consumo de drogas o fármacos, cambios hormonales, sentimientos de culpa, etcétera.
signos y síntomas
El primer paso ante la depresión es reconocer la enfermedad y acudir a un profesional. Parece algo sencillo, y sin embargo, es el momento más difícil en el tratamiento de la depresión.
La mayoría de las veces que hablamos de depresión nos referimos a la depresión mayor; una enfermedad grave que se caracteriza por una profunda alteración del estado de ánimo y otros síntomas que seguidamente enumeraremos. En caso de contabilizarse cinco o más de ellos habría que recurrir al especialista, puesto que probablemente se trate de una depresión. El profesional realizará los tests clínicos necesarios para el diagnóstico, a fin de lograr un tratamiento más eficaz. Los síntomas más frecuentes son los siguientes:
– Rechaza la sociabilidad y la comunicación.
– Mal humor, tristeza.
– Se aísla socialmente.
– Abandona todas las aficiones que tenía con la familia o los amigos.
– Falta de energía para las tareas de la vida cotidiana.
– Dificultad y lentitud de razonamiento.
– Irritabilidad, deseos de estar solo.
– Ansiedad, nerviosismo, taquicardia y opresión en el pecho.
– Todo lo realiza con lentitud.
– Falta de ilusión o alicientes en la vida.
– Piensa que la vida es absurda y no merece la pena.
– Tiene unas ideas muy negativas de sí mismo.
– Susceptibilidad exagerada a la opinión de los demás.
– Comportamiento emocional desproporcionado.
– Estado de ánimo triste.
– Pérdida del deseo sexual.
– Apariencia de melancolía.
– Se siente inútil y una carga para los demás.
– Llanto frecuente por causas poco importantes.
– Sentimientos de culpa.
– Sensación constante de desesperanza.
– Dificultad de atención, concentración o memorización.
– Le cuesta tomar cualquier decisión.
– Baja autoestima, dice cosas negativas de sí mismo.
– Sueño durante el día.
– Hipersensibilidad a ser rechazado por los demás.
– Alteración del sueño nocturno (duerme mucho o poco).
– Pérdida de apetito.
– Pérdida de peso en poco tiempo.
– No disfruta o expresa placer ante cosas que le gustaban antes.
– Dolores físicos sin causa orgánica.
– Conductas muy negativas y pesimistas.
– Baja autoestima.
– Pérdida de los estímulos gratificantes que antes tenía.
– Conductas de evitación para no afrontar los problemas.
– Miedo al futuro.
– Pensamientos o frases de muerte o suicidio.
– En los casos más graves de depresión pueden aparecer alucinaciones e ideas delirantes.
factores desencadenantes
En España, los últimos estudios realizados demuestran que un 14-15% de la población, es decir, alrededor de seis millones de personas, sufre depresión grave. Los costes económicos, sociales y laborales, tanto directos e indirectos, resultantes de esta enfermedad ascienden a más de 750 millones de euros anuales.
La depresión afecta al área familiar, laboral, social, afectiva, sexual y de ocio, por lo cual la persona deprimida sufre enormes sentimientos de culpa al comprobar todos los días que su enfermedad influye en los demás miembros de su familia, en sus amigos, etcétera. Nadie tiene que sentirse culpable por padecer una depresión; es más, cualquiera de nosotros podemos padecerla de un día para otro, si se nos presentan ciertos factores desencadenantes.
Las más frecuentes causas que favorecen su aparición son:
• Hecho traumático en la vida personal o familiar, como la muerte de un ser querido.
• Conflictos familiares, como la separación o divorcio, o problemas
• importantes con los hijos.
• Historia personal de abuso sexual, emocional o maltrato.
• Cambios importantes en la vida: emigrar, cambios de domicilio, de amigos, de trabajo, de familia, etc.
• Problemas económicos, fracaso de negocio o empresa.
• Historia familiar de depresión: aunque no es una enfermedad genética, es más frecuente en aquellas personas que durante años vivieron la depresión de un padre, una madre, un hermano, etc.
• Drogas: consumo adictivo de alcohol, opiáceos u otras sustancias adictivas.
• Ludopatía, compras compulsivas, etc.
• Otros trastornos psicológicos como hipocondría, trastornos obsesivos, ansiedad, pánico y agorafobia, fobias específicas, anorexia nerviosa o bulimia, etcétera.
• Algunos medicamentos producen depresión. En este caso siempre consultar al médico.
efectos nocivos para la salud física
La depresión es la enfermedad con mayor prevalencia en el mundo y, como ya hemos señalado, puede llegar a dañar más la salud que enfermedades crónicas como el asma o la diabetes, la artritis o la angina de pecho. Un estudio realizado en 60 países, con 245.405 personas deprimidas mayores de 18 años, así lo demuestra. Este y otros muchos estudios han llevado a la OMS a pedir que la depresión tenga una prioridad asistencial en todos los países.
Es muy importante resaltar que esta enfermedad, cuya principal apariencia es el anormal estado de ánimo, afecta a toda la salud de nuestro cuerpo. Se ha demostrado que pacientes que se están recuperando de un infarto de miocardio o de ictus, tienen mayor riesgo de muerte si padecen depresión. También las infecciones son más frecuentes y las vacunas menos efectivas en caso de depresión.
El insomnio es un problema muy importante en la depresión, de hecho es el síntoma más frecuente. Las personas deprimidas tardan más en dormirse, duermen menos horas, o se despiertan muchas veces durante la noche. El sueño es de peor calidad y se levantan ya cansados. Por este motivo, el deprimido siente somnolencia, fatiga y falta de energía todo el día. Es un círculo de feedback: el insomnio empeora el estado de ánimo y el cansancio, y estos, a su vez, dificultan el sueño, con lo cual la persona cada día se siente peor, con más dificultad de atención, concentración y memorización.
El consumo de alcohol u otras drogas también es muy frecuente en la depresión, y lamentablemente solo consigue empeorar el cuadro depresivo.
cómo ayudar al deprimido
Aunque la depresión influye muy negativamente en los familiares y amistades cercanas, el apoyo afectivo de ambos es decisivo para evitar el riesgo de suicidio. La persona con depresión tiene miedo a que los demás no le comprendan, pues con frecuencia oye frases como “vete de viaje y verás cómo se te pasa”, o “esto se te cura si te vas todos los días a bailar”… Pese a decirse con la mejor de las intenciones, pone de manifiesto el desconocimiento de los familiares y amigos sobre esta enfermedad. Decirle a un deprimido que se anime es como decirle a un paralítico que se ponga a andar.
También conviene saber que la depresión no se cura con la “fuerza de voluntad”. Por eso es muy importante el apoyo y la comprensión de la familia y los amigos, que han de animarle, pero siempre entendiendo que para la persona afectada es muy difícil o imposible hacer lo que le dicen. Las pautas para poder tener con el enfermo una conducta afectiva son:
– Lo primero de todo es que el enfermo acuda a un buen profesional, para realizarle los tests clínicos de diagnóstico y el tratamiento adecuado.
– Comentarle siempre cualquier mejoría que notemos durante el tratamiento.
– Nunca forzarle a realizar actividades lúdicas o actos sociales; sugerirle aquello que pueda realizar, pero sin que se sienta forzado.
– Comprenderle cuando está de mal humor, irritable o expresa rechazo hacia algo; es necesario tener mucha paciencia y comprensión.
– Ayudarle en el tratamiento y asegurarse que acude a la terapia.
– Procurar siempre escucharle y entender sus sentimientos. Para la persona deprimida lo más importante es sentir que le comprenden y le quieren.
– El deprimido necesita una atención constante. Por este motivo es importante que el “cuidador” tenga tiempo para ello o terminará “quemado”.
– La terapia de pareja o familiar es útil en muy pocos casos.
– Es muy importante reforzarle las pequeñas mejorías, con un beso, un comentario positivo, llevarle un regalo…
Numerosos estudios han demostrado que las personas que están más adaptadas socialmente, o disfrutan de relaciones sociales más amplias, tienen menor probabilidad de desarrollar una depresión. Por eso, podemos afirmar que nuestra habilidad para relacionarnos con los demás y resolver conflictos con ellos previene la depresión.
tratamiento y terapia
El tratamiento farmacológico con antidepresivos se basa en el uso de fármacos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los de acción dual. En la depresión se ha demostrado que los niveles de noradrenalina y serotonina en el cerebro son más bajos.
La terapia más empleada por su gran eficacia es la cognitivo-conductual. Se basa en modificar los pensamientos negativos que tiene la persona con depresión; ideas distorsionadas que se activan ante estímulos estresantes y generan la llamada tríada afectiva, es decir, consideraciones negativas sobre sí mismo, sobre el mundo en general y sobre el futuro, que son precisamente los que producen los síntomas depresivos de tipo afectivo, emocional o motivacional.
Al eliminar estos pensamientos negativos con la terapia desaparecen también los síntomas. Si bien, como cada caso es diferente, a veces es necesario reforzar el tratamiento con la utilizando a su vez de terapias de relajación profunda, de autocontrol emocional, etcétera.
Aunque la medicación antidepresiva consigue un alivio más rápido que la cognitiva, esta última logra un efecto más duradero. En casos de depresión grave conviene recurrir al uso de ambas terapias, tanto la farmacológica como la psicológica.
Sin duda, son de gran ayuda las palabras pronunciadas recientemente por Benedicto XVI en las que señalaba que, en las tempestades, Jesús viene a nuestro encuentro, “ya que el hombre que confía en Dios no teme las adversidades de la vida”.