«En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”». Juan (3,13-17)
Hoy la Iglesia celebra le exaltación de la Santa Cruz. Dice el diccionario —entre otras acepciones— que exaltación es: “Alabanza de una persona o cosa en la que se resaltan mucho sus cualidades o méritos”. El Pueblo de Israel ha recibido en el Sinaí la llave que le posibilitaba acceder al cielo: “Haz esto y vivirás”, pero la han convertido en una ideología, como nos dice el Papa Francisco tantas veces: “El cristiano que sigue una ideología ya no es cristiano”.
Jesús le dice al portador de esta ideología que nadie ha subido al cielo. Nadie ha conseguido romper los miedos que nos cercan para acceder a esa vida para la que nos pensó el Creador. Hoy exaltamos esa cruz que nos permite hacer Pascua. Pasar de nuestra realidad de hombres débiles, vulnerables, limitados, en definitiva, pecadores, a la Tierra prometida. Hoy lo que exaltamos es el AMOR DE DIOS, que no ha dejado de escuchar el sufrimiento de ningún hombre, sino que ha respondido entregando a su Hijo querido para justificarnos. Él no ha venido a condenar, ni a quitarnos nada. Él ha venido a hacer todo nuevo.
Hoy celebramos la apertura del cielo; la libertad verdadera; el amor sin adulterar. Hoy es levantada sobre nuestra imposibilidad la fuerza. En ella el Hágase de María se cumple en su totalidad. Todo aquel que se quiera llamar cristiano está llamado a amarla, porque en ella reside la sabiduría de Dios. El mundo la rechaza, la desprecia y huye de ella porque viven en sus miedos ya que no conocen su poder. Estamos llamados a ser levantados hoy, con Jesucristo, en nuestra historia para que los que tenemos cerca de nosotros, atrapados por el temor a la muerte, vean en nuestra vida que Dios provee, que Dios no abandona a ningún hombre sino que es misericordia y solo quiere que el hombre se salve y tenga Vida Eterna.
Ángel Pérez Martín