Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Con que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» -así declaraba puros todos los alimentos-. Y decía: « Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.» Marcos 7,14-23
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Con que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» -así declaraba puros todos los alimentos-. Y decía: « Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.» Marcos 7,14-23
Una vez más Jesús se sitúa frente a los fariseos y escribas de la ley y frente aquellos que hacen de la misma un absoluto y motivo de juicio y condenación para los demás. Tantas veces el Señor había explicado a los que escuchaban que lo importante no es la ley sola, porque la ley sola mata como diría san Pablo. “La letra mata, pero el espíritu vivifica” (2 Corintios 3: 4-6). La ley necesita del espíritu que le da vida y esperanza. Cuantas veces Jesús, disputa con los fariseos llamándoles “sepulcros blanqueados”, porque pareciendo limpios por fuera, por dentro su corazón estaba sucio y corrompido.
Lo verdaderamente importante , lo que nos salva y nos libra de los juicios y críticas a los demás es el amor y la misericordia. Esto que tantas veces el papa Francisco repite y repitió el pasado año con la celebración del año de la misericordia. No es lo importante lavarse las manos o cumplir tantas y tantas otras normas como la ley judía imponía como un yugo. No es eso lo importante ni lo que salva ni hace feliz al hombre, sino la pureza del corazón, el interior del hombre. Del corazón salen los malos pensamientos o los malos deseos o las malas acciones. Pero también del corazón sale el perdón, el amor y los buenos deseos. Es el corazón por tanto el que hay que purificar y convertir.
Más allá de la cuestión relativa a los alimentos, y otras muchas normas y costumbres judías, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen este presupuesto: dado que la injusticia viene “de fuera”, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas, porque también tiene su origen en el corazón humano. Es algo que el hombre lleva experimentando toda su historia .Intentar cambiar las estructuras, cambiar los gobiernos, las ideologías etc intentando crear una nueva humanidad, un paraíso en la tierra. Sin embargo ha sido no solo inútil sino que de todos es conocida las funestas consecuencias que esto ha traído a lo largo de la historia. Recordemos por ejemplo las grandes tragedias que para el mundo supusieron en el siglo pasado tanto la ideología comunista como la ideología nacional-socialista…
El mundo solo cambiará cuando el corazón del hombre cambie. Solo la conversión del corazón del hombre hará posible que la humanidad cambie. Si el hombre individual cambiase, su yo interno, su corazón, entonces la violencia, el egoísmo, las guerras, el hambre etc. etc desaparecerían. No al revés, porque el germen del pecado, qué se manifiesta en odio, violencia, egoísmo etc siempre nos acompañarán. Este es sencillamente el mensaje del evangelio de hoy: cambia tu corazón y empezar á cambiar el mundo.