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- El vicedecano de Geografía e Historia, Luis Enrique Otero Carvajal, lleva años atacando la presencia de los oratorios.
La Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha iniciado una nueva ofensiva para desterrar de su campus las capillas que muchos alumnos usan con frecuencia. Del mismo modo, pretende que los capellanes, auténticas instituciones para muchos universitarios, abandonen su trabajo de cara a la amplia comunidad cercana a las 100.000 personas entre personal docente y estudiantes.
- El vicedecano de Geografía e Historia, Luis Enrique Otero Carvajal, lleva años atacando la presencia de los oratorios.
- El rector de la UCM, José Carrillo, muestra una falsa indiferencia ante la polémica de las capillas en la institución que dirige. Todo fachada según fuentes universitarias, ya que su frase para intentar descargarse de toda responsabilidad en esta cuestión, “esa materia es competencia de los decanos”, encierra toda una declaración de intenciones. Más aún cuando se ha podido comprobar que su representante en las negociaciones entabladas con la Conferencia Episcopal para el desmantelamiento de los lugares de culto no es otro que Luis Enrique Otero Carvajal, decano de Geografía e Historia y declarado luchador por el laicismo que lleva años de activismo contra la presencia de las capillas en las facultades.
Otero apoyó a Carrillo en su carrera hacia el rectorado con una condición ineludible: la eliminación de todo elemento religioso en los campus dependientes de la UCM. Su campaña empezó el pasado miércoles 22 de febrero en la junta de la facultad que dirige, cuando señaló que la capilla debía ser trasladada de su emplazamiento a un cuarto de menos de 10 m2.
La elección de Carrillo encierra una declaración de intenciones. El decano de Geografía e Historia es, según las fuentes consultadas por este periódico, un representante de la línea más politizada dentro de los docentes. Su alineamiento con la izquierda más radical durante sus dos décadas en la universidad le ha llevado a ser conocido por el resto de docentes.
Entre los órganos rectores de la institución llama la atención que una persona con “un perfil tan marcado y tan poco dado al diálogo en una materia tan sensible” haya sido el designado por el rector Carrillo. Esta elección como interlocutor de monseñor César Franco, representante del Obispado de Madrid en los primeros contactos ya producidos, habría causado malestar a la vicerrectora de Atención a la Comunidad Universitaria, Cristina Velázquez Vidal, de quien dependen en última instancia las capillas. Velázquez, quien no habría expresado su malestar de manera oficial, según testimonios recogidos por este diario, sí habría considerado un “puenteo” a sus atribuciones las tomas de contacto entre Otero y Franco.
La decisión de que sea Otero y no Velázquez la persona designada ha causado extrañeza en el entorno académico, ya que la vicerectora es otro de los componentes del equipo rectoral caracterizado por su oposición a la presencia de la religión en la Universidad. Así lo demostró al amenazar con destituir a cinco directores de colegios mayores religiosos que pusieron de manifiesto su falta de ayuda en la lucha contra las novatadas, como publicó este diario en septiembre.
Al ser un tema muy sensible y que ya ha causado protestas entre la comunidad educativa, una mayoría de profesores y estudiantes ya salió en defensa de las instalaciones religiosas cuando diversas asociaciones radicales realizaron protestas y actuaciones ofensivas contra los sentimientos y las creencias, el rector Carrillo ha exigido que la discreción se imponga en las negociaciones. Una discreción que ha sido también decretada desde el obispado de Madrid, poco dado a dar publicidad a este tipo de negociaciones. Fuentes del obispado consultadas por LA GACETA han declinado confirmar o rechazar que se hayan producido estos primeros contactos.
En cualquier caso, la Iglesia, según han declarado personas del entorno de la pastoral universitaria a este medio, no vería con malos ojos una reestructuración de su presencia en la UCM, garantizando su permanencia aunque esta esté condicionada a la reducción en el número de capillas abiertas, una decisión final que sí estaría en manos de los decanos.