La valentía de una niña en una sociedad de mujeres invisibles
Título original: Wadjda. Dirección y guión: Haifaa Al Mansour. Países: Arabia Saudita y Alemania. Año: 2012. Duración: 98 min. Género: Drama. Interpretación: Reem Abdullah (madre), Waad Mohammed (Wadjda), Abdullrahman Al Gohani (Addullah), Sultan Al Assaf (padre), Ahd (Hussa). Producción: Gerhard Meixner y Roman Paul. Música: Max Richter. Fotografía: Lutz Reitemeier.Montaje: Andreas Wodraschke. Diseño de producción: Thomas Molt. Vestuario: Peter Pohl. Distribuidora: Wanda Visión. Estreno en España: 28 Junio 2013.
Wadjda es una niña de diez años, hija única, que vive en las afueras de Riad, la capital de Arabia Saudita. Sus padres, Sultan y Reem, están pasando una crisis, en parte porque el padre reprocha a su mujer que no pueda concebir un hijo varón, algo imposible, ya que en el parto de Wadja, la madre tuvo complicaciones y quedó estéril. Reem hace todo lo posible por atraer a su marido, el cual, a lo largo de la película, se va distanciando de su hogar, hasta que finalmente las abandona y se une a otra mujer, celebrando la boda con cierta repercusión social.
La parte más interesante de la cinta es el reflejo de esta sociedad conservadora, vista desde el punto de vista de una niña, que la acepta pero no la entiende. Así conocemos su entorno: su colegio y sus estrictas profesoras, que tienen encuentros furtivos con sus amantes en mitad de la noche, y que después inculcan a las niñas la importancia de no dejarse ver ni escuchar por los hombres. La pequeña Waad Mohammed da vida a la atrevida Wadjda, capaz de actuar en ese mundo con una enorme naturalidad, fruto de una personalidad marcada y atractiva, que se manifiesta en multitud de actitudes y detalles.
los sueños también se visten de rosa
Wadja es divertida y emprendedora; le encanta la música “endiablada” que viene de América; aparece vistiendo vaqueros y zapatillas de deporte. No tiene temor a dejar el pelo descubierto ante la vista de los hombres, y no se agobia ante la posible pérdida de dignidad y de honor por montar en bicicleta —algo establecido según las costumbres de la zona.
La trama de la película comienza cuando Wadjda, tras una pelea con su amigo Abdullah —un vecino con el que no debería jugar porque está mal visto— descubre una bonita bicicleta verde que venden en una tienda cercana. Tiene una gran ilusión por lograrla, pero su madre trata de disuadirla porque es algo inaudito. ¡Qué niño no ha soñado con un juguete imposible, desde naves espaciales hasta castillos con princesas! Y en tantos casos, la imaginación y la fantasía han llenado el hueco de lo real.
Sin embargo, aquí no es así. Wadjda, solo desea lograr de verdad el juguete prohibido. Resultan encantadores sus malabarismos para conseguir dinero de aquí y de allá, su valentía, su inteligencia, su caradura y sentido del humor, su camaradería con el jovencito Abdullah. Es delicioso verla trajinar entre su casa, su escuela, su amigo, convenciendo al comerciante para que le guarde su bici —porque sabe que la logrará— y es que, a diferencia de otras niñas de su edad, no teme retar a nadie, y sabe expresar sus puntos de vista en todos los lugares. Incluso en la escuela es capaz de mostrar discrepancias con la directora, algo impensable en su ambiente. Por conseguir la bicicleta verde buscará audazmente medios para lograr el dinero, hasta participará en un concurso escolar sobre recitación y significado del Corán; algo más bien difícil, pues supone el reto intelectual y artístico de saber de memoria y expresarlo con el corazón, con la debida entonación y pronunciación.
Se diría que hay una afirmación preciosa e incluso ingenua acerca de la verdadera libertad, que es capaz de desafiar los usos y costumbres de una cultura muy determinada. La protagonista es fiel a su esencia, mientras expone las vicisitudes de ser mujer en una sociedad habituada a soslayarla. Y, además, esta niña nunca tiene comportamientos irrespetuosos ni excéntricos; es un alma limpia y rebelde en busca de igualdad, en donde la bicicleta puede ser solo un pretexto para explorar estas diferencias de sexo, y para expresar unos rectos sentimientos.
una apuesta por la libertad en un entorno hostil
Con una sencilla puesta en escena y una dirección muy limpia y sin florituras, la directora del filme, Haifaa Al-Mansour —primera mujer que dirige una película en Arabia Saudita—, hace un retrato del mundo femenino en este país musulmán tan conservador, políticamente teocrático y donde se viven de un modo estricto las costumbres sociales respecto a las diferencias entre hombre y mujer.
En ese trasfondo de sombras, en las costumbres y rigideces sociales de esa cultura, a su vez hay también una nueva luz, una esperanza, que se gesta en las nuevas generaciones y en el amor que se puede dar entre dos amigos, para quienes una bicicleta es claramente un motivo de unión y no de escándalo.
La película nos ofrece una historia entrañable, personal y que invita a la reflexión, donde se aprende a saber diferenciar entre los límites de lo justo y lo prohibido. A través del movimiento de la cámara, el filme también refleja la inestabilidad de una realidad contemporánea.
Una bella música y hermosas notas emanadas de algunos personajes visten una historia con apuntes críticos y realistas, pero más que tener un tono contestatario “La Bicicleta Verde” es un canto humanitario y de libre albedrío. Una película valiente, en la que se convierte también un vehículo de dos ruedas en símbolo de libertad, de autoestima, de persecución de un sueño. Y todo con una sencillez apabullante, con un guión medido que incluye metáforas visuales muy logradas: las luces, la carretera, el árbol genealógico y, por supuesto, la bicicleta. La directora Al-Mansour da una lección de narrativa en su sabia definición de personaje, y una visión certera de una cultura y de una época.
Gloria M.ª Tomás y Garrido
Catedrática de Bioética en la Universidad Católica de Murcia