“Dios no nos obliga a creer en Él, sino que nos atrae hacia sí con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado: de hecho, el amor respeta siempre la libertad” (Benedicto XVI)
No hay mayor belleza que la Belleza del Amor de Dios por cada uno de nosotros, manifestada en Jesucristo crucificado; ni hay mayor fealdad que la soberbia del hombre rechazando este sublime amor. Dios, creador del Universo, no solo nos ha manifestado su belleza en las maravillas de la creación, de la naturaleza y de la vida, sino que la ha manifestado sobre todo en la Historia, enviándonos a su Hijo Único por amor a nosotros, malvados y pecadores.
Esta belleza se ha manifestado a cada uno de nosotros en nuestra propia vida, a simple vista como un mosaico absurdo y sin sentido, coloreado de fracasos y construido por piedras rotas, feas y estropeadas, que de pronto, a la luz de la cruz de Cristo, se nos manifiesta como una obra maravillosa, llena de sentido y del amor de Dios.
Esta Belleza se ha manifestado en medio de nuestra pobreza. Cristo, en su vida terrenal, caminó junto a los pobres de la tierra, y les manifestó su Belleza, que fue rechazada por los poderosos de este mundo, porque los ricos ya tienen su propia belleza y su propia estética: la vanidad del dinero, y, ciegos por su soberbia, no pueden ver la Belleza del Amor de Dios manifestado al mundo en Jesucristo.
antes de ser creados ya fuimos amados
Toda nuestra vida es una historia de amor entre Él y nosotros. Hemos sido creados por amor para el Amor y para amar, a su imagen y semejanza: “Dios es un amante con toda la pasión de un verdadero amor… por el hombre… solo él ha sido creado para entablar con Dios una historia de amor. Solo él ha sido llamado a entrar en su divina intimidad”, explica el reciente Documento «La verdad del amor humano…”, de la Conferencia Episcopal Española.
El Papa Benedicto XVI, durante su visita a Cuba en marzo de 2012, en la homilía de la misa celebrada en el Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre hizo un hermoso canto a la libertad: “Dios, al entrar en el mundo, ha querido contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Solo cuando la Virgen respondió al ángel, ‘Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’ (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla”.
En Cuba, en plena dictadura comunista, el Papa llama a la verdadera libertad, que no es solo política ni económica, sino que es mucho más profunda y abarca la totalidad del ser humano: hasta el punto de que el mismo Dios no solo la respeta, “sino que parece necesitarla”.
“mira que estoy a la puerta y llamo”
La libertad es el gran riesgo que Dios ha corrido con el hombre; pero es que sin libertad es imposible el amor. El amor requiere de la libertad del amado para corresponder al que ama. Porque el amor respeta siempre la libertad. ¿Qué amado obligaría a su amada a casarse con él? O ¿qué enamorado violentaría a su amada? El verdadero amor respeta siempre la libertad de la persona amada; es capaz de esperar a la intemperie toda una vida a que la persona amada le abra la puerta y le deje entrar: “Mira que estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20).
“El misterio de la historia es el misterio de la libertad…El mundo ha nacido porque Dios ha deseado desde el principio la libertad; si Él no la hubiese anhelado y esperado, no hubiese existido el proceso histórico universal, y en lugar de este, tendríamos el Reino de Dios inmóvil y perfecto desde el principio… porque Dios quiso la libertad… porque Dios ama (al hombre) por quien quiere ser amado, y este amor solo cobra sentido a través de la libertad…. Si no existiese la libertad tampoco habría historia” (1).
Tan profundamente está enraizada la libertad en el ser humano que incluso en las situaciones más inhumanas, en los campos de concentración nazis o comunistas, los hombres no han renunciado a ella, como lo atestiguan los supervivientes del holocausto, como Viktor Frankl: “Al hombre se le puede arrebatar todo menos una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino” (2).
El cristianismo ha introducido la libertad en la historia, en la civilización y en la cultura (3). Un pensador no creyente como Marcello Pera (4) reconoce que sin el cristianismo no sería concebible la libertad que caracteriza a Occidente: “El liberalismo y el cristianismo son congéneres. Quitadle al primero la fe del segundo, y también este desaparecerá”.
Veamos la historia reciente: “Europa se volvió totalitaria cuando se transformó de cristiana en pagana”, pág. 58 (4). Después de la Segunda Guerra Mundial, tres políticos católicos, Schuman, De Gasperi y Adenauer, decidieron comenzar la unificación de Europa: “porque es la única posibilidad de afirmar nuestra civilización occidental y cristiana contra las furias totalitarias”, en palabras de Adenauer, pág. 92 (4). El peligro totalitario surgirá precisamente si Europa abandona sus raíces cristianas: “La actual crisis moral de Europa se debe a su apostasía del cristianismo”, pág.75 (4).
ama y haz lo que quieras
A mí personalmente a veces me escandaliza esta libertad que Dios nos concede; mi razón no comprende este misterio del amor de Dios y la libertad del hombre, y mi duro corazón lo rechaza muchas veces, hasta el punto de que yo por mi parte quitaría en ciertos momentos la libertad a las personas que amo, pensando en su propio bien. No así el Señor, que es el Único que respeta siempre nuestra libertad.
Más aún: ante tan sublime Amor, ante este inmenso don de la libertad, caigo de rodillas, me postro en silencio ante la cruz, y no puedo evitar las lágrimas que me brotan de alegría ante tanta Belleza, y me llego a preguntar: ¿podrá resistir mi corazón tanta alegría, tanta belleza? Porque en palabras de San Agustín: “El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
Este es el misterio de nuestra vida y de la historia de la humanidad. Hemos recibido gratuitamente la belleza de este amor, la Belleza del Amor de Jesucristo crucificado, para darla gratis: porque a través de la belleza de este Amor que ha sido derramado en nuestras vidas y en nuestros corazones Dios quiere revelarse a los hombres y mujeres de esta generación.
“Al atardecer del día seremos examinados en el amor” (San Juan de la Cruz), porque “nuestro amor al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios” (Edith Stein), siempre con Cristo, en Cristo y por Cristo, porque: “feliz el que te ama a Ti, al amigo en Ti y al enemigo por Ti” (San Agustín). En este amor es donde precisamente encontramos la verdadera Libertad y la verdadera Belleza.
NOTAS (1) Nicolai A. Berdiaev. “El sentido de la historia”. Ediciones Encuentro. Madrid 1979. Pág. 60. (2) Viktor Frankl. “El hombre en busca de sentido”. (3) Dawson. “La religión y el origen de la cultura occidental”. Ciudadela. Madrid 2007. (4) Marcello Pera. “¿Por qué debemos considerarnos cristianos?”. Ed. Encuentro. Madrid 2010. Javier Alba