Ser cristiano es el mayor privilegio que puede tener una persona en este mundo. Los supuestos modelos laicos del siglo XXI acaban en la esclavitud tecnológica, la desorientación social y el vacío vital, cuyos efectos inevitables son la tristeza y el hastío, cuando no la injusticia y la violencia disfrazadas de insulsos entretenimientos.
Algunos jóvenes o intelectuales se creen muy avanzados por haber olvidado a Dios. No se dan cuenta de que, lejos de liberarse, han cortado su hilo con la Fuente, han arrojado su brújula y su pértiga para avanzar a oscuras en la cuerda floja de la vida.
Porque todo tiene consecuencias. Llega un momento en que una persona tiene que decidir entre Dios y la nada. Y al final verá con dolor que, tras los ídolos engañosos de esta época, habita la nada desesperante y el maligno vacío.
Entonces sólo queda abrazar a Dios, volver a la auténtica Fuente. Como el niño que ha perdido a su familia y, tras una agotadora travesía en el desierto, descubre que al final el Oasis siempre estaba allí: Dios Padre todopoderoso, el Hijo salvador, el Espíritu Santo perfecto y Virgen María milagrosa, esperándonos con los brazos abiertos para una nueva vida de luz y de paz, donde podamos realizarnos como el ser espiritual que somos.
Manuel del Pino