Hemos cambiado la Belleza de Dios por la belleza del yo. Se ha eliminado a Dios de nuestros colegios, de la familia, del trabajo, de la educación, de los medios de comunicación, de la ciencia, etc. Pero si no está Dios, no hay prójimo, y donde no hay prójimo, sólo queda el yo. Cuando falta el Padre los hijos se desmandan y se sublevan y hacen becerros de oro que adoran con veneración, y confían en que esos dioses les lleven a la felicidad. Ya no se desea la Tierra Prometida. El hombre no quiere verdades, ni dogmas, ni trascendencias, ni espiritualidades; sólo tiene el deseo de sentir, de tener, de gozar, de ser, de desterrar el sufrimiento natural y evitar cualquier acontecimiento adverso.
Pero cuando el hombre suprime la verdad, queda solo con su arbitraria voluntad, su decisión, su capricho. Y cuando sólo hace lo que quiere, se envilece. “Todo me es lícito, mas no todo me conviene” (1ª Cor. 6,12).
Sometido a la dictadura de la voluntad, ya no admite el criterio de la propia naturaleza. Quiere cambiar su sexo, destruir una vida que comienza, decidir cuando hay que morirse… Ya no acepta ser criatura, pues no hay Creador. Entonces el hombre se transforma en creador de sí mismo, reclamando este derecho como ideología propia del hombre moderno, del progreso.
Y ahora intenta manipular la ciencia, la naturaleza, su ser biológico para sentirse libre, para zafarse de unas limitaciones que no acepta, para definitivamente cumplir aquel “…seréis como dioses”, que susurra aún más penetrante la serpiente primera (Gen.3,5).
Y así rechazamos la Belleza de Dios. Esta actitud inconsciente de desprecio golpea con dureza nuestro destino de plenitud. No somos dioses;
no podemos salvarnos a nosotros mismos. Y sin embargo, el ansia del hombre es poder decidir lo que está bien y lo que está mal. Tan absurdo como establecer que, a partir de ahora, el fuego ya no nos va a quemar.
Hemos sido creados para amar. Sólo amando el hombre encuentra su auténtica vocación, su realización, su meta. La Belleza del Amor se muestra asiduamente en nuestra historia. El diseño que Dios ha abocetado para nuestra vida es una obra de arte que el hombre tiene que concluir, es un diseño de amor. Las pinceladas, el encuadre, la tonalidad … nos revelan la perspectiva de una historia maravillosa que Dios quiere crear para cada una de sus criaturas. En esos acontecimientos que nos parecen negativos, adversos, incomprensibles, se esconde la Belleza de Dios. “Espera en Dios que volverás a alabarlo” (sal.42,12). Dios, del caos crea el universo; de la nada, la armonía; de nuestro adán, el hombre nuevo; de la muerte, la vida. “Mas el proyecto del Señor subsiste por siempre” (sal.32,11)
Dejemos que trabaje, que actúe, que sea Él -“Yo soy el que soy” (Ex.3,14) -. quien aplique el color, quien escriba el guión, quien trace las líneas de la perspectiva, quien esboce en la piedra de nuestra historia los rasgos de una naturaleza nueva, el diseño desconocido de la transfiguración, donde se manifieste la Belleza de Dios, el proyecto que tiene para cada uno de nosotros “…quien espera en Ti, no quedará confundido”. (sal 25,2)
El amor, la verdad y la belleza van unidos. El amor es la única verdad, la verdad es la genuina belleza y la belleza se engendra por amor. Dios nos ha manifestado su amor en su Hijo clavado en una cruz, para enseñarnos la verdad. Lo ha resucitado de la muerte para nuestra salvación y así ha recreado la belleza. Una belleza que sólo se puede percibir con el discernimiento del Espíritu Santo. Una belleza escondida, una belleza que salva, una belleza distinta, amplia, eterna…, la Belleza de Dios.
1 comentario
es muy de Dios todo lo que se lee