El padre Jesús, un misionero pamplonica perteneciente a los congregación de los Padres Blancos que trabaja en Faladié, una Misión que dista unos 90 kilómetros de Bamako, la capital de Malí, en el África profunda, nos dijo en nuestro primer viaje a este hermoso país que tiene una superficie aproximada de dos veces la península ibérica: “Si estás una semana en Malí, puedes escribir un artículo; si estas un mes, puedes escribir un libro; si estas toda la vida: no sabes que contar.”
La primera vez que llegamos a Malí en el África Occidental, experimentamos un fuerte “shock”, por un lado, al ver una cultura tan distinta y, por otro, ver cómo es posible que su gente sea tan feliz en medio de tanta pobreza. Lo que para nosotros puede ser indignación por la falta de medios, por la pobreza del país, la falta de infraestructuras, de condiciones higiénicas, de salubridad…, para ellos es normal: siempre han vivido así.
En Malí no existe el miedo a la gripe A, ni debaten sobre si se ponen o no la vacuna; el SIDA acampa a sus anchas y hace que el 15% de la población esté contagiada: no es raro encontrarse grandes letreros donde se les informa, de la prevención contra el SIDA.
Malí es uno de los países más pobres del mundo; sin embargo, sus habitantes nunca te van a negar una sonrisa a cambio de nada. Manolo otro misionero español en Bamako, nos decía que, aunque es uno de los países más pacíficos de África, es el que tiene el ejército mejor preparado, aunque sin armamento, ya que la mayoría de los tanques y demás están obsoletos debido a la falta de un mantenimiento. Gracias a Dios no les hace falta, ya que no es un pueblo beligerante.
Es un país subdesarrollado en muchas cosas, pero en otras es más avanzado incluso que nuestro país. Conservan valores que nosotros desgraciadamente hemos perdido con el paso del tiempo, como el sentido de la familia, la prohibición del aborto, el cuidado y respeto a los mayores, la solidaridad entre ellos, la acogida a cualquier forastero y, lo más importante, el ser feliz en cualquier situación, en medio de la pobreza, de la enfermedad…, en medio de cualquier tribulación
Hemos podido experimentar la inocencia, la sencillez y la alegría de sus niños, que juegan con una vieja rueda rota porque no tienen juguetes y, en muchos casos, ni casa donde vivir; que corren a saludarte de una punta a otra, que no te piden nada a cambio y te lo dan todo.
Todos los valores que parecen que se están extinguiendo en el moderno Occidente, aún se conservan en la subdesarrollada África. Esta sociedad a la que desde algunos medios de comunicación le están vendiendo Europa como la sociedad del bienestar, no necesita nada más que les enseñen a levantar ese gran país.
Son muchos de sus habitantes los que llegan y otros mueren en el intento de llegar a nuestro país. Es una pena que el onírico pensamiento de un joven acabe con éste ahogado en el mar, intentando alcanzar las costas del Sur de España o Canarias, buscando ese engaño de la tierra prometida donde se encuentra la sociedad del bienestar. Como dice la canción “muchos no llegan, papeles mojados, papeles sin dueño…”
Es destacable también cómo el cristianismo se ha arraigado con fuerza en este país de mayoría musulmana, con qué fuerza se viven sus Eucaristías, cómo viven en comunidad unas familias con otras, cómo participan los niños y los jóvenes en la Iglesia. El domingo en las Misiones repartidas por el país, es un verdadero dia de fiesta, y la Eucaristía, que muchas veces se celebra a primeras horas de la mañana, cobra un sentido especial, escuchándose ya desde entonces el sonido del yembé y de otros instrumentos tribales que acompañarán los salmos, esos que han sido ensayados en bambara la noche del sábado.
Era inimaginable pensar que en una aldea de Malí se pudiera sentir a Jesucristo tan cerca y tan fuerte como lo sentimos en nuestro viaje. Era impensable que con lo acostumbrados que estamos a vivir cómodamente pudiésemos ser las personas más felices del mundo en medio de los pobres, sin nada.
Era increíble el ver que, al llegar a la aldea de los misioneros, una familia pobre nos ofreciera como regalo de bienvenida lo único que tenían: una gallina. No tienen nada y te dan de lo poco que tienen, a nosotros… que no nos conocían de nada. ¿Seriamos capaces nosotros de hacer lo mismo?, ¿de dar cuando no se tiene?
La experiencia vivida en África es una experiencia que te cambia la vida porque ves y sientes cosas que nunca has experimentado, sobre todo poder experimentar la alegría de ser pobres, de vivir entre los pobres, en medio de las incomodidades, de no tener nada y sin embargo tenerlo todo.
África esa gran desconocida, con el tiempo evangelizará a Europa y será ella la reina del sur…