En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: -«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio ».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes. Mc 1,40-45
La actitud de este leproso no deja lugar a dudas: -“Si quieres, puedes limpiarme.” . Jesús siempre está dispuesto a recibir nuestros pecados, nuestras cargas, nuestras miserias… Este enfermo, como todos nosotros cuando la luz de la Palabra ilumina nuestra habitación interior, es consenciente de su enfermedad y del sufrimiento que ella le acarrea y también sabe, como tu y como yo quien puede curarle, quien le puede dejar limpio. Este leproso que tantas veces somos nosotros cuando nos alejamos del Camino de la Verdad quiere, desea ser sanado. Y…¿cuál es su actitud? El evangelio de hoy nos dice que se acercó a Jesús suplicándole de rodillas. El enfermo se agacha, se humilla… ¡Cuantas veces el Señor permite nuestros sufrimientos para hacernos conscientes de nuestra pequeñez!… He aquí la mejor actitud, la actitud del humilde… (“Un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias Sal 51,19)l). Esa debe ser siempre nuestra actitud al encontrarnos con nuestro Maestro. ¡Si tu quieres Señor! El mismo Jesús nos da este ejemplo cuando en Getsemaní a las puertas de su pasión ora a su Padre diciendo “Padre, si quieres, aparta de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22,42). Jesús sí quiere. Jesús sí nos quiere. Precisamente El es el enviado del Padre para limpiarnos a todos nosotros; para liberarnos de las ataduras del pecado. Cada vez que acudimos a El en la actitud humilde de reconocer su poder y ser conscientes de nuestra debilidad y pequeñez aparecerá sobre nosotros esa mano que toca lo mas profundo de nuestro ser y que nos hace escuchar la misma palabra que Cristo tiene para este leproso en el evangelio de hoy.
-¡Quiero!-, dice hoy de nuevo el Señor para todos nosotros. -¡Queda limpio! Que es lo mismo que decir dame tus pecados. Déjame que los cargue yo que para eso he venido. El Padre del cielo no le libró de la carga pesada de su pasión y del dolor inmenso de su calvario precisamente para que hoy todos nosotros podamos escucharle decir ¡Queda limpio!, ¡Vete en paz! Que es lo mismo que decir tus pecados te son perdonados.
Solo nos resta una cosa que nos manda Jesús a todos los leprosos, a todos los enfermos. –“No se lo digas a nadie”, guarda esta conversación en la intimidad de tu corazón tu que eres consciente de tu lepra, pero ve a presentarte al sacerdote y “ofrece por tu purificación” o lo que es lo mismo no dejes de recibir la bendición y el perdón de los pastores en quien esta delegado el perdón de los pecados.
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cual fue la actitud del leproso