Monseñor Segundo Tejado me recibió en el Vaticano hace unos meses… Traspasé diversos controles, pasillos, códigos para acceder a diversas salas, mientras me acompañaban escoltada a una sala para esperarle. Al poco rato oí pasos y con enorme energía se abrió la puerta; como una ráfaga de aire fresco y potente apareció este gran sacerdote. Su bondad invadió la habitación, y su humildad me conmovió tanto que me sentí incapaz de tomar notas de cada palabra que me regalaba. Tocando el suelo, y portador del sufrimiento de la Iglesia misionera a la que atiende, consigue trasmitir una alegría y una paz tan inmensa que la presencia de Dios se hace casi palpable.
Podemos apreciar una ínfima parte de lo que vive en su interior adentrándonos en su mirada, en su forma de ver las situaciones más abandonadas, paupérrimas o desoladas, pero desde una visión de acompañamiento, de abrazo, de amor. Experimenté esta sensación cuando tuve el atrevimiento de mirar por encima de su hombro el ordenador que desvelaba las fotos que había capturado en una de sus últimas visitas pastorales, en este caso a Kazajistán.
Su objetivo fue acompañar al cardenal Sarah, a la bendición de una capilla en medio de la estepa, en el pueblo Ozernoje, cerca de Petropaulosk. Esta aldea abandonada, de poquísimos habitantes, se sitúa en una llanura en medio de la nada donde viven con gloria y valentía cuatro monjas heroicas en un convento de carmelitas descalzas. Un sacerdote valiente las protegía, luchando ante unas condiciones dificilísimas; estando siete meses al año aislados bajo la nieve, a temperaturas imposibles y con enormes distancias entre los otros pueblos. ¡Calculad que Kazajstán, teniendo una superficie tan grande como toda Europa, tiene una media de seis habitantes por kilómetro cuadrado, concentrados casi todos en las ciudades! Pero no solo eso, la mayoría son musulmanes, ya que el 70% de la población pertenece al Islam y el resto son casi todos cristianos ortodoxos.
¡Así es que, situaos! Imaginaos que sois una de esas cuatro monjas carmelitas o ese pobre sacerdote completamente aislado en medio de la estepa rusa, con apenas contacto con otros católicos y enterrado bajo la nieve medio año, que de repente aparece un séquito desde Roma acompañando a un cardenal, con seguridad policial y presencia política, para bendecir la capilla que has osado construir en el vacío de la llanura. La valentía con la que han alzado una capilla acristalada para albergar un Santísimo glorioso y monumental que abrace sin fin la tierra es alucinante. ¡Casi delirante!
el abrazo de Dios
¿Podéis comprender la visión conmovida de nuestro sacerdote de Carabanchel, ante tal espectáculo de abrazo de la Iglesia hasta el último confín de la tierra, viviendo el maravilloso acompañamiento de hasta el misionero más abandonado para recordarle su valor, su coraje y el amor que sienten por él? Me emociona la foto de Monseñor Tejado donde capta el instante en que el reflejo del cardenal se cruza con el de una monja orante sobre la vidriera de la capilla. Parece que ilustra ese abrazo de la Iglesia hasta a la monja más sola, como el de una madre cogiendo en brazos a su hija, acurrucándola para darle protección, seguridad y fortaleza.
Es también conmovedora la foto del niño escondido y asustado ante la escena, pero con una curiosidad innata que le supera. El encuadre de Segundo Tejado contrastando con los planos inmensos de la puertas de metal nos recuerdan la soledad y el vacío que rodean a este niño aislado pero con una inocencia vital gemela al resto de los niños en el mundo.
La foto de la monja caminando hacia la capilla es genial. Observad su posición gestual, bajando la cabeza con pudor pero con un movimiento rápido, de ansia de llegar ante el Santísimo con una emoción que la desborda ante tal panorama de atracción. Su soledad que deja atrás, invade la imagen con el vacío de la llanura, y la verticalidad de su figura rotunda en negro vivaz rompe con una realidad para llevarnos a otra sobrenatural, la que llena de verdad su vida, la que debería llenar cada día la nuestra sin dejarnos comer por la soledad.
Dios está presente y se hace presente, no ciegues tu vista y mira con el alma para ver cómo llena de abundancia hasta el eco más profundo. Gracias, Segundo Tejado, por invitarnos a entrar en tu mirada…