En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«No juzguéis y no os juzgarán; porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Déjame que te saque la mota del ojo», teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano» (San Mateo 7,1-5).
COMENTARIO
¿Qué es la hipocresía? Magnifica la respuesta de Jesús en el texto de Mateo de hoy: ¿cómo es posible ver, con una viga en el ojo propio, la mota en el ajeno, si no se es hipócrita?
La hipocresía, tan combatida por el Señor, es un mal de los ojos. El juicio por la apariencia y no por la verdad de cómo las cosas y los actos humanos son, tiene un enorme poder de destrucción de lo que la fe, la esperanza y la caridad construyen en las relaciones humanas; y no digamos en las comunidades cristianas.
Para la tradición sapiencial bíblica tener sanos los ojos (cosa fuertemente evangélica también) es tener el corazón abierto a los demás, especialmente hacia los más débiles y necesitados. Si el corazón está así, en esta disposición fraterna, todo el hombre entero está bien de salud espiritual. Si es al revés, en lugar de vigilar nuestra conciencia al ver los defectos ajenos (Gal 6,1. 4-5) le cargamos al otro con una viga: la que nuestra hipocresía es en verdad.
Santiago recomienda esta misma sabiduría de la fraternidad cristiana para con todos: vamos a ser juzgados todos, finalmente, por la misericordia que usemos con los demás, es decir por la libertad con que hemos sido liberados del mal de ojo por el Amor de Dios en Xto Jesús (St 2, 12-13).