La semana pasada el Real Madrid se cubrió de gloria al conquistar por undécima vez la Champions Leage. Estrella destacada dentro del cúmulo de astros del equipo merengue, y sueño de más de una quinceañera, es Cristiano Ronaldo. Lo que pocos saben es que Cristiano libró la muerte por un pelo. Su madre fue al médico para abortar, pero, contrariamente a lo que esperaba, el doctor la increpó: “¡De ninguna manera! Usted tiene sólo treinta años y ninguna razón física por la cual no pueda tener ese bebé”. Aun así, ella intentó expulsar el bebé tomando un “remedio casero” que le sugirió una amiga. No tuvo éxito tampoco. Finalmente aceptó el reto de recibir a su cuarto hijo en condiciones de pobreza: “Si la voluntad de Dios es que este niño nazca, que así sea”.
Los abortistas, quizá sin ser muy conscientes de ello, juegan a “ser Dios”, es decir, a decidir quién debe vivir y quién no. No importa que crean o no en Dios, en realidad ellos toman su lugar, pues consideran que conocen con suficiente detalle la realidad como para decretar con gran seguridad quién merece una oportunidad de vivir y quién no. Pero si uno viera los hombres que habrían envidado, inmisericordes, a la tumba, probablemente llegue a la conclusión de que en realidad son unos diosecillos bastante defectuosos. Una breve enumeración de grandes personalidades que no habrían venido al mundo de seguir sus autorizados criterios: Ludwig van Beethoven, Chespirito, Jack Nicholson, Andrea Bocelli, Cristiano Ronaldo, Justin Bieber y muy probablemente Steve Jobs. Conozcamos su historia.
El connotado científico Jérôme Lejeune plantea al senado francés el siguiente panorama: “Tenemos un matrimonio en el que el marido es sifilítico y decididamente alcohólico. La mujer está desnutrida y sufre tuberculosis avanzada. El primer hijo de esa pareja muere al nacer; el segundo sobrevive, pero con serios defectos congénitos. Al tercer hijo le ocurre lo mismo y además tiene retardo mental. La mujer queda embarazada por cuarta vez. ¿Qué aconsejan ustedes hacer en un caso así? – ‘Practicar un aborto terapéutico inmediato para evitar males mayores’ sentenció un senador del bloque socialista. Lejeune hizo un largo y notorio silencio, que rompió diciendo – Señores, pónganse de pie, porque este caballero acaba de matar a Ludwig van Beethoven”.
Dejemos que ahora hable el protagonista: “Hola, soy su amigo Chespirito. Cuando estaba yo en el vientre de mi madre, ella sufrió un accidente que la puso al borde de la muerte. El médico le dijo: ‘Tendrás que abortar’. Y ella respondió: ‘¿Abortar yo? Jamás’. Es decir, defendió la vida, mi vida. Y gracias a ello estoy aquí”. Por su parte Andrea Bocelli cuenta al piano su propia historia en un video de You Yube: una joven embarazada sufre una apendicitis y los médicos le sugieren abortar, porque los tratamientos aplicados provocarían discapacidad en el bebé. “Pero esta valiente joven esposa decidió no abortar, y el niño nació. Esa mujer era mi madre y yo era el niño. Tal vez no soy imparcial, pero puedo decir que fue la decisión correcta”.
La madre de Jack Nicholson quedó embarazada siendo adolescente. Recibió muchas presiones para abortar, a las que valientemente resistió. La historia de la madre de Justin Bieber es más dura aun: abusada sexualmente de niña, consume la marihuana y LSD, tiene un intento de suicidio, queda embarazada siendo adolescente. “Lógicamente” la presionan para abortar, resiste la presión y da a luz. Steve Jobs finalmente tiene una historia semejante, su madre queda embarazada siendo estudiante, no lo aborta pero lo da en adopción.
En fin, la lista podría alargarse, he elegido a un grupo de famosos no porque su vida valga más que la de cualquier persona corriente que haya librado el aborto, sino porque tienen mayor visibilidad. Con toda probabilidad hemos enviado a la tumba a multitud de talentos. Los hijos no deseados pueden cambiar el mundo y, ¡oh paradoja!, convertirse ocasionalmente en las personas más deseadas. La consecuencia necesaria se impone: es mejor “no jugar a ser Dios” y respetar el valor intangible de toda vida humana.
Mario Arroyo
Doctor en Filosofía
p.marioa@gmail.com