“Verdaderamente este era el Hijo de Dios”, reconoció el soldado romano Longinos a los pies de Jesús crucificado. Desde entonces, a esta declaración de fe tan espontánea como convencida le han sucedido otras muchas por parte de quienes gastan y desgastan su vida al servicio de la propia nación. Juan del Río Martín las conoce bien porque es el Pastor que camina con ellos. Nacido en Ayamonte (Huelva) hace 64 años, es, desde el año 2008, el Arzobispo castrense. Como verdadero sucesor de los apóstoles, han sido cuatro años de entrega con celo, unción y convicción, a la misión episcopal confiada: anunciar con palabras y hechos el amor de Jesucristo, “presencia transformadora que salva y acompaña”. Estamos ante el servidor de los servidores de España, el mismo para quien la experiencia de este amor le lleva a exclamar cada día: “Todo de Dios, solo de Dios, siempre de Dios”.
¿Cómo conoció el amor de Dios en su vida?
En primer lugar en el ambiente familiar, especialmente por mi madre. En segundo lugar, tuve grandes maestros en la fe: sacerdotes que en la adolescencia me inculcaron la ayuda a los demás. Siempre he sido un hombre de hacerme grandes interrogantes: Esta vida, ¿qué es? ¿Solamente nacer, crecer, procrear y morir? Lo único que sabía era que cuando rezaba y ayudaba a los demás me encontraba muy a gusto. Por eso para mí Jesucristo es una presencia transformadora que salva y acompaña.
¿Cómo fue la llamada al sacerdocio?
Para pagarme los estudios de Graduado Social los veranos me iba al sur de Alemania a trabajar fregando platos en un hotel. En cuanto podía entraba a rezar en la única iglesia católica que había en el pueblo. Eso, la cuestión del sentido de la vida y de quién es el que colma mi corazón iba concretando la llamada. Además, me llamaba muchísimo la atención la celebración de los sagrados misterios; que las manos del sacerdote sean una cuna de Belén y que por la pobreza de la palabra humana, Dios, tan humilde y tan obediente, se haga presente en el pan y el vino.
que mi alma viva para alabarte
Ha sido obispo de Asidonia-Jerez durante ocho años, y en 2008 es consagrado arzobispo castrense. ¿Hay mucha diferencia entre ambas labores episcopales?
Sí, muchas. Primeramente en el funcionamiento. Yo soy un servidor dentro de una estructura muy organizada como son las Fuerzas Armadas (FAS) y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE), que atiende el derecho del militar creyente de ser asistido en sus necesidades espirituales. Mi misión es la de hacer presente el Evangelio en “la casa del César”, es decir, a los hombres y mujeres que están dispuestos a dar su vida por defender la libertad, seguridad e independencia de nuestro país. Mis capellanes y yo somos servidores de los servidores de España. Sin embargo, es esta una diócesis muy desconocida. La gente no sabe la gran labor que hacen los capellanes castrenses en el mundo de la tropa, de los suboficiales y los oficiales. El sacerdote tiene que hacer una pastoral muy misionera e itinerante, con una gran disponibilidad para desplazarse. En este momento tenemos 97 sacerdotes en activo, de los tres capellanes se encuentran navegando en las misiones activas del ejército español en Afganistán, el Líbano y en la Operación Atalanta contra la piratería.
¿De quién depende jerárquicamente el arzobispo castrense?
Dependo directamente de la Congregación de Obispos, pero a propuesta del Jefe del Estado, el Rey en el caso de España. Cuando el monarca renunció a los privilegios de la presentación de los Obispos, se reservó únicamente el de elegir al arzobispo castrense, puesto que este cargo lleva implícito el de ser capellán de la Casa Real. Así, primero elaboran entre la Nunciatura y el Ministerio de Defensa una terna y la presentan al Rey, quien tiene potestad para aprobarla o rechazarla, y finalmente la presentan al Papa, que es siempre el que nombra al obispo. Ahora bien, administrativa y protocolariamente dependemos del Ministerio de Defensa.
tu brazo es mi escudo y mi armadura
¿Cuáles son los orígenes históricos del servicio religioso castrense? ¿Cómo es ahora la presencia religiosa en las tropas militares?
Todo comenzó en el Calvario, fíjate. El primero que hizo profesión de fe de que realmente Jesús era el Hijo de Dios fue un centurión romano, San Longinos. Jesús también se relaciona en Cafarnaúm con un centurión que tiene un criado enfermo y le alaba su fe. También entre los primeros cristianos de Israel y después de Roma se encuentra gente que procede de las milicias romanas. Siguiendo con los antecedentes históricos, la Iglesia ha estado muy presente donde se ha defendido los nobles ideales castrenses. Ahí tenemos al fraile franciscano San Juan Capistrano, que muere asistiendo a los soldados en la invasión de Hungría por los turcos… y así podíamos seguir. Desde el punto de vista del arzobispado, es decir, del Ordinariato militar, el más antiguo de la Iglesia Católica es el español, que comienza a organizarse con los Tercios de Flandes en el siglo XVI. Administrativamente llevamos tres siglos y medio de diócesis castrense.
¿Qué aporta usted al arzobispado castrense y qué le proporciona este a su vida de fe?
Yo aporto a mi diócesis todo lo que soy y todo lo que tengo; y lo más grande que poseo es entregar mi vida por la causa del Evangelio. Y lo que me proporciona a mí es el ejemplo de muchos capellanes que dejaron a sus padres, a sus lugares y llevan casi cuarenta años de vida activa recorriendo toda España. Son hombres que pierden sus raíces a favor del Evangelio, y eso es muy bonito. Si San Pablo no hubiese perdido sus raíces, no hubiese ido a Roma, no hubiese evangelizado… Los capellanes castrenses tienen una espiritualidad muy paulina.
¿Tiene el clero castrense alguna particularidad especial?
Evidentemente el capellán tiene que ser ante todo un hombre de Dios, pero también debe poseer unas características humanas muy específicas. No todo el mundo sirve para capellán castrense. Debe ser muy dúctil mentalmente y de trato, que sepa adaptarse a la tropa y a los mandos; poseer un gran equilibrio emocional, porque se pasa mucho tiempo solo; una gran capacidad de convivencia al tener que moverse en espacios muy reducidos como un barco, etc. Los militares buscan al “Páter” no para que les solucione problemas sociales ni de orden psicológico —que para eso ya hay unos excelentes profesionales—, sino para que les ofrezca consejo espiritual. No es un hombre meramente de culto ni un mero dispensador de sacramentos; es todo un apóstol de Jesucristo que celebra los sacramentos, ciertamente, pero también acompaña, convive, y sobre todo, evangeliza con su testimonio.
cerca estás de los que te invocan
¿A qué se enfrenta el cristiano en estos tiempos de secularización?
La secularización ha entrado en el mundo castrense como en todos los órdenes de la comunidad cristiana. Hoy el laicismo exacerbado está muy situado en los órganos de poder y en los órganos mediáticos, y entonces se puede caer en la tentación de apabullarse frente a “Goliath”. Tenemos que recuperar nuestra única fuerza, que es la fe en Dios, y esta es la que vence al mundo. Por lo tanto, también se puede vencer al laicismo agresivo, que no es más que una manera de totalitarismo, porque desprecia y menosprecia la dimensión trascendente de la persona. Yo no tengo que ocultar mi fe en la oficina. ¿Acaso es un traje que se quita y se pone? Sin embargo, hay muchos católicos acomplejados frente a esta cultura de la muerte, tan totalitaria que aplasta y avasalla. Pero igual ocurría en los primeros siglos con la persecución a los cristianos por parte de los emperadores, y los vencieron. La fe en Dios vence al mundo.
¿Cuáles son los desafíos que se le plantean?
El primer desafío es recuperar la esencia y esta se encuentra en el catecismo de la Iglesia Católica. ¡No hay que buscar más zarandajas! En él se resume lo que un cristiano cree, celebra y vive. En mi opinión, en estos años postconciliares la Iglesia se ha autocomplicado. Muchas veces tenemos “reunión de la reunión para la reunión”, es decir, “la Iglesia de ejecutivos”. Mire usted, primero hay que ser para ser: hay que ser hombre de Dios para dar a Dios, porque no se puede dar lo que no se tiene. Si no es así, podemos convertir al cristianismo en una ideología, en un humanismo, una moral. ¡Y nada más lejos de la realidad! El cristianismo es una persona, un acontecimiento, una presencia… El desafío principal consiste en recuperar lo esencial, lo que quiere Benedicto XVI para la Iglesia, y lo esencial es Dios. El gran reto es que los capellanes sean hombres de Dios y no otra cosa. Cuando se quiere a Dios salen todas las fórmulas. Si no es así, entonces tenemos más organigramas que realidad.
en la vida y en la muerte somos del Señor
¿Cuál es la misión de la Iglesia en las Fuerzas Armadas?
Anunciar el Evangelio, celebrar los sacramentos de la fe, y después asistir, aconsejar y ayudar a los centinelas de la paz, como llamaba Juan Pablo II a los militares. Los militares son personas muy agradecidas. Por las peculiaridades de la profesión y su forma de vida existe un preámbulo de la fe en el mundo militar que no lo hay en otro colectivo. No es lo mismo un señor que está en la oficina trabajando, que otro que coge un F18 y no sabe si va a volver, o aquel que está manipulando material explosivo. La misma cercanía de la muerte, el compañerismo, los valores castrenses —que tan relacionados están con el humanismo cristiano— hacen que se plantee la vida de diferente manera.
¿Es un derecho la asistencia religiosa en el ejército?
Todo ser humano tiene derecho a ser asistido en sus creencias religiosas, sea del tipo que sean, y por supuesto, también el militar creyente. En el caso de España se firman los acuerdos ante la Santa Sede en 1979, donde se contempla en un apartado la asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas, y también se recoge en el artículo 16 de la Constitución Española. El Estado tiene, pues, la obligación de velar por ese derecho, asistirlo y respetarlo. El respeto implica poner medios, personas y lugares. En contra de lo que algunos creen, la asistencia religiosa en las Fuerzas Armadas no es un invento de Franco ni un privilegio de la Iglesia Católica. Todos los países democráticos de nuestro entorno tienen un servicio de asistencia religiosa. Solamente los países totalitarios se saltan este derecho fundamental. Evidentemente la presencia numérica de los medios depende de la implantación que tiene cada uno de los credos.
¿En qué consiste la pastoral militar?
Puesto que nuestro objetivo es anunciar a Jesucristo, establecemos desde el arzobispado unas líneas maestras. Cada cuatro años se define el Plan Pastoral a seguir: el actual cuatrienio 2011-2015, titulado “La Puerta de la fe de la familia castrense” se fija en lo esencial, en el catecismo de la Iglesia Católica, y en sus cuatro partes: fe, celebración, vida y oración. El Plan Pastoral del año 2011-2012 está dedicado a la fe, coincidiendo con el preámbulo del “año de la fe” declarado por Benedicto XVI en su carta apostólica Porta Fidei.
grande eres Tú y haces maravillas
Cabe destacar la encomiable colaboración de las FAS y los FCSE en la pasada JMJ. ¿Cómo la vivieron?
La vivimos muy intensamente. Fuimos diócesis receptora de 900 jóvenes militares que vinieron de otros países. Tanto los militares españoles como la Policía y la Guardia Civil fueron muy generosos; sin ellos se hubiera vivido la JMJ que hubo. El Papa lo recalcó especialmente en una carta de agradecimiento. Como dice la Escritura: “Viendo vuestras buenas obras, sea Dios glorificado” (Mt 5,16); y me remito a los hechos: hubo confesiones en la catedral castrense desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la madrugada; era innumerable la gente que acudía a visitar al Cristo de Mena y las reliquias de San Juan de Ávila.
¿Se encuentra usted feliz en esta misión episcopal?
Siempre he sido feliz donde me ha puesto la Iglesia, porque la felicidad no la dan los lugares ni los cargos; la felicidad la da Dios, y esta se vive en el corazón, no en las cosas.
¿Cree que Dios ha sido bueno con usted?
¡Maravilloso! Es verdad que mis padres me dieron la vida, me educaron e hicieron mucho por mí, pero todo lo que soy se lo debo a Dios y a su Iglesia. Soy el mayor de cinco hermanos y mis padres pensaban que seguiría con el negocio del pequeño astillero. Dios tenía reservado para mí algo mejor.