Raúl Berzosa Martínez
Obispo de Ciudad Rodrigo
53 años
Santiago, Roma, París
“Las JMJ a las que he podido asistir fueron con el Papa Juan Pablo II. Mis impresiones se pueden resumir en tres sentimientos: por un lado, se palpaba la catolicidad, en su más estricto sentido. Por otro lado, nos encontrábamos ante un verdadero líder de la humanidad, no sólo espiritual. Y, finalmente, te ayudaba el evento a replantearte tu vocación “existencial” y “específica” en la Iglesia. Sin duda, el Espíritu Santo fue el inspirador y gran protagonista de aquellos inolvidables encuentros. Bien se puede afirmar, con el clásico, que si no existirían habría que inventarlos. Todo mi apoyo al Papa Benedicto XVI para continuar con los encuentros de la JMJ. Con su estilo, con su personalidad y con la fuerza y atractivo de un hombre verdaderamente “tocado” por Dios capaz de abrir el corazón y la mente de los jóvenes a la Verdad, la Belleza y el Amor”.
Sara Solana
33 años
Analista Financiero
Loreto 1995 (Encuentro Europeo de Jóvenes), Israel 2000 (Viaje del Papa a Tierra Santa)
«Peregrinar siguiendo al Papa supuso en las dos ocasiones abrir un paréntesis en la vida cotidiana y dar cada paso con los ojos en el cielo, de modo que todo lo que sucede en el camino se vive como una gracia, un regalo. Por eso el ambiente es siempre alegre, la convivencia buena y fácil, los preparativos sencillos. Experimentabas de una manera cierta que era Cristo quien guiaba al grupo, y la meta, el encuentro con Él.
Daba igua el número de personas que asistieran, miles, millones….Las palabras del Santo Padre se dirigían en singular hacia mí. De vuelta a casa recuerdo el tesoro en el corazón: la certeza de que la vida puede vivirse así siempre, como un peregrino al que el amor de Dios guía y acompaña.»
Sor María de Nazaret op
41 años
Dominica contemplativa
Monasterio Nuestra Señora de la Piedad (Palencia)
Santiago, Czestochowa, Denver
Soy una monja Dominica que lleva 17 años entregando cada día mi vocación al Señor, para que me la realice. Cada llamada de Dios es una historia preciosa que te va sellando el corazón. Siempre asocié mi búsqueda vocacional con las JMJ y a ellas estoy muy agradecida, por eso animo a participar en estos encuentros donde el Señor parece que habla con más cercanía y claridad.
La primera que asistí fue a la de santiago de Compostela, tenía 19 años y muy pocas ganas de ser monja. Yo quería casarme, tener muchos hijos y evangelizar en cualquier rincón del mundo.
Dos años después fui a la de Czestochowa. Por entonces ya habían pasado unos cuantos cambios en mi vida: había dejado de estudiar la carrera, había hecho una experiencia en el monasterio donde ahora me encuentro y mi concepto sobre las monjas había cambiado. Deseaba entrar pronto en el monasterio, pero no había llegado todavía el momento.
Decidí estudiar Educación Especial mientras se aclaraban mis interrogantes. El contacto con los niños deficientes me impactó, pero el camino de la Vida Contemplativa no se había cerrado y como las Hermanitas de Belén hacían retiros vocacionales, me fui con ellas a Sigena (Huesca) y más tarde a Grenoble (Francia), donde pasé un mes con las Hijas de San Bruno.
En esta situación me encontraba cuando fui a Denver. Quería ser monja, pero no sabía el lugar; tanto en Francia como en Palencia había disfrutado de muchos encuentros con el Señor y la liturgia llenaba mi vida. Y fue allí, en las colinas del Colorado, cuando le dije a la Virgen que me llevase al sitio que el Padre me había preparado desde la eternidad y así fue. Ese mismo año, durante la vigilia de la Inmaculada, me lo mostró; y aunque la tentación de dar marcha atrás estuvo siempre muy presente, me fié de Ella y poco a poco todos los obstáculos se fueron allanando hasta que por fin llegó el día esperado: el 26 de Diciembre de 1.993, fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, crucé el umbral del monasterio de Dominicas de Palencia, para gloria de Dios y salvación de los hombres.
Desde entonces cada Jornada Mundial de la Juventud la he vivido intensamente con el deseo de que muchos jóvenes encuentren el sentido correcto de su vida. Y cada vez que cantamos el salmo 121, que es muy alegre porque lo cantan los peregrinos cuando llegan a Jerusalén, me uno a cada joven que busca orientar su vida conforme a los planes de Dios.
¡Qué el Señor nos bendiga en esta nueva Jornada Mundial de la Juventud y recojamos abundantes frutos; cimentados en la roca, firmes en la fe!
David Hernández González
Licenciado en Biotecnología
Murcia
Roma, Toronto
En Roma se me quedó marcado el famoso «No tengáis miedo» que tanto repetía Juan Pablo II. Me alegró mucho ver cómo, a pesar de las diferencias entre las personas, el Espíritu que nos movía a estar allí es el mismo, lo que hace que todos formemos una misma Iglesia. Dos años más tarde asistí al encuentro en Toronto. Cuando volví a casa sentía que flotaba, estaba increíblemente contento, servicial, no me enfadaba por nada… Tenía 16 años y no llegaba a entender por qué me sentía así. Ya han pasado muchos años desde aquellas dos peregrinaciones, pero siempre recuerdo esa sensación de gran alegría y tranquilidad. Es una experiencia increíble que si no la vives, no se puede comprender.
Marina Abia
23 años
Madrid
Integradora social
Encuentro de jóvenes Madrid 2003, Colonia 2005
Todavía era muy niña cuando en el 2003 el Papa Juan Pablo II vino a España. Por aquel entonces me sentía muy triste porque mi familia acababa de mudarse y en mi nuevo instituto yo no era aceptada. Eso me había vuelto introvertida y muy sensible. Aquel «No tengáis miedo» me llenó de esperanza y de alegría por sentirme tan acompañada en la fe… En Colonia se me quedó grabado a fuego la frase de Benedicto XVI: «Nuestra vocación principal es seguir a Cristo». Esta fue la semilla que dejó en mí, y es el camino que sigo desde entonces; ahora resbalando, ahora levantándome, con la ayuda del Señor siempre… Hoy sé que, aunque a veces me siento sola, el Señor me acompaña.
María de Jesús op
41 años
Dominica Contemplativa
16 años en el Monasterio Nuestra Señora de la Piedad (Palencia)
Santiago de Compostela, Czestokowa
He tenido la gran bendición de participar por dos veces en la JMJ. La primera, en Santiago de Compostela, fue impresionante ver la cantidad de jóvenes con los que compartir mi fe, y sentirme amada en primera persona por Jesucristo. Tenía 19 años y mucha vida por delante, pero este paso del Señor marcó un antes y un después.
En mi “corazón” comenzaba a escuchar algo así como: “Te afanas por muchas cosas, pero una sola es necesaria…”. Tuve una época que incluso no quería ni leer la Palabra, porque cualquier párrafo me hablaba de lo mismo y yo no estaba dispuesta a dejar que Dios gobernase mi vida.
Dos años después, el Señor allanó todas las dificultades materiales y espirituales para ir a Czestokowa y allí habló a mi corazón con tal suavidad y ternura, que volví convencida de que Jesucristo me quería para Él…. Al cabo de un año, pasé una semana de experiencia en el Monasterio del que hoy formo parte, compartiendo con las hermanas su vida de oración, trabajo y comunidad. Esta última parte es la que más me atrajo: ¡vivir la fe en comunidad las 24 horas del día!
A partir de entonces comenzó el combate, la lucha y rebeldía contra lo que sabía era voluntad de Dios. Terminé la carrera de Informática, empecé a salir con un chico, encontré un buen trabajo y me independicé de mis padres. Todo ello con el afán de acallar y olvidar la misión a la que el Señor me llamaba. La batalla en mi corazón era durísima; el Señor me estaba haciendo ver hasta dónde podía yo llegar con mis solas fuerzas. La rendición llegó, por fin: un día, al llegar a la oficina me sentí totalmente fuera de lugar, sabiendo que mi “sitio» era totalmente otro.
En ese mismo momento di gracias a Dios por mi vocación, y entonces la paz y el gozo llegaron a mi corazón. Mi familia no entendía mi decisión de abandonar un brillante futuro y «encerrarme» en un convento a los 25 años, pero la alegría de cumplir la voluntad de Dios me fortalecía.
Después de este tiempo en el Monasterio puedo comprender el porqué de aquellos deseos de tener muchos hijos: el entregar mi vida para la Evangelización, precisamente en la Orden de Predicadores, hace que me sienta madre espiritual de tantos como sufren en el mundo y necesitan de mi intercesión para que la salvación de Jesucristo llegue también a sus vidas.
Mi oración durante estos últimos meses se dirige diariamente al Señor, uniéndome a todos los jóvenes que participarán en la próxima JMJ. Son días especiales en los que la gracia del Señor se derrama a raudales en aquellos que le abren su corazón. Y, si aún no te has decidido, te animo a participar. No te arrepentirás nunca. Será un momento inolvidable para toda tu vida. Y, para todos los que asistan, sabed que nuestra oración, la de las monjas contemplativas, os acompaña silenciosa, pero eficaz.
Pablo Martínez
27 años
Informático
París, Roma, Toronto, Colonia, Sydney
Mi primera JMJ fue la de París 97 con solo 14 años. Convivir con una gran cantidad de jóvenes de otros países (algunos de ellos muy pobres), caminando juntos al encuentro del Señor con el gran guía Juan Pablo II, tan cercano y cariñoso ante nuestros problemas, me hizo descubrir que no estaba solo. Es una gran sorpresa ver a los jóvenes contentos a pesar de los contratiempos de una peregrinación, sin necesidad de evadirse con el alcohol, las drogas ni el sexo.
En las JMJ he encontrado respuestas a preguntas como: Si Dios me quiere, ¿por qué me pasa esto?, ¿para qué vivo?, ¿cómo es posible que Dios sea bueno si me ha hecho tartamudo?. Las palabras del Santo Padre siempre me han animado y han dado consuelo a lo largo de los años. Juan Pablo II nos decía: “Abrid vuestras puertas a Cristo”. Y es verdad, si lo haces Él te lo da todo, no te quita nada.
Ana Olivera,
Opositora
25 años
Salamanca
Paris 1997, Roma 2000, Colonia 2005, Sidney 2008.
Con 12 asistí a mi primera JMJ en París y después a todas cuanto he podido, animada sobre todo por mi madre, quien, como también ha ido a alguna, sabe que no son simples viajes, sino que te pueden cambiar la vida. Recuerdo todas con mucha alegría; siempre me ha encantado el juntarnos jóvenes cristianos de todo el mundo. Hablas con pakistaníes, japoneses, uruguayos… y ves que el Espíritu es el mismo en todas partes. Me impresiona sobre todo los que van de lugares donde los cristianos son perseguidos. ¡Son una gran lección de fe!.
En Sidney, la noche de la Vigilia fue alucinante. Después de confesarme fui a la capilla donde estaba el Santísimo expuesto. Había gente de todo el mundo rezando de rodillas e hice lo mismo. Estuve rezando un montón de horas, aunque se me pasaron volando. Nunca había tenido tanta intimidad con el Señor y ahí descubrí lo importante que es tenerla.
Sor Saray de María O.P.
23 años
Novicia Dominica Contemplativa
8 meses en Monasterio Nuestra Señora de la Piedad
Colonia, Sydney
He asistido a las JMJ de Colonia y Sydney, aunque también he estado en otros encuentros con el Santo Padre. En la primera sentí la llamada del Señor a la vida religiosa, pero en mi libertad yo le decía que no, porque lo de ser monja no entraba en los proyectos de vida que tenía.
En un encuentro que hubo con el Papa en Loreto en el 2007 volví a sentir esa llamada. Estaba dispuesta a decirle que sí pero le pedí a Dios que antes me concediese ir a Tierra Santa. El Señor es tan grande y generoso que ese viaje me lo regaló por completo pues económicamente no tenía modo alguno de ir a Israel. Se me concedió el ciento por uno al poder estar como peregrina en la tierra en la que Jesús vivió.
Estos encuentros con el Santo Padre Benedicto XVI me han ayudado a salir de mí misma y dejar de “mirarme al ombligo”; a buscar al Señor, a abandonarme en Él y estar dispuesta para lo que quiera de mí; me han ayudado a confirmar la vocación que Él mismo me ha regalado.
Es cierto que estimula mucho ver a tantos jóvenes que piensan y viven igual que tú y que hacen lo imposible por ir a estas Jornadas que convoca el Santo Padre. El último encuentro de jóvenes con el Santo Padre en el que he estado fue el del 2010 en Fátima; allí ya tenía claro que el Señor me llamaba a la vida contemplativa. Desde hace dos meses soy novicia dominica y estoy muy contenta y agradecida a Dios por este regalo de vivir en su casa que me hace todos los días, alabándole siempre.
Inmaculada García
Ama de casa
57 años
París, Roma
La primera vez que participé en las JMJ me quedé alucinada. El cielo bajaba a la tierra para hacernos sentir el gozo y la comunión de los santos. El cuerpo de Cristo, la Iglesia joven, me sedujo y me enamoró de la cabeza, Cristo, en la persona del Papa.
Gonzalo Ramírez
26 años
Aranda de Duero (Burgos)
Opositor para profesor
París, Roma, Toronto y Colonia
No sé cómo resumir en pocas líneas mi experiencia sobre las JMJ porque cada una se ha celebrado en una etapa diferente de mi vida, aunque todas engloban la misma esencia: la ilusion por conocer lugares nuevos, momentos que compartir, inquietudes personales que buscan ser sosegadas por el mensaje del Papa etc. Lo que sí puedo decir es que desde la primera, a la que acudí con 13 años, la de París, hasta la última que fui, la de Colonia, ninguna me ha dejado indiferente. De todas me he llevado un mensaje claro: un joven sin Dios no vive plenamente. El que sigue a Cristo es realmente feliz, aunque a primera vista parezca que renuncia a algo. Siempre me han animado tanto las palabras de Juan Pablo II como las de Benedicto XVI que allí se han pronunciado: “Seguid a Cristo y no tengáis miedo”.
Miguel Aranguren
40 años
Escritor
Santiago de Compostela, París
“Recuerdo con emoción la noche que siguió a la vigilia del Monte del Gozo. Nos despertamos helados, pero salió el sol y el Papa, al subir al altar, antes de celebrar la Santa Misa, nos saludó haciendo una analogía entre el astro y Jesucristo: Jesús es la luz y el calor. Aquella noche anterior a la Misa ( yo tenía 19 años) me plantee qué significaban aquellas palabras de Cristo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» que había analizado durante su discurso de la vigilia. Dudé si yo, un cristiano corriente, podía aspirar a ofrecerle mi pobre vida para vivir una aventura apasionante de entrega y lucha por llevar Su mensaje a los demás. Y descubrí que sí, que era posible, que Dios me había amado desde la eternidad para convertirme en apóstol en el ejercicio de mi profesión literaria y en la familia que formé años después”
Sor Sara Bermejo San Juan, O.P.
26 años
3 años en el Monasterio Nuestra Señora de la Piedad (Palencia)
Colonia 2005
La JMJ de Colonia, junto con otros encuentros con el Papa, han sido ocasiones clave de encuentro con Jesucristo; como “citas estratégicas” que me fue preparando el Señor para que comenzara a descubrir su llamada. El ambiente joven, de fiesta, de libertad y alegría de esos días de peregrinación me ayudó a abrir mi corazón a Cristo.
A los 18 años descubrí la misericordia de Dios en el perdón de mis pecados; que Jesucristo me amaba y me acogía tal y como era. De esta experiencia comenzó a surgir en mí la necesidad de que los demás también conocieran esto. Empecé a estudiar una Ingeniería Técnica, disfrutaba de viajes, convivencias, deportes, fiestas de fin de semana, flauta travesera, inglés… pero nada de esto daba respuesta a aquella llamada a “evangelizar”. Con la cabeza llena de dudas e interrogantes llegué a la JMJ de Colonia. Había visto la estrella, y el Señor me invitaba a seguirla, pero ¿a dónde? Algunas personas cercanas comenzaron a decirme: ¿y por qué monja no? Para que dejaran de hacerme esta pregunta, que tan nerviosa me ponía, pensé hacer una experiencia en el monasterio de las dominicas de Palencia y demostrarles que no era lo mío. Cuando me contaron que eran monjas de la Orden de Predicadores, ¡qué sorpresa! Como veis, la jugada no me salió como esperaba…
Al año siguiente terminé la carrera y empecé a trabajar en Burgos. Continuaba de vez en cuando acercándome al monasterio…Pensaba en alquileres, proyectos, un coche… pero mi corazón me pedía otra cosa… ¡algo más grande! Cada vez oía con más fuerza: “¡confía en mí!”… pero me sentía atada por los miedos. En el 2007, en el encuentro de Benedicto XVI con los jóvenes en Loreto (Italia), cansada de echar tantos balones fuera, me rendí, y en la Casita de Nazaret le dije al Señor: “Mira, aquí estoy, haz en mí lo que tú quieras”. A partir de entonces, comencé a experimentar una paz, una alegría, una libertad que nunca antes había tenido.
En abril de este mismo año año entré en el monasterio y ¡cuántas gracias doy a Dios por ello! Con mis hermanas ya sí que puedo estar en todas las misiones a la vez, y con nuestra vida predicar a Jesucristo por el mundo entero. ¿Hay algo más grande y precioso?
Almudena Ortuño Madero
17 años
Madrid
Estudiante 1º Bachillerato
Esta va a ser mi primera JMJ y estoy deseosa de participar en ella. Ser cristiano hoy no es nada fácil socialmente, pero a mí me da la vida; implica ser testigo para el mundo del amor de Cristo, hablar de Cristo al que no lo conoce y hacer llegar su mensaje a todo el mundo. Seguramente sería más fácil si la sociedad no acuchillara a cada persona que es feliz viviendo del amor de Dios, pero el mismo Cristo ya nos lo advirtió: “Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre” (Mt. 10, 22). No se equivocaba.
Tengo 17 años, y cada vez que voy andando por la calle con la cruz de Cristo colgada del cuello, cada vez que rezo delante de la gente o me santiguo antes de un examen, cada vez que me atrevo a confesar que Dios es la causa de mi felicidad, cada vez que canto a voz en grito que Cristo vive, cada vez que voy a misa los domingos, cada vez que demuestro, de la forma que sea, que amo con toda mi alma y todo mi ser a Cristo, me enfrento, como el resto de cristianos, a miradas de desprecio, adjetivos no precisamente agradables, insultos y, sobre todo, incomprensión.
A veces esto es lo que más duele, sentir que los amigos no nos comprenden y se burlan de nosotros porque los domingos en vez de salir de botellón vamos a misa. Pero a pesar de la incomprensión de estas personas ajenas a la vida cristiana, tengo amigos que viven la fe de la misma forma que yo; amigos que también están muy ilusionados con la JMJ; que viven por y para Cristo; que me comprenden y ayudan a vivir mi fe sin miedo.
Somos Iglesia y como tal nos sentimos. Sabemos que nos enfrentamos a grandes críticas, enormes; pero no importa, Dios lo puede todo y al final vencerá el Amor.
Samuel
28 años
Palma de Mallorca
Informático
JMJ: París 1997, Roma 2000
Toronto: 2002, Colonia 2005
La primera JMJ a la que asistí fue la de París, donde me alegró enormemente ver la cantidad de jóvenes de todos el mundo que compartían mis creencias. Tres años después, en Roma 2000, ya era más adulto y pude vivir el encuentro de una forma profunda. En esa JMJ mi vida cambió; fue la primera vez que seriamente pude decir, «Dios existe porque me ama». Me di cuenta que en los sufrimientos que yo tenía estaba Cristo, mi Salvación, y que yo podía ser feliz.
Las siguientes peregrinaciones de Toronto, Colonia y Sidney me han ayudado a vivir de cara a Cristo, haciéndome ver que Dios me ha creado para hacer su voluntad, evangelizar. Si tal y como dice la Escritura: «donde se reúnan dos o más en mi nombre, allí estaré Yo», imaginaos cómo se siente su Espíritu donde hay dos millones de personas reunidas en su nombre.
Pbro. Carlos Bolívar Quesada
Costa Rica
Párroco de Nuestra Señora del Tránsito en Madrid
33 años
Denver, Roma, Colonia
Estoy muy agradecido a estas Jornadas pues, si hoy soy sacerdote, en parte se debe a mi asistencia a la JMJ de Denver en 1993. Por aquel entonces tenía 15 años y para mí fue un milagro estar allí. Soy de Costa Rica y pertenezco a una familia cristiana de ocho hijos, con lo que los recursos económicos eran escasos. A última hora, totalmente desconsolado por no poder asistir, Dios tocó el corazón de muchos benefactores y conseguí lo necesario para la peregrinación.
Para mi fue una experiencia inolvidable; lo primero que me impresionó fue ver a tantos jóvenes de todo el mundo rezando, cantando y manifestando su fe; este hecho precisamente me ayudó a fortalecer la mía, ya que pude comprobar que no era un bicho raro en el mundo por ser cristiano y haber nacido en una familia “extraña”, abierta a la vida y con tantos hermanos. ¡No!, no era un joven distinto, sino parte de una gran familia que es la Iglesia; esto mismo también fue abono para la llamada vocacional que luego me confirmó el Señor.
También me conmovió sobremanera Juan Pablo II. Su fuerza, su personalidad y entrega me ratificaron que en la Iglesia está la Verdad. Pocas horas después, en el encuentro con los jóvenes del Camino Neocatecumenal, la predicación que allí escuché me resultó tan impactante que, sin habérmelo planteado nunca antes, pensé que Dios podía estar llamándome a ser sacerdote.
Seis meses después inicié el proceso de discernimiento al presbiterado en el preseminario y tras un tiempo de confirmación de la llamada, entré en el seminario Redemptoris Mater de Madrid.
Al año siguiente se celebraba la JMJ de Roma en el 2000. En esta ocasión Dios también me regaló el viaje. Como seminarista que era, no disponía de dinero para pagármelo, pero entre los jóvenes de la parroquia se sorteaba un viaje y fui el afortunado.
A la JMJ de Colonia, también fui sin esperarlo. Un año antes me encontraba en misión, como preparación a mi futura ordenación sacerdotal, en la “Domus Galilaeae” en Israel , la casa del Camino Neocatecumenal de acogida de peregrinos. Allí conocí a un grupo de hermanos que venían de Murcia a terminar el Itinerario Neocatecumenal y, sin esperarlo, me invitaron a asistir con su parroquia a Colonia. Fue una experiencia de comunión y encuentro con el nuevo Papa Benedicto XVI, no menos fuerte y fructuosa que con el Papa anterior, pues las JMJ son obra de Dios y Él está fuertemente presente en su vicario en la tierra. Con todas estas peripecias he visto cómo Dios actuó conmigo igual que con el pueblo de Israel al pasar el mar Rojo, es decir, con mano fuerte y brazo extendido.
Mi vocación de sacerdote se debe indudablemente a las JMJ que Dios ha querido que viva; con lo cual estoy seguro que Dios tiene previstas muchas gracias para todos los jóvenes que van a participar en ella. ¡Ánimo!, si nos espera mucho trabajo, mayores son los frutos por recoger de esta JMJ Madrid 2011. ¡Que Dios os bendiga y manos a la obra!
María Goday
Madrid
Profesora de Educación Infantil
32 años
París, Loreto, Israel
En todos los encuentros me ha llamado la atención ver a la Iglesia ponerse en marcha por los jóvenes, como una madre pendiente de sus hijos, y en concreto ver a Juan Pablo II a nuestro servicio. En Israel, el Papa estaba ya mayor pero su entusiasmo y alegría contagiaba a todos. Además, si a veces me he sentido diferente entre muchos que no se sienten parte de la Iglesia, descubrir que no estaba sola, que había miles y miles de jóvenes viviendo la misma fe que yo, me confirmaba que estaba en la Verdad. También me ha ayudado ver cómo, desde el momento que sales de tu casa y te pones en camino, la peregrinación, con todo lo que lleva consigo de horas de autobús, frío, calor, convivencia, oración etc. reproduce lo que sucede en la vida: que Dios prové, que es posible la alegría en medio de las incomodidades, que todo es para bien de uno, que la oración sostiene…
Esperanza Peña
52 años
Ama de casa
Roma 1984, Roma 2000, Colonia 2005
Asistí al Jubileo Internacional de la Juventud en Roma en 1984, el primer encuentro de Juan Pablo II con los jóvenes de todo el mundo. Fue tal su éxito y el del año siguiente, que el Papa decidió instituir la Jornada Mundial de la Juventud. Recuerdo que, estando miles de jóvenes en la vigilia del Domingo de Ramos en la plaza de San Pedro del Vaticano, de repente se puso a llover a cántaros. Ver cómo nadie se movió del sitio a pesar de la lluvia y que el Papa también siguió adelante, me conmovió. Allí estaban presentes muchos de los fundadores de los movimientos más destacados de la Iglesia como el Hermano Roger, Chiara Lubich, la Madre Teresa de Calcuta etc. Era la primera vez que se hacía un encuentro tan multitudinario y las familias romanas fueron muy hospitalarias, acogiéndonos en sus casas. Las siguientes JMJ en las que he estado también han sido muy especiales.
1 comentario
Tendria que escribir un libro, pues he tenido la dicha de estar en las jornadas de Loreto, Paris y Roma en el Jubileo del 2000, y puedo decirles, que el corazón a un me late de alegria, al ver mis fotos, o cuando los jovenes marchan a un encuentro, y eso precisamente decia el Santo Papa Juan Pablo II, NO TENGAIS MIEDO, ANUNCIAR EL EVANGELIO, NO TIENEN IDEA Y TAMPOCO TENGO PALABRAS, COMO EXPRESAR LO PROFUNDO DE ESTO, A LA LUZ DEL EVANGELIO, ESTO ES EL VERDADERO PARAISO, ANIMO JOVENES DE AHORA Y DE SIEMPRE, MANTENER SIEMPRE LA LLAMA DEL AMOR DE CRISTO, PORQUE HAY QUE SER COMO NIÑOS PARA VER SU ETERNO AMOR.