Laura Gómez, habitual colaboradora de Buenanueva, ha renunciado a su trabajo y vendido sus pertenencias para marcharse a vivir a Santa Cruz de La Sierra (Bolivia), con el fin de sumarse al Proyecto Hombres Nuevos que desde hace 20 años lidera el P. Nicolás Castellanos; obispo de Palencia desde 1976 hasta 1991, año en el que presentó su renuncia al Papa para dedicarse a los más pobres. En 1998 esta asociación fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias a la «La Concordia».
Señor, hoy hace un mes que estoy en estas tierras y quiero reflexionar y profundizar lo vivido hasta ahora contigo, en tu presencia, acompañándote en la jornada.
Lo primero es decirte que me sabe raro sentirte pequeño en esta capilla desolada, casi siempre vacía, ignorada tu presencia. Estabas tan sucio Señor, tan abandonado, tan triste que no pude por menos agarrarte entre mis brazos y limpiarte con cuidado, tiernamente acogerte entre mis brazos y asearte.
Por unos momentos ante tu polvo acumulado y el abandono reflejado en tu rostro, vi uno tras otro a tantos hermanos sufrientes, doloridos, pobres que conviven aquí a mi lado. Vi al niño trabajador explotado, sin infancia ni niñez, hastiado ya de la vida. Vi a la adolescente embarazada, tan sólo una niña, Señor… Vi la mirada de jóvenes sin rumbo, pisoteados, maltratados, cuya única salida es la evasión, drogados, alcoholizados, humillados. Vi a la mujer esclavizada sin brillo en la mirada, buscando desesperada qué dar de comer a sus hijos. Vi al viejito solo, abandonado, mutilado. Vi aguas estancadas, malolientes, focos de enfermedad. Vi hambre, desesperación, silencios, miradas perdidas, manos alzadas por un trozo de pan. Vi la pena, la injusticia, la miseria.
Por tu rostro, Señor, vi pasando poco a poco y lentamente la pobreza de esta tierra, la esclavitud, la humillación, la pena, la indiferencia, el hastío y hasta el asco.
Yo, la españolita que viene de un mundo aburguesado, acomodado…; Señor, a veces no puedo ni mirarlos y bajo la vista y me siento avergonzada; pero no por ellos Señor, sino de la vida que llevaba tan acomodada, del dinero despilfarrado, de la comida botada, de la infelicidad por tenerlo todo, de las muchas posibilidades desaprovechadas, de quejarme por nada. De tanta gente que me quiere, que me cuida, que me espera, de ser tan afortunada.
Te vuelvo a agarrar entre mis manos Señor y muy, muy lentamente vuelvo a limpiarte, pero en realidad en cada pasada que doy quiero limpiarme, limpiarme de mis prejuicios, de mis ascos, de mi egoísmo, de mi falta de entrega.
Ya estás Señor, ya he terminado y qué limpio te has quedado; así me gusta verte y así me gustaría verme, limpia, transparente, diferente, entregada a mis hermanos.
Señor, te pido que de aquí en adelante y cada día de mi jornada, me des la fortaleza de mirarme en mis hermanos, en los más pobres, en los más indeseados, ser buena noticia para ellos, estrenar vida: “nada para los pobres, todo con los pobres”.