«En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”». (Lc 10,38-42)
Es bellísima la explicación de Lucas: María, sentada a los pies de Jesús. Es la adoración perfecta; y es la postura ideal. Sabemos que el hecho de estar sentado, nos recuerda a muchas catequesis en las que el personaje está sentado. Mateo, el publicano, estaba sentado a la mesa de los impuestos. Era un “impuesto viviente”, solo vivía para tener más dinero, como salario de la recaudación. Estaba sentado.
El ciego de Jericó, estaba sentado al borde del camino (Lc 18,35); había transcurrido su vida pidiendo limosna, sentado, esperando la misericordia de los viandantes. No movía un dedo para mejorar… solo estaba sentado. Y, a las palabras de Jesús, se puso en pie, dando un salto, al oír que los discípulos le decían: “El Maestro te llama”.
María estaba sentada a los pies de Jesús, escuchando el Evangelio-Palabra del Señor. No necesitaba otro alimento. Cuando en el encuentro de Jesús con la samaritana los discípulos que habían ido a comprar comida le dicen: “…Maestro, ¡come!…”. Jesús les contesta: “…Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis; mi alimento es escuchar la Palabra del Padre…” (Jn 4,31). Es el mismo alimento de María; ella se ha olvidado de todo, hasta de la proverbial hospitalidad del pueblo judío. La Palabra de Jesús es para ella alimento y Vida. Nadie se lo ha revelado; la presencia de Jesús-Dios ha trascendido su alma de tal forma que su cuerpo se “transfigura”, no como cuerpo glorioso, sino como cuerpo alimentado con la Palabra.
Si a veces nos emociona una catequesis del Papa, de cualquier sacerdote o de cualquier hermano, ¡cómo serían las catequesis de Jesús!
Y hay un detalle asombroso: está “a los pies de Jesús”. De otras catequesis sabemos que los pies hacen referencia al Evangelio. Dice Isaías: “… ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del Mensajero que anuncia la Buena Noticia…” (Is 52,7). La Buena Noticia, el Evangelio de Jesús.
Pues María se postra ante el Evangelio, como Palabra de Dios que es. Y escucha. El pueblo de Israel es el pueblo de la escucha. Nos lo recuerda el canto del Shemá: “…Escucha, Israel, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas…” (Dt, 6,4)
Es cierto que algunos dirán: si no es porque Marta se preocupa, Jesús se queda sin comer. Es una apreciación pagana, de mal gusto, y de alguna forma, jocosa. Y con las cosas de Dios no caben esos supuestos, que vienen del Maligno. Indudablemente, Jesús no desprecia el trabajo de Marta ni de nadie. Jesús está diciendo que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Es la respuesta que Jesús da al diablo en el capítulo de las tentaciones en el desierto. Por eso nos dirá el Señor: “…buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura…”. (Mt 6, 33). Y aquí, “justicia” nos acerca a “ajustarnos” a Dios.
Por ello, seamos como María, sentémonos a los pies de Jesús, no para hacer muchas cosas, sino para dejarnos hacer por Él. Que la escucha de su Palabra sea nuestro alimento.
Alabado sea Jesucristo.
Tomás Cremades