Los fariseos y escribas dijeron a Jesús: “los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y beber”. Jesús les dijo: “¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo; entonces ayunarán en aquellos días”. Les dijo también una parábola: “Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque si lo hace, el vino nuevo reventará los odres, y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor” (Lc 5,33-39).
COMENTARIO
Nuevamente los escribas y fariseos persiguen los movimientos de Jesús y sus discípulos para tratar de encontrar en ellos algo con que poderlos acusar. Observan que el “nuevo profeta”, Jesús, no sigue los preceptos de la Ley de Moisés, y no entienden sus palabras. Sin embargo les dirá: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles cumplimiento y plenitud”.
“Él se declara el “Esposo del alma” en las Bodas del Cordero. Y profetiza sobre el camino que el Padre le ha indicado a seguir, el camino de la inmolación en la Cruz. Son “esos días” que llegarán indefectiblemente en que será derramado en libación para la salvación del mundo.
“Entonces ayunarán”, nos dice; entonces no habrá fiesta, sus fieles discípulos habrán perdido a su Maestro. Y dice: “…en aquellos días…”. Es decir, que en los días en que Jesucristo fue martirizado cruelmente hasta morir por todos nosotros, en esos días todos debían ayunar pues no existía la fiesta con Jesús. Ayunaban de su presencia, como de su “estar con Él”.
Jesucristo se declara como “el Pan Vivo bajado del Cielo”, de forma que el que lo come tendrá Vida en Él. Entonces, estando y viviendo con Jesús, no ayunamos, pues Él es nuestro Alimento.
Seguramente que los fariseos no entenderían esa palabras de Jesús. Tenían los ojos y los oídos cerrados. “Torpes y necios para entender las Escrituras”,- les diría Jesús a los de Emaús.
El ayuno corporal era y es necesario como penitencia y sujeción del hombre a las pasiones, reforzando nuestra voluntad. Pero no es ese ayuno el que manifiesta Jesucristo. Y a continuación les catequiza como el Gran Pedagogo con temas sencillos de ese tiempo. Él es el manto nuevo, es el vino nuevo…profetizado en tantos y tantos Salmos: “…cantad al Señor un cántico nuevo…”
El pueblo ignorante busca el vino añejo, pensando que es mejor. Prefiero lo malo conocido que lo bueno por conocer, diríamos también nosotros. Sólo pensamos en nuestras seguridades, en lo que tocamos con nuestras manos…en lo que ven nuestros ojos… ¡No! ¡Abramos las puertas a Cristo”!, nos recordó san Juan Pablo ll.
Y nuevamente la Palabra de Dios, profetizada en los Salmos nos dice: Portones, ¡Alzad los dinteles! ¡Que se alcen las antiguas compuertas! (Sal 24)
Nuestras puertas aún son demasiado pequeñas para que entre el Rey de la Gloria, Cristo. Hay que elevar el dintel, hay que mirar al Crucificado. Y hay que dejarse amar por Él. Son puertas antiguas, acuñadas durante años con el pecado, la injusticia, la idolatría, que es el seguimiento a los ídolos: el dinero, el placer, el poder…
Es hora de abrir esas puertas y ensanchar el corazón para que Él entre y seamos capaces de amarle con toda el alma y toda la mente y todas las fuerzas como nos dice el Shemá.