Los discípulos de Juan se acercaron a Jesús, preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?”. Jesús les dijo:” ¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Llegará un día en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las cosas se conservan (San Mateo 9, 14-17).
COMENTARIO
Juan Bautista, precursor y primo carnal de Jesús, predica el Reino de Dios en el desierto. Y entre otras cosas, practica, junto a sus discípulos, el ayuno. Y al ver que Jesús “les hace la competencia”,- valga la expresión-, en la predicación, y por tanto en la práctica de la virtud, no comprenden la causa de faltar a esta costumbre.
Y se acercan directamente a Jesús, no a los discípulos de Él, a preguntar el por qué del abandono de esta tan saludable práctica.
La respuesta de Jesús se me antoja muy enigmática para el entendimiento de los discípulos de Juan, e incluso, para nosotros. Jesús se les presenta como “el novio”. El novio de una fiesta de bodas, el protagonista, el personaje principal. Es el esposo en “las bodas del cordero”, donde la novia es la Iglesia que va a ser creada por Él.
Tengamos en cuenta que en aquellos tiempos, -estamos hablando de los primeros momentos de la predicación de Jesús-, donde aún vivía Juan, donde era reciente el Bautismo de Jesús, les resultaría, cuando menos, extraño esa forma de dialogar.
Jesús, en las noches de diálogo-oración con su Padre, ha establecido un Plan de Salvación: Será el Creador de la Iglesia, Redentor de todos los hombres, el Cordero Manso que ha de ser sacrificado por la salvación del mundo…y todo esto se lo ha de explicar primero a sus discípulos y luego a todos los hombres. Y es mucho para empezar.
Jesucristo, el Hijo del Padre, la Palabra del Padre, el Gran Pedagogo, debe ir anunciando con ejemplos sencillos adaptados a la mentalidad de aquellos tiempos, su Historia de Salvación, su Amor al hombre.
Y así se presenta como el novio, en el día de la fiesta, que es su estancia de tres años entre nosotros. Y en ese tiempo, no puede faltar la alegría de la esa “fiesta”.
Es más, les va anunciando que un día “les arrebatarán al esposo”. No dice que se irá de entre los hombres: les indica que le llevarán con violencia de su lado. Ya, tan pronto, les anuncia su Pasión y Muerte. Es entonces cuando “ayunarán”. Es entonces cuando el ayuno y las lágrimas serán su pan cada día.
Nos lo recordará el Salmo (42-43, 4) cuando dice: “…Son mis lágrimas mi pan de día y de noche, cuando me dicen todo el día: ¿dónde está tu Dios?…” En esos días de la Pasión es cuando ya podrán ayunar, es cuando llorarán su ausencia….
No sabemos la respuesta de los discípulos de Juan. Él les pone un ejemplo, quizá aún poco esclarecedor: Él es el vino de la fiesta; el vino que representa la alegría de su Presencia. El vino que no podía faltar en las bodas de Caná, porque si se acababa, se terminaba la fiesta. Jesucristo es el vino nuevo, es el Cántico Nuevo que recuerdan tantos Salmos proféticos. Por eso se dirá en el libro del Apocalipsis: “…ved que todo lo hago nuevo…” (Ap 21,5)
Y añade: “…y así las cosas se conservan…”. De esta forma tan sencilla, nos indica que su Iglesia prevalecerá para siempre; que todo se conservará.
Así se lo dirá a Pedro: “…tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella…” (Mt 13, 20)
Alabado sea Jesucristo