Resulta curioso que Jesucristo, quien nació en Asia, sea todavía un desconocido en ciertos pueblos de este continente, pero también lo es ver cómo aquellos que acogen su Palabra le permanecen fieles “en medio de muchos padecimientos”.Y es que, aunque vivir como cristiano en Vietnam exige gran fe y valor, el número de conversiones y vocaciones aumenta cada año, hasta el punto de ser el segundo país con mayor población católica de Asia, sólo precedido por Filipinas. Jerónimo y José (Huynh y Doan) son dos jóvenes vietnamitas a los que Dios ha llamado para trabajar en su Viña, y que actualmente estudian en el seminario de Pamplona. Saben bien que esta misión de amor y servicio a Dios y a los hombres no va a ser fácil, como tampoco lo fue para sus predecesores, pero confían en que el Espíritu siga soplando en esta pequeña Iglesia, viva y comprometida, que ya está siendo misionera para el resto de Asia. Pues, como dijo Juan Pablo II, «como en el primer milenio la cruz fue plantada en Europa y en el segundo milenio en América y África, así en el tercer milenio se pueda recoger una gran cosecha de fe en este continente tan vasto y con tanta vitalidad»
-¿Cuáles son vuestros nombres?
–Jerónimo: Nuestros nombres oficiales son Huynh y Doan. Jerónimo y José son los que nos pusieron cuando nos bautizaron, que deben ser nombres de santos católicos.
-Con un régimen comunista desde hace tantas décadas, ¿hay libertad religiosa?
-Jerónimo: Todo está muy controlado. En la escuela enseñan a los niños que Dios no existe y que después de esta vida no hay nada, por eso la fe si no la transmiten los padres es muy difícil que los jóvenes conozcan a Dios. Más del 80 por ciento de la población es atea o agnóstica, y el resto son budistas, católicos, protestantes e islamistas. Pero el gobierno hace muy poco para favorecer la religión, aunque hace años era peor.
-José: Cuando empezó el régimen comunista en todo el país le fueron confiscados a la Iglesia todos los colegios, hospitales, bibliotecas e incluso las tierras, y con el tiempo, aunque ha ido dejando un poco de libertad, sólo permite que haya monasterios y seminarios, pero con control.
-¿Cuántos católicos hay en Vietnam?
-Jerónimo: Aproximadamente el siete por ciento de la población, lo que supone unos seis millones de personas, ya que en Vietnam hay 85 millones de habitantes.
-José: En el campo es fácil encontrarte con católicos y cada vez más, pero la ciudad tiene muchos atractivos que hacen que la gente, aunque venga de familias católicas, descuide la fe y al final la olvide.
–¿Qué encontrabais en la Iglesia? ¿Por qué acudíais a ella?
-Jerónimo: Me sentía bien allí. Al principio acudía por la fe de mis padres, pero poco a poco iba descubriendo personalmente la esperanza y el amor de Dios.
-José: Yo sentía mucha paz.
-¿Hay muchas vocaciones?
-Jerónimo: Sí, incluso hay más vocaciones que plazas en los seminarios. Por ejemplo en el seminario de nuestra diócesis hay cincuenta chicos que están esperando entrar y el Gobierno sólo permite seis al año. En él están 31 seminaristas y casi todos son muy mayores, de unos 60 ó 70 años, pues al estar en el seminario cuando acabó la guerra y el régimen comunista se hizo con todo el poderlos encarceló. Allí han pasado muchos años y luego, tras soltarlos, volvieron al seminario.
-¡Qué fe tan inquebrantable!
-José: Desde luego. En Vietnam tenemos 117 santos mártires.
el don de la fe, un don para Asia
-¿Cómo conocisteis el amor de Dios?
-Jerónimo: Viene de familia, desde muchas generaciones antes que yo, todos han sido católicos, pero no sabemos cómo empezaron. Yo vivía con mis padres y mis tres hermanas cerca de una iglesia y casi todos los días iba allí con mis amigos. Nos gustaba ir ya que había algo que nos hacía sentirnos bien.
-José: En mi caso pasa igual.
-¿Cuándo sentisteis la llamada al sacerdocio?
-Jerónimo: Cuando tenía once años veía al sacerdote en el altar y sentía el deseo de ser como él. Cuando se lo dije a mis padres, se pusieron muy contentos, ya que en nuestro país cuando un hijo de una familia católica quiere ser religioso, todos se alegran porque están muy bien considerados. Hablaron con el párroco para que me fuera a vivir con él y le ayudara como monaguillo. En Vietnam es habitual que si un joven descubre su vocación se vaya a vivir con el párroco para ponerse a su servicio e ir discerniendo sobre la llamada.
-José: Yo tengo un tío sacerdote al que ordenaron en la clandestinidad, porque el Gobierno de Vietnam, hace treinta años no permitía a la Iglesia católica ordenar nuevos sacerdotes. Pero como los obispos veían la necesidad de ellos, los ordenaban sin que el Gobierno lo supiera.
Mi tío fue uno de ellos. Estuve dos años ayudándole en su ministerio; celebraban a escondidas. En este tiempo recibí la llamada, aunque de momento no les dije nada a mis padres.
-¿Qué pasó después?
-Jerónimo: Después de estar ocho años en la parroquia, acabé los estudios de Secundaria y me marché a la universidad, pues así lo querían mis padres. Estudié Ciencias Económicas en una universidad que estaba a 2.000 Kms. de mi casa, al sur del país. Cuando acabé la carrera volví a mi pueblo y viví de nuevo con el párroco seis meses más. Pero como en ese tiempo el Gobierno ya consentía la ordenación de nuevos sacerdotes, aunque sólo permitía la entrada de seis seminaristas cada año por cada una de las 26 diócesis que hay en el país, y había bastantes vocaciones, los aspirantes debíamos presentarnos a un examen. Lo aprobé pero mi obispo no me eligió.
-José: Soy el mayor de siete hermanos de una familia pobre en la que mis padres son campesinos y no podían pagar estudios a sus hijos, por eso yo tenía que trabajar para ayudar en casa. En una ocasión un obispo me dijo que, si quería ser sacerdote, era conveniente que me formara muy bien y estudiara una carrera universitaria antes de ir al seminario. Entonces, al tiempo que trabajaba, estudié en la universidad Psicología y al acabar, como daba clases en la Universidad, completé también los estudios de Biología y Económicas. Puesto que en Vietnam no hay muchos profesores, este trabajo está muy bien pagado, lo que me permitía mandar dinero a mis padres.
Yo también me presenté al examen para acceder al seminario pero no pude entrar.
-¿Cómo aceptasteis la noticia de no poder entrar en el seminario de la diócesis?
-Jerónimo: Me quedé desconcertado, pero mi párroco me animó a seguir intentándolo. Lo acepté porque confié en que, si era bueno para mí, ya entraría al seminario cuando Dios quisiera, pues lo importante para mí era hacer su voluntad y servir a los demás. Dos meses más tarde me comunicaron que vendría a un seminario de España; me puse muy contento, aunque reconozco que no sabía dónde estaba ni qué lengua se hablaba aquí.
-José: Me costó aceptarlo en un principio porque era algo que deseaba desde hace muchos años; pero Dios me hizo ver que era bueno esperar un tiempo hasta que mis hermanos fueran independientes, pues si yo me marchaba al seminario nadie les iba a poder ayudar.
En el año 2004 sentí que era ya el momento para poder presentarme de nuevo, ya que mis hermanos habían acabado los estudios y estaban trabajando. Aprobé y estuve viviendo en el seminario. Al año siguiente me mandaron al Obispado para ayudar en lo que fuera necesario. Al poco, el obispo pensó en mandarme a Taiwán y estuve seis meses aprendiendo chino; después cambió de idea y me mandó a Filipinas durante tres meses, pero por falta de dinero volví a Taiwán y como había dos becas para el seminario de París, comencé a estudiar francés. Finalmente decidieron mandarme a España.
“id, pues, y haced discípulos a todas las gentes”
-¿Cuándo llegasteis a España?
-Jerónimo: Llegamos el 11 de marzo de 2009 a Pamplona. Todavía no vivimos en el seminario porque no está terminado el edificio; así que nos acogen familias del Camino Neocatecumenal, De momento sólo asistimos a clase para aprender español, pero cuando ya sepamos lo suficiente, comenzaremos los estudios de Teología.
-¿Cómo mantenéis viva la llamada?
-Jerónimo: Para mantener el don de la fe lo que debe hacer todo bautizado, y por supuesto todo seminarista, es ser constante en la oración.
-¿Os gustaría ejercer el ministerio en Vietnam?
-Jerónimo: En nuestro país hacen falta muchos sacerdotes, aunque estamos viendo que aquí en España también se necesitan personas que lleven a Dios a los demás. El régimen comunista en 1986 hizo reformas económicas de libre mercado y desde entonces parece que lo único que importa es el dinero.
-José: Nuestra cultura es muy cerrada y no se abre a las nuevas costumbres, aunque ahora los jóvenes están aprendiendo rápidamente lo peor de otras culturas. En las ciudades no interesa que hablen de Dios. Piensan que todas las religiones –budista o católica- son iguales; propias de gente débil o supersticiosa que necesita un dios para vivir. La gran mayoría de los jóvenes lo único que quiere es tener dinero para vivir sin problemas. No quieren pensar en nada más.
-¿Y qué pasa cuando les viene el sufrimiento? ¿En qué se apoyan?
-José: En el alcohol, las drogas, el sexo etc., pero no encuentran ningún consuelo y aún se hunden más.
-Tú que has disfrutado de una buena posición económica y social, ¿por qué lo has dejado todo por Dios?
-José: Cuando yo tenía una profesión y una fama, cuando ganaba mucho dinero, etc., pensaba: ¿por qué después de haber conseguido lo que muchos quieren en la vida (casa, trabajo, dinero, chicas que quieren estar conmigo) no soy feliz? Yo sentía deseos de seguir a Dios y sabía que hasta que no me marchara al seminario no estaría realmente en paz. Mis amigos no católicos pensaban que estaba loco.
-¿Creéis que Dios ha sido bueno con vosotros?
-Jerónimo: Sí, mucho. Además de por todo lo que me ha dado, también porque cuando vivía en la parroquia, mi madre estuvo muy enferma durante cinco años. Tanto que parecía como muerta; sin pelo y con el vientre muy hinchado. La llevaron a todos los médicos pero ninguno pudo curarla. Una monja me dio una imagen de San Martín de Porres y todos los días rezábamos la familia por mi madre. A los cinco meses recuperó la salud y ya está curada totalmente.
-José: Claro que sí. En el pasado he vivido cosas peligrosas y Dios siempre me ha cuidado. Por eso me pregunto: ¿por qué se empeña en que sea cura siendo como soy de pecador?