Este artículo está dedicado a todas aquellas personas que parecen invisibles y pasan por la vida sin hacer demasiado ruido… Con admiración, por la grandeza de lo que tú estás construyendo cuando nadie lo ve.
No se pueden mencionar los nombres de las personas que han construído las grandes catedrales de Europa. Intentas buscar sus nombres y te encuentras en los libros de catedrales que sus autores son: anónimos. Ellos terminaron sus obras sin saber que los demás se darían cuenta de su trabajo. A uno de los constructores que estaba tallando una pequeña ave en el interior de una viga que iba a ser cubierta por un techo, alguien se le acercó y le preguntó: ¿por qué empleas tanto tiempo en realizar algo que nunca verá nadie? El constructor respondió: porque Dios lo ve.
Ellos confiaron en que Dios lo veía todo. Entregaron toda su vida a un trabajo que jamás verían terminado y trabajaron día tras día. Algunas de estas catedrales tardaron más de 100 años en construirse, más tiempo que toda la vida de trabajo de una persona; día tras día. Ellos hicieron sacrificios personales sin ningún crédito a cambio, realizando un trabajo que nunca verían finalizado y por una obra cuyo autor jamás figuraría. Un escritor se adelantó a decir que ninguna gran catedral jamás volvería a ser construída, porque muy poca gente está dispuesta a sacrificar su vida de esta forma.
Es como si Dios te dijera hoy y ahora: “Yo te veo, no eres invisible para mí. Ningún sacrificio es tan pequeño como para que Yo no lo note. Veo cada cosa que haces y la sonrisa que pones en todo; veo cada lágrima de decepción cuando las cosas no salen de la manera que quieres que salgan. Pero recuerda: estás construyendo una gran catedral que no se terminará durante tu vida y lamentablemente no vivirás para verla ahí; pero si la construyes bien, Yo lo haré.”
Ojalá que tu invisibilidad sea un punto de inflexión para ti y que no sea una enfermedad que se lleva tu vida. En realidad es la cura de la enfermedad de nuestro egocentrismo, es el antídoto de nuestro propio orgullo. Está bien que no te vean, está bien que no sepan. No importa que no reconozcan lo que has hecho y cómo lo has hecho, solo importa que dejes una huella que los demás quieran seguir para ser de inspiración a los que vendrán después. ¡Está bien que no te vean! No trabajamos ni hacemos las cosas para ellos; trabajamos para Él, nos sacrificamos para Él. Ellos nunca lo verán a pesar de que hagamos lo correcto, a pesar de que lo hagamos bien.
Oremos para que nuestras obras se mantengan como monumentos para Dios.
Onofre e Icíar